y

 

I. Introducción

“El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes…”, declara el artículo 22 de nuestra Constitución, e inmediatamente no podemos evitar asociar esta frase con la crisis de representatividad que ha dado lugar en las últimas décadas al surgimiento de nuevos movimientos sociales, que mediante sus protestas intentan dar respuesta a sus demandas generando una nueva forma de hacer política, construida desde abajo y configurando modos más directos, horizontales y complementarios de participación por parte de sus protagonistas.

En el presente trabajo, intentaremos realizar un análisis de la protesta social ocurrida el 7 de agosto del 2002, que se manifestó con la toma de la Planta de Repsol YPF en la ciudad de Comodoro Rivadavia, enmarcada dentro de las acciones colectivas de los nuevos movimientos sociales desde el punto de vista de su emergencia en el espacio público y de sus objetivos, realizando primeramente una comparación con las denominadas protestas sociales “tradicionales”. Para ello, realizaremos un somero recorrido por la historia de la protesta social argentina desde comienzos del siglo XX, de manera que podamos establecer el punto de inflexión que produce el repliegue del Estado, con la consecuente crisis de representatividad, e impulsa el surgimiento de los nuevos movimientos sociales.

II. Desarrollo

El acontecimiento y su contexto.

La Toma de la Planta de Repsol YPF el 7 de agosto del 2002 en Comodoro Rivadavia por grupos de desocupados –algunos pertenecientes al movimiento piquetero– y dirigentes sindicales, no es un hecho aislado. No porque fuera la continuación de la toma realizada en la localidad de Las Heras, en la Provincia de Santa Cruz, y por consiguiente el disparador de lo sucedido en nuestra ciudad, sino porque es un emergente de las presentes configuraciones estructurales de la dinámica socio-ocupacional.

Las diversas consecuencias que presenta la experiencia actual del desempleo, producidas por la centralidad del mercado como eje de la política neoliberal que se concreta a partir de la década del ’90 con el Menemismo, ha provocado mediante las diferentes privatizaciones –entre ellas la de la empresa YPF, que alcanzó su mayor impacto en la región patagónica entre los años 1990 y 1993– y la aplicación de medidas como la “flexibilización laboral“, ausencia de protección y el riesgo de privación absoluta de derechos adquiridos, que afectan a los conjuntos poblacionales, tanto a nivel de los trabajadores individuales como en sus relaciones familiares.

La endeble o precaria situación de inserción en el mercado de trabajo y de deterioro de la calidad de vida de los hogares ha producido la formación de movimientos sociales que, no sólo en Argentina, sino en toda América Latina afrontan el desafío de construir una alternativa política de resistencia y cambio para afrontar los estragos de la crisis social en la que los ha hundido las políticas económicas neoliberales. Ante la falta de respuestas por parte del Estado, millones de desocupados, subocupados y trabajadores en riesgo de perder su fuente laboral, han articulado numerosas expresiones de resistencia. Una de esas formas ha sido el movimiento piquetero que reúne a distintos componentes sociales explotados, entre ellos, los obreros industriales desocupados que pasaron por la experiencia de la lucha sindical, inaugurando el término “Piquetero” para denominar a quienes tenían la misión de custodiar las barricadas instaladas en puntos estratégicos de la ruta 22.

En referencia a los Movimientos Sociales en América Latina, autores como el politólogo Claus Offe distinguen ciertos rasgos distintivos en su modo de hacer política clasificando estas formas, de acuerdo al accionar de sus protagonistas, en tradicionales (viejo paradigma) y nuevas (nuevo paradigma). Según este autor, el “Viejo paradigma”, enmarcado en el modelo keynesiano del Estado de Bienestar, es congruente con las prácticas políticas institucionalizadas, en donde los mecanismos de resolución de conflictos sociales y políticos era, práctica y exclusivamente, la negociación colectiva, la competencia entre partidos y un gobierno representativo de partido. El “Nuevo paradigma“, que surge a partir de la crisis del Estado de Bienestar y que se encuadra dentro del modelo neoliberal, tiene como protagonistas a los nuevos movimientos sociales, a los que Offe prefiere llamar alternativos, y cuyo campo de acción es un espacio de política no institucional. Estos nuevos movimientos sociales, si bien reconocidos como actores políticos por la comunidad amplia, no son legitimados por instituciones sociales establecidas, y los contenidos de sus objetivos persiguen el logro de cambios sobre la sociedad en su conjunto más que sobre el mismo grupo solamente.

Tal como lo afirma Offe en referencia al “viejo paradigma“, podría decirse que, antes del proceso de inflexión estructural concretado durante la década del ’90 con la presidencia Menem (1988-1999), proceso que ya había dado sus primeros pasos durante las últimas dictaduras militares con el modelo “desarrollista” (1958-1972) primero y el “aperturista” (1976-1983) años después, las protestas sociales se manifestaban mediante una fuerte identificación de los distintos sectores sociales con el líder del partido político de preferencia, y si no era éste quien estaba en el poder, en la búsqueda de negociaciones con el poder de turno.

La protesta social argentina en la historia.

Desde principios de siglo –momento en que se formaron las primeras organizaciones gremiales, cuyo número que aumentó luego de la crisis económica y política de 1890–, la huelga fue la herramienta principal de la lucha obrera y un instrumento de negociación, como una expresión visible del conflicto obrero-patronal de efectos simbólicos importantes.

Algunas de las manifestaciones populares más relevantes a partir del 1900 fueron, la de 1902 en Plaza de Mayo, en donde los obreros reclamaron mejoras sociales y fueron intensamente reprimidos; la de 1907, en la que los inquilinos agobiados por los abusivos alquileres se negaron a seguir pagándolos y contaron con el apoyo de organizaciones como la UGT (Unión General de los Trabajadores) y la FORA (Federación Obrera de la República Argentina) quitándole colaboración al gobierno de Figueroa Alcorta. Pero la que se destacó fue la de 1909 en Buenos Aires, conocida como “La semana Roja“, en la que hubo gran represión con numerosos muertos, y a raíz de la cual, el Poder Ejecutivo decretó el estado de sitio y aplicó la Ley de Residencia que expulsó del país a varios anarquistas. En 1912, durante el gobierno de Roque Sáenz Peña, se produce otra huelga importante, “El grito de Alcorta“, en la Provincia de Santa Fe, en la que arrendatarios rurales se manifestaron contra el abuso de los propietarios. Durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, en 1919 se produce una manifestación que por sus consecuencias es conocida históricamente como “La Semana Trágica” en la que los obreros de los talleres metalúrgicos Vasena entran en huelga en demanda de aumento salarial y reducción de la jornada laboral y fueron reprimidos por la policía, el ejército y la llamada “liga patriótica“, logia integrada por grupos conservadores que tuvo el rol más significativo en las acciones represivas y que años más tarde otorgaría un gran protagonismo a las fuerzas armadas en la ruptura del orden constitucional; luego en 1921, estalla “La Patagonia Trágica” –también durante la primera presidencia de Yrigoyen–, en la que las huelgas patagónicas llevadas a cabo por los peones rurales sufrieron la cruenta represión por parte del Ejército al mando del coronel Varela en el sur argentino y culminó con la masacre que costó 1.500 vidas humanas; el “17 de Octubre de 1945″ en la que grandes masas de trabajadores provenientes sobre todo de la provincia de Buenos Aires marcharon hacia Plaza de Mayo con el objeto de exigir la inmediata libertad de Perón, durante la dictadura militar del General Edelmiro Farrel; en 1969, el “Cordobazo” (dictadura militar de Juan Carlos Onganía), manifestación que congregó a varios sectores, y que más allá de sus reclamos particulares, fue fundamentalmente una manifestación en contra un régimen dictatorial cuyas políticas económicas resultaron destructivas para el país, que marginó la actividad política y censuró las libertades individuales.

Siguiendo a Clauss Offe, podemos concluir, que en las manifestaciones sociales mencionadas, el objetivo y los mecanismos de resolución de conflictos sociales y políticos fueron, práctica y exclusivamente, la negociación colectiva, la competencia entre partidos y un gobierno representativo de partido. En aquellas manifestaciones, producidas antes de la crisis del Estado de Bienestar, las protestas se producían en reclamo de los derechos cívicos y laborales, y los distintos sectores de la ciudadanía argentina, todavía tenían claro en quién debía recaer la responsabilidad de representarlos, y si resultaba que el elegido era de la oposición a un determinado sector, éste continuaba, a través de las protestas, negociando sus reclamos. Se luchaba con la esperanza de la vuelta de su referente legítimo. La confianza y la esperanza estaban puestas en un individuo perteneciente a un partido político que establecía, entre los miembros de ese sector, un vínculo cuya estrechez estaba plagado de connotaciones simbólicas que los llevaba a identificarse fuertemente con su líder. Como ejemplo podemos citar las protestas que en su momento provocaron el cambio de gobierno, como lo fue la “Revolución del 90″ que logra la renuncia de Juárez Celman. También, en ese momento la desocupación se generaliza y se agrava notablemente la situación de los trabajadores debido a la política económica liberal que fomentaba la privatización de todos los servicios públicos y los ahorristas empiezan a extraer sus depósitos de los bancos que quiebran en su gran mayoría y las acciones bursátiles caen estrepitosamente. O la gran movilización del 17 de octubre de 1945, que aunque en este caso, el cambio de gobierno no fue inmediato, la protesta consigue el llamado a elecciones en las que Perón logra la victoria que conquistó en las elecciones presidenciales de febrero de 1946. Aun durante las constantes interrupciones de la vida democrática de nuestra país, provocadas por la irrupción en el gobierno de las dictaduras militares, y sobre todo, antes de la del ’73, el pueblo esperaba la “vuelta” del líder representativo de su sector, como el restaurador de todos los males sufridos en esas transiciones nefastas de gobierno de facto, cuyo accionar –sin buscarlo obviamente– reforzaba la esperanza y los lazos con el líder político de cada sector social.

El “nuevo paradigma” que plantea Offe, enmarcado en el modelo neoliberal, tiene como protagonistas, según el autor, a los nuevos movimientos sociales, cuyo accionar político no institucionalizado, persigue cambios sociales que trascienden a los sectores involucrados. Con respecto a estas protestas, la socióloga Elizabeth Jelín, observa que se trata de una nueva manera de hacer política y de una nueva forma de sociabilidad y de relacionar lo político y lo social, lo público y lo privado, incluyendo en las prácticas sociales cotidianas lo ideológico y lo político institucional en directa interacción entre ambos. Aunque Jelín no realiza la taxonomía planteada por Offe, de algún modo concuerda con este autor al establecer un sesgo entre viejos y nuevos modos de aglutinarse de la gente para viabilizar sus reclamos. La autora sostiene que en diferentes épocas se constituyeron fuerzas sociales contestatarias a las que denomina “movimientos” pero en un sentido amplio, y que los actuales movimientos sociales son producto de esta nueva etapa de expansión capitalista con alto nivel de concentración económica que retorna a formas de explotación salvaje en el ámbito laboral, instalando importantes transformaciones en la vida política de nuestro país y de la mayoría de los Estados-Nación. Para el sociólogo Manuel Castell, estos movimientos sociales son emergentes de la crisis de las instituciones del estado-nación, y sostiene que el movimiento social” urbano desarrolla prácticas tendientes a contravenir el orden establecido, suscitados por insuficiencias y la incapacidad creciente de la organización social capitalista, y producen efectos cualitativamente nuevos en las relaciones entre las clases, a la vez que contradictorios a la lógica estructural dominante.

Nuevas demandas, nuevos objetivos.

Si profundizamos nuestro análisis acerca de las demandas que caracterizan a los movimientos sociales contemporáneos, comprobamos como señala el historiador inglés George Rudé al describir las protestas del siglo XVIII en Francia e Inglaterra, y que permite entender las nuestras, que se trata de demandas de “reestablecimiento” de derechos perdidos, como el del “salario justo” y el “precio justo”. Así, entonces nos encontramos con reclamos que ya no se relacionan con la adquisición de nuevos derechos cívicos y laborales, sino que se trata, en la mayoría de los casos, de una lucha por la subsistencia, para no seguir perdiendo y en resistencia a los cambios en las políticas públicas, y siguiendo a Elizabeth Jelín, en búsqueda del “reconocimiento de espacios de relaciones sociales”. De este modo, movimientos indígenas, desposeídos de la tierra, cooperativas obreras, grupos ecologistas, movimientos feministas y algunas agrupaciones piqueteras, constituyen diversas formas de movimientos sociales que, no sólo en Argentina, sino en toda América Latina afrontan el desafío de construir una alternativa política de resistencia y cambio como una práctica de “apropiación y reorientación de los recursos y valores sociales” (Giarraca y Bidaseca, 2001:2) y “centrada en la reconstrucción de identidades colectivas” (Jelín, 1989:14).

Realizando una comparación de estos movimientos sociales con los tradicionales partidos políticos, se observa que aquellos resultan más flexibles en cuanto a la fragilidad de la línea divisoria entre los líderes formales y los demás integrantes de la organización. Adoptan lógicas internas de horizontalidad, toma de decisiones de carácter colectivo, en las que se originan políticas internas novedosas, y logran atraer la opinión pública con métodos no convencionales, que en algunos casos, transgreden la normativa legal. Algunos de los movimientos sociales contemporáneos más destacados de nuestro país que podemos mencionar, y en los cuales podremos apreciar estas características son el que han formado las Madres de Plaza de Mayo, que con una actitud absolutamente pacífica, pero a la vez combativa, emergieron para reclamar por sus hijos desaparecidos por el accionar de la última dictadura militar (1976-83). Su forma particular de protesta es –porque aún continúan– la reunión los días jueves en la Plaza de Mayo para girar en torno a la Pirámide de Mayo con un pañuelo blanco en la cabeza como único símbolo y llevando en sus manos carteles y pancartas pidiendo justicia y con fotos o retratos de sus hijos asesinados. A partir de su accionar, surgieron otros movimientos sociales como la asociación de “Abuelas de Plaza de Mayo”, y la agrupación “H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), con objetivos análogos, y cuyo modo particular de protesta lo constituyen los llamados “escraches”. En nuestra región, ha tenido gran repercusión en un principio, las manifestaciones realizadas por el movimiento “Patagonia de Pie”, movimiento social conformado por agrupaciones de nuestra ciudad, de

Caleta Olivia y Pico Truncado entre las que se cuentan la CTA provincial, ATE de Comodoro Rivadavia, Judiciales, Fetera, Federación Universitaria, Partido Comunista, Agrupación de Aborígenes Jerónimo Maliqueo, asociaciones vecinales, de comerciantes y otras. Este movimiento se enfrenta a las medidas del modelo económico neoliberal con reclamos como la no reducción del subsidio al gas y la excepción de los impuestos a los combustibles en la región patagónica –un derecho adquirido–, y otras demandas que tienen que ver con la oposición a los recortes presupuestarios en salud, educación y asignaciones familiares. Su modalidad de lucha son los apagones, cortes de ruta, movilizaciones y asambleas populares.

La toma de la Planta de Repsol YPF.

En la Toma de la Planta de Repsol YPF, intervinieron varios sectores, entre ellos, integrantes de grupos piqueteros, de la coordinadora de desocupados, dirigentes sindicales y vecinalistas. Este conflicto se inicia el 7 de agosto del 2002, en reclamo de reivindicaciones laborales y salariales. El reclamo concreto fue de 750 puestos de trabajo, 400 pasantías para jóvenes y subsidios para madres, que habían sido solicitados en octubre del año anterior a la empresa, y la vuelta al régimen laboral de 8 horas diarias para permitir el ingreso de más personas a trabajar a la petrolera. Aunque esto fue lo solicitado por los manifestantes al inicio del conflicto, las reivindicaciones obtenidas fueron significativamente menores al finalizar el mismo. Según el dirigente gremial de la Asociación Trabajadores Argentinos (ATE), Walter Natera, que intervino en la comisión de diálogo junto a otros dirigentes, en las negociaciones llevadas a cabo en la reunión del día 11 de agosto, se obtuvieron algo más de 100 puestos de trabajo con un salario de $450 cada uno.

Podríamos afirmar que este acontecimiento fue una reacción en contra de las políticas neoliberales implementadas por el gobierno por parte de un grupo de presión que buscó la obtención de recursos de supervivencia y su inclusión en el sistema productivo, utilizando estrategias de acción colectiva confrontacional que transgreden las normas legales (ocupación de una propiedad privada), y que fue dirigido a los centros de tomas de decisiones, en este caso autoridades de gobierno locales y los empresarios de esta empresa multinacional. Este hecho coincide por sus características, con los denominados movimientos de defensa o de resistencia (Habermas, 1981) que se estructuran a partir de la confrontación de situaciones generadas por la declinación de bienes públicos como educación, asistencia y seguridad, pérdidas de empleos, y embargos de patrimonios, tras el abrupto proceso de deterioro en su situación de estabilidad económica y social.

Natera, describe este acontecimiento como una “pueblada” y aclara que él participó de la manifestación, aunque no fue uno de los organizadores. En referencia al mismo, relata que ésta no se fue debidamente planificada y que se tomó de un día para otro sin medir las consecuencias. Este dirigente reconoce, que aunque se trató de un reclamo unificado, hubieron diferencias entre ellos respecto a la continuidad y tratamiento de la lucha, precisamente por que fueron varios los sectores que intervinieron en el hecho, y que ello llevó a que se cometieran algunos errores, que Natera atribuye a la falta de experiencia de algunos de los manifestantes.

Las representaciones sociales del acontecimiento.

La estrategia para el logro de objetivos, utilizada tanto por los Movimientos Sociales como por las agrupaciones que llevan a cabo acciones colectivas posee dos herramientas: la acción y la publicidad. Según Erik Neveu (2001), los movimientos sociales necesitan publicidad de los medios de comunicación, la de la argumentación política y la del alboroto. El posicionamiento de los actores sociales en el espacio público como artificio de lucha para interactuar con los actores de los distintos campos sociales pertenecientes al poder político, la elite empresarial y la comunidad en general, requieren la inclusión de sus manifestaciones en la agenda mediática. El poder legitimador de los medios permite resignificar los acontecimientos y las relaciones entre los agentes individuales o colectivos de la sociedad que están en disputa. La construcción de los discursos por parte de los medios permite, a partir de su enunciación, hacer ver, incluir o excluir, calificar, descalificar o legitimar, confirmar o transformar la visión de mundo. Esta relación existente entre la tríada “poder, política y mensaje” que subyace en la construcción del discurso, constituye un elemento de presión y posibilita la transformación de las relaciones de fuerza existentes, como así también, los procesos y condiciones de producción que configuran el conflicto.

Este hecho tuvo en un principio connotaciones simbólicas importantes, por tratarse de la ocupación de una empresa que tiene una gran significación en el imaginario colectivo de varias generaciones de comodorenses. Su repercusión a través de los medios ha provocado un fuerte impacto social en la población, aunque en la construcción de sus discursos, la mayoría de estos medios han puesto más énfasis en las consecuencias que en las causas que llevaron a estas personas a tomar estas medidas, lo que colaboró a que las representaciones sociales de este acontecimiento en particular hayan sido, más bien nefastas y de escasa solidaridad para con los manifestantes.

Según el dirigente Walter Natera, el tratamiento que le dieron los medios a la toma de la Planta en Comodoro Rivadavia fue inadecuada y alarmista, agregando que éstos fueron utilizados por el poder político para asustar a la población poniéndola en su contra. Este dirigente realiza una comparación con el mismo hecho sucedido en la localidad de Las Heras, diciendo que allí toda la población, inclusive los medios, brindaron su apoyo y solidaridad para con la lucha del grupo de manifestantes, incluso, dispuestos a enfrentar a, el entonces, gobernador Néstor Kirchner y su hermana como secretaria de acción social.

En una entrevista realizada a Carmen, una de las personas que participó en el piquete realizado en la planta, y que pertenece al Frente Obrero Socialista (FOS), manifiesta que la decisión de tomar la Planta databa de dos meses atrás, debido a que venían realizando reclamos sucesivos desde hacía un año sin ninguna respuesta por parte del gobierno ni de la empresa, sin embargo, relata que algunos medios dieron a conocer el hecho como una manifestación espontánea, ignorando las causas y el tiempo en que se venían realizando las demandas, y que se trataba fundamentalmente de la solicitud de trabajo genuino:

Los medios jugaron un rol, pero en contra porque no fueron objetivos. Tomaron sólo una visión de la situación. No vieron la totalidad de la significación del hecho, que no daba solamente solución a la gente que estaba ahí, sino también a la población. El hecho de que haya trabajo implicaba que se empezara amover la industria, que los comerciantes puedan vender, que el almacenero del barrio pueda vender, que se puedan pagar los impuestos, que puedan empezar a construir sus casas. Nosotros pensamos que los medios tomaron esa posición por los intereses económicos que había de por medio. No hay que olvidarse que la empresa Repsol publicita a través de muchos medios, entonces, salir en contra de la empresa era correr el riesgo de perder el ingreso de la publicidad. Eso jugó también en contra. Además, el gobierno de turno, es parte también de ese juego publicitario que garantiza que los medios funcionen. Por ello, menos riesgoso era salir a mostrar sólo una parte de la historia, la alarmista a cambio de preguntarse ¿por qué esta gente está en esta situación? ¿Por qué pide lo que pide? Me parece que tendría que haber venido por ese lado.

El periodista Daniel Alonso, dice al respecto que no se llegó a ser alarmista

…la propia gente de Repsol dio garantías de que hacía tiempo que las tomas de la parte superior de los tanques estaba preparada para evitar ese tipo de inconvenientes. Fuimos como siempre el canal de voz de los demandantes. (…) En mi caso, no podía opinar, por más que uno quiera acoplarse al discurso de los muchachos de que Repsol debería dar trabajo, somos de acá y sabemos que la industria petrolera ya no se maneja con mano de obra de tan escasa calificación, por eso terminan en los “Planes Trabajar”, o un aporte de la empresa. Aunque hay que reconocer que la empresa tampoco está obligada ha dar trabajo y subsidios, sino que es algo que tiene que resolver la dirigencia política desde los lugares que corresponde y brindar la capacitación pertinente. Por más que nosotros los medios pudiéramos adoptar una posición crítica o copiar el discurso de los muchachos, tampoco podemos hacerlo seriamente porque la situación no pasa por atacar la empresa, sino por una cuestión que debe resolver el Estado. Más que nada nuestra función fue hacer guardia por si surgía algún imprevisto más bien grave.

En la declaración de este periodista se advierte que no hay una posición demasiado comprometida con la situación de la personas que realizaban el reclamo. Cuando dice que su función era la “de hacer guardia por si surgía algún imprevisto más bien grave” , se lee entre líneas que no interesa informar a la comunidad la globalidad de este acontecimiento, con la voz de los protagonistas y dando a conocer las causas que los llevan a esa situación límite, sino que se estaba al ” acecho” de lo que pudiera ser efectista y vendible. Esto también se detectó en medios gráficos como El Patagónico del jueves 08 de agosto de 2002 : “Tomaron la planta de combustibles de YPF y pueden hacerla estallar”, o el diario El Chubut que publica el mismo día la volanta : “Peligra el abastecimiento de combustible en la región”, con el título “Piqueteros toman planta de Repsol en Comodoro”, que pone el acento en los trastornos que producirán en el transporte local, el desabastecimiento del combustible. Teniendo en cuenta el amplio parque automotor con el que cuenta la ciudad, lo más factible es que haya preocupación por muchos ciudadanos en torno a este desabastecimiento.

La falta de equilibrio en la información, sin comunicar los antecedentes del problema presentándolo como un hecho aislado, y haciendo tanto énfasis en las “posibles” consecuencias, como lo hicieron la mayoría de los medios locales, da como resultado la desinformación, producto de la transmisión fragmentada o parcializada de la noticia a la comunidad. Quien recibe la noticia, al no tener un conocimiento global del hecho, no puede comprenderlo ni tomar real conciencia del mismo. Pero no debemos dejar de tener en cuenta que esto forma parte, y refleja además, la ideología que sustenta el medio y la cosmovisión del periodista, ya que lo que se calla es tan o más importante que lo que se dice, como afirma Luis Sandoval, “…los medios, no son nunca meramente medios, no se limitan a ser instrumentos transparentes…”[1]. Los medios son productores de estímulos que pueden modificar las imágenes preexistentes o construir otras nuevas en el imaginario colectivo [2], tal como afirma Walter Natera y Carmen, y de acuerdo a lo que enuncia el periodista Daniel Alonso y los titulares presentados en este trabajo, algunos medios no han sido del todo ecuánimes en cuanto a la difusión de este acontecimiento. Alonso considera que los piquetes, protestas y cortes de ruta fueron perdiendo efectividad y credibilidad, al tiempo que manifiesta que “… ya se transforma en un accidente de tránsito más (…) Uno o dos muertos por día ya no es noticia, acá pasa lo mismo”, y ésta postura que forma parte de su cosmovisión, es la que transmite a la audiencia a través del discurso. La representación social de la comunidad respecto a este tema, es decir, las imágenes mentales que tienen del acontecimiento, construida a partir del discurso mediático, obviamente ha influido en la escasa solidaridad de la comunidad para con los manifestantes, que esperaban tal vez más apoyo de la gente, y fue la que predominó en la mayoría de los medios de la ciudad.

III. Conclusión.

Estas nuevas formas de manifestación social, surgen a partir de que las fuertes identidades políticas que caracterizaron a la población del país durante el antiguo régimen, comienzan a quebrarse a raíz de la crisis del Estado de Bienestar. La actual política neoliberal que surge en el último cuarto de siglo –período que algunos autores denominan un nuevo Régimen Social de Acumulación (Nun, 1987)–, ha expulsado al ciudadano de las estructuras normativas y sociales que definían la orientación de sus conductas y los dotaban de certezas y ahora está obligado a producir su acción en un contexto de incertidumbre e impredecibilidad. El individuo emancipado de las estructuras que le brindaban seguridad y contención, no está preparado para prescindir de esos soportes que formaban parte de su vida social, lo que lo sumerge en un estado de anomia e individuación y crea profundas crisis identitarias El poder político esta supeditado a las exigencias y presiones de la economía y de las grandes empresas y es incapaz de tomar decisiones. Son las multinacionales las que verdaderamente ejercen el poder y deciden nuestros destinos y son los intereses económicos los que dirigen las acciones de los gobiernos del mundo. Paralelamente, se instaura la nueva forma de explotación del trabajador mediante la figura de la flexibilización laboral que con su lógica darwiniana ha despojado a millones de trabajadores de los derechos y conquistas que durante décadas habían logrado alcanzar y ha acrecentado la base de los excluidos en la pirámide social. El capitalismo flexible ha desplazado al viejo orden, basado en la estabilidad del puesto de trabajo y no proporciona ninguna guía de conducta para una vida ordinaria, afectando a los grupos más desprotegidos y vulnerables.

En la toma de la planta de Repsol YPF de la localidad de Las Heras, y en la de Comodoro Rivadavia, se advierte el cambio en las demandas respecto de las que caracterizaron a las manifestaciones anteriores a la desindustrialización y a la reforma del Estado. El reclamo –como anteriormente señalamos– a raíz de la transformación de una sociedad centrada en el trabajo en donde las demandas centrales eran el aumento salarial o las mejoras en las condiciones laborales, ahora está más relacionado con la subsistencia y con preservar derechos adquiridos. En el acontecimiento que analizamos, los manifestantes solicitan puestos genuinos de trabajo, que implica la inclusión en el sistema productivo. La solicitud de subsidios y de los llamados “planes trabajar”, no constituyen el objetivo de fondo de estos movimientos, como señala Néstor Pitrola, integrante por el Polo Obrero de la mesa nacional del Bloque Nacional Piquetero (BNP) “… los subsidios son una reivindicación parcial, no un fin en sí mismo. Son un paliativo provisional en nuestra lucha estratégica por el puesto genuino de trabajo” [3]. Así también, estas nuevas demandas, asociadas a la reivindicación del trabajo, han repercutido en la composición de los actores involucrados y en las formas de protesta, como sostiene la historiadora Mirta Lobato,

Las huelgas persisten y coexisten con los nuevos repertorios, pero han perdido el lugar central que ocuparon durante casi un siglo, y hoy los obreros se aferran a los puestos de trabajo y ya no son los protagonistas centrales de la protesta. Ese lugar es ocupado por los excluidos del modelo (desocupados, cartoneros, beneficiarios de planes sociales estatales, vagabundos y mendigos), quienes dan forma a un nuevo cuadro de protestas, organizaciones y reclamos en donde los repertorios de confrontación privilegiados son los piquetes y cortes de rutas, pero también las tomas y los ataques a edificios públicos y propiedades de miembros prominentes del poder político.[4]

Estos actores sociales que resisten con sus manifestaciones a la precarización y flexibilización laboral, que surgen del neoliberalismo económico, fueron expulsados del mercado de trabajo formal y de su estructura salarial “fordista” (derechos sociales, protección social y estabilidad laboral). Tal como señala la socióloga Maristella Svampa, este proceso marcado por el empobrecimiento, la vulnerabilidad y la exclusión social comienza en los años 70, con la dictadura militar, tiene su punto de inflexión en 1991, con la asunción de Carlos Menem al gobierno, y encuentra una aceleración mayor luego de 1995, con la marcada recesión económica y la entrada a la desocupación masiva [5].

Las nuevas manifestaciones o conflictos que emergen en este proceso de reformas estructurales, como los cortes de ruta de Cutral Co, y Plaza Huincul (Neuquén) en junio de 1996 y abril de 1997, que inaugura nuevas formas de vinculación con los grupos de poder a partir de un proceso de recambio de los canales mediadores tradicionales, como otras sucesivas que tienen también como protagonistas al movimiento piquetero y a otros actores sociales, son la respuesta reaccionaria a la disolución de la identidad del Estado, a la irresponsable actitud de la dirigencia tradicional y a las vacilaciones de quienes se postulan para reemplazarla.

Es necesario tener en cuenta que la emergencia de estas organizaciones, como señala Maristella Svampa, tiene como telón de fondo la crisis y el debilitamiento del peronismo, cuya política distribucionista comienza a partir del primer régimen justicialista, entre 1946 y 1955 con un proceso de incorporación de la clase trabajadora que no fue sólo socioeconómico sino también simbólico. A partir de los 90, en el contexto de la hegemonía política del Partido Justicialista, paradójicamente la Argentina presenta una imagen de desconexión entre lo político y lo social, que fuera de una connotación simbólica tan fuerte durante el gobierno de Juan Domingo Perón, que tenía como escenario en aquel período, la Plaza de Mayo como punto de encuentro entre el líder político y su pueblo.

Cuando hablamos de “crisis de representatividad”, no debemos olvidad tampoco que al hablar de este nuevo actor social manifestante, no estamos hablando “…de un actor como cualquier otro, sino de un «desocupado», aquel que no tiene un «lugar»en la sociedad y que por ello mismo aparece, en primera instancia, como «irrepresentable». como bien lo llamara Pierre Bourdieu (2001), a la hora de referirse a la organización de aquellos que tradicionalmente aparecen como los “excluidos” y son considerados como una “falla del sistema”. [6]. En el marco de esta crisis de representatividad, estos actores sociales, ante la falta de respuesta se han organizado creando los marcos necesarios para poder llevar adelante proyectos de autogestión que permitieron hacer frente a situaciones de desprotección total. El piquete fue el lugar desde donde irrumpe el novedoso funcionamiento asambleario, que dará lugar a nuevas formas de organización y participación, “…en un intento por recrear y dotar de nuevos contenidos la política «desde abajo»”. (7).

Notas

[1] SANDOVAL, Luis “Medios de comunicación y crisis de la representatividad ¿Hacia una democracia deliberativa?” en Nombre Falso , 2001.

[2] RAITER, Alejandro, Representaciones sociales, Eudeba, pág. 22

[3] VASSALLO, Marta, “Los piqueteros. Existir contra el aniquilamiento” en Le Monde diplomatique, Agosto de 2002.

[4] LOBATO, Mirta y SURIANO, Juan, La protesta social en la Argentina, Fondo de Cultura Económica, 2003 pág. 17.

[5] SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián, Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Editorial Biblos, 2003, pág. 12.

[6] SVAMPA, Maristella, Desde abajo. La transformación de las identidades sociales, Biblos, 2000.

[7] SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián en Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Editorial Biblos, 2003, pág. 176

Bibliografía consultada:

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1916-1930 – “DEMOCRACIA CONFLICTO SOCIAL Y RENOVACIÓN DE IDEAS”

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GIARRACA, Norma en “La protesta social en la Argentina”. Alianza Edit. Bs. As. 2001.

GUTIÉRREZ, Leandro y ROMERO, Luis A. . Sectores populares, cultura y política

- “PARTICIPACIÓN POLÍTICA Y DEMOCRACIA” – Sudamericana – 1995.

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