“…el capitalismo había triunfado porque no era sólo capitalista. La maximización y la acumulación de beneficios eran condiciones necesarias para el éxito, pero no suficientes. Fue la revolución cultural del último tercio del siglo lo que comenzó a erosionar el patrimonio histórico del capitalismo y a demostrar las dificultades de operar sin ese patrimonio. La ironía histórica del neoliberalismo que se puso de moda en los años setenta y ochenta, y que contempló con desprecio las ruinas de los regímenes comunistas, es que triunfó en el momento en que dejó de ser plausible como había parecido antes. El mercado proclamó su victoria cuando ya no podía ocultar su desnudez y su insuficiencia.”

Eric Hobsbawm.

En nuestros tiempos ya forman parte de nuestra vida cotidiana, problemáticas tales como la falta de trabajo, la recesión económica, el “desajuste” entre los conocimientos requeridos por el mercado de trabajo y los brindados por la educación oficial, las marcadas diferencias de opiniones y prácticas entre los jóvenes con respecto a las generaciones adultas, etc. Es decir, hay una “sensación” de nostalgia por tiempos pasados en algunos, y una necesidad de vivir el tiempo presente en otros, sin importar demasiado las consecuencias futuras de las acciones propias.

Por otra parte aparece también una sensación “común”, la inseguridad, que forma parte de nuestras subjetividades y tiene carácter social, porque tal “sentimiento” no proviene de una interioridad individual aislada, sino que se vincula a los cambios provenientes de las instituciones propias de la sociedad capitalista de fines del siglo XX.

En este sentido, es necesario analizar mínimamente las consecuencias que estos cambios institucionales han tenido en los sujetos, justamente cuando hoy se afirma que en la sociedad actual, predomina la autodeterminación individual y la flexibilización de los marcos colectivos. De esta manera, es interesante retomar brevemente los planteos que realiza la teoría de la modernización reflexiva respecto de este tema.

En principio, establece una clara diferencia entre la primera modernidad, caracterizada por el predominio de las instituciones propias de la sociedad industrial como la familia, la escuela, la fábrica, sindicatos, el estado nacional etc., así como por las representaciones sociales propias de la Ilustración. En cambio, la época actual, fines del siglo XX, se caracteriza por el derrumbamiento de las instituciones de la sociedad industrial perteneciente a la primera modernidad, y por la erosión creciente de los basamentos ideológicos de la etapa anterior, ya que se generan representaciones sociales críticas con respecto a los ideales de la Ilustración.

El punto importante aquí, es el avance de los procesos de individualización correlacionados con una “libertad creciente” y con la internalización de la democracia, en sentido amplio, que promueve intereses personales y solidaridades diferentes a los promovidos por la familia, partidos, sindicatos, e inclusive por el mismo estado nacional. En este sentido Beck dice:

Si esta interpretación es susceptible de ser corroborada, se articula entonces algo distinto que está inserto en el discurso mismo del ‘derrumbe’ de valores, a saber, el miedo a la libertad, el miedo, asimismo, a los hijos de la libertad, quienes deben hacer frente a nuevos y diferentes tipos de problemas que plantea la libertad internalizada[1].

El autor plantea un punto importante, ya que los hijos de la libertad, viven problemáticas propias de la época como la destrucción del medio ambiente, la desocupación, el sida, etc. Y a la vez sienten un descreimiento generalizado por las organizaciones políticas, que provoca la búsqueda de alternativas de resolución de los problemas a partir de nuevas organizaciones. O, más probablemente reaccionan negándose a la participación activa.

De esta manera, prefieren una vivencia más ligada a los sentimientos y al espontaneísmo que a la utilización de una racionalidad entendida desde una postura “moderna”. Beck dice:

La juventud – finalmente – ha encontrado también algo para sí, con lo que puede hacer entrar en pánico a los adultos: ese algo es la diversión / deporte diversión, música/diversión, consumo/diversión, vida/ diversión[2].

Beck analiza la “nueva diversidad” que caracteriza a esta segunda modernidad, y sostiene que los marcos institucionales no contienen la complejidad de los “nuevos sectores” sociales, en especial a las nuevas generaciones que sostienen una crítica a los valores predominantes en la sociedad de la primera modernidad, tales como la subordinación del yo al nosotros, como los nacionales, de clase, de partidos políticos, etc. En este sentido, el conflicto de valores se vincula a requerimientos de una calidad de vida más “inmaterial” relacionados con una mayor disponibilidad de tiempo libre, tranquilidad, compromiso autodeterminado, deseo de aventuras, etc. Este centramiento en el yo, sería una consecuencia casi involuntaria de los valores de la Ilustración. Beck, en “Hijos de la Libertad” plantea: “Sufrimos, pues, de libertad y no de crisis”[3].

La “sociedad de riesgo” se caracteriza por la presencia de la incertidumbre como producto de la creciente racionalización y sus consecuencias. El autor plantea que:

…en la fase de la sociedad de riesgo el reconocimiento de la incalculabilidad de los peligros desencadenados con el despliegue técnico – industrial obliga a efectuar una autorreflexión sobre los fundamentos del contexto social y una revisión de las convenciones vigentes y de las estructuras básicas de racionalidad. La sociedad deviene reflexiva…en su autocomprensión como sociedad del riesgo, vale decir, se convierte en tema y problema para sí misma[4].

Aparece una actitud reflexiva en relación a los riesgos propios de la sociedad moderna que implica una inseguridad inmanente. Hay una decadencia de un tipo de pensamiento previsor tendiente a la construcción de un futuro posible, y esto implica ambivalencia e inseguridad.

Otro autor de la teoría de la modernización reflexiva, Scott Lash, aporta un interesante análisis con respecto a las estructuras informacionales y comunicacionales. Lash acuerda con el creciente protagonismo que adquieren los actores en relación el retroceso de las estructuras sociales de la primera modernidad, sin embargo, analiza la preeminencia de las estructuras informacionales y de comunicación que conforman las condiciones estructurales de la reflexividad. En este sentido, entiende que la reflexividad no es solamente cognitiva, tal como sostienen Beck y Giddens, sino también estética.

Las estructuras informacionales y de comunicación en su carácter de masivos, adquieren una gran relevancia en la circulación y apropiación de la información y el conocimiento, siendo las nuevas bases de la actual sociedad capitalista. En este sentido, los sujetos pueden acceder a estos conocimientos por varios canales alternativos y simultáneos ( por ejemplo: las capacitaciones laborales, la televisión, internet, etc) lo que le permitiría acceder a las condiciones para la reflexividad. Cuando Lash dice que la reflexividad no es sólo cognitiva, sino también estética, lo plantea haciendo alusión al enorme caudal simbólico que contiene la información y que muchas veces puede invitar a una reflexividad mucho más eficaz que un conjunto de conocimientos explicados de manera tradicional.

Su postura es convertir a la teoría de la modernización reflexiva, en teoría crítica, una hermeneútica de la recuperación. Por ello dice:

…existe una reflexividad estructural en que la agencia, liberada de las constricciones de la estructura social, reflexiona las ‘reglas’ y ‘recursos’ de tal estructura; reflexiona sobre las condiciones sociales de existencia de la agencia. La segunda es que existe una autorreflexividad en la que agencia reflexiona sobre sí misma. En la autorreflexividad el anterior control heterónomo de los agentes es desplazado por el autocontrol[5]

Lash plantea, que el origen de la reflexividad no radica solamente en la creciente individualización de la sociedad moderna, sino también en las condiciones macroestructurales que la posibilitaron. Es así que, las mismas estructuras institucionales de la sociedad capitalista a fines del siglo XX, requirieron de una flexibilización, una innovación tendiente a dinamizar los procesos productivos, un caudal mayor de conocimientos y de diseño para competir en el mercado:

…la estructura fuerza a la agencia a ser más libre en el sentido de la acumulación estructural de capital es posible solo a condición de que la agencia pueda liberarse de las estructuras ‘fordistas’ vinculadas a normas. Este proceso ha solido entenderse en términos de ‘especialización flexible’, en la que un consumo creciente especializado conlleva formas de producción más flexibles[6].

Esto no descarta el papel predominante que los individuos han asumido actualmente, ni la importancia que los valores individualistas han adquirido, pero nos da una idea de que las estructuras propias del capitalismo son dinámicas, por lo que han requerido cambios que posibiliten la continuidad del sistema. Lash analiza la necesidad de una flexibilidad en las estructuras empresariales, que requieren de un trabajador con autocontrol, portador de nuevos conocimientos en base a los roles a desempeñar, así como de creatividad y de predisposición a los cambios. En el mismo plano, destaca que no en todas las ramas de la producción se requieren de las mismas condiciones ya que también prevalecen actividades que producen una rutinización y una degradación de los trabajadores como, por ejemplo, lo que denomina “macdonalsproletariado”, además de la presencia de un “ejército de parados”[7]. En este sentido, existen “ganadores” y “perdedores” de la reflexividad. Lo anterior se vincula a las condiciones estructurales de la reflexividad, definiéndolas como:

…las estructuras de información consisten, en primer lugar, en canales conectados a redes a través de los que fluye la información, y, en segundo lugar, en espacios en los que tiene lugar la adquisición de capacidades para el procesamiento de la información.[8]

De esta manera, la información entendida como conocimientos y habilidades , requiere de canales por los cuales circule y de espacios donde se adquieran las correspondientes capacidades. Teniendo en cuenta la desigualdad estructural de la sociedad capitalista, no todos están incluidos en estas redes informacionales, y por ende, no todos tendrán la posibilidad de adquirir las capacidades necesarias para una reflexividad, al menos de tipo cognitiva.[9]

Dentro de la clase obrera, Lash dice que hay grupos que han accedido a la reflexividad ya sea por ser “consumidores recientemente individuados”, por ser “usuarios de medios de producción informacionalizados”, y “como productores de bienes de consumo y producción”. En la clase madia se incluye a quienes trabajan dentro de las estructuras informacionales y de comunicación o sistemas expertos. Ahora bien, dentro de los excluidos, han quedado los que denomina infraclase o subclase en términos de Wilson. Son aquellos que estructuralmente han sido excluidos, “los pobres de gueto”. Sus principales características son el particularismo, como la raza, el país de origen, el sexo, etc. Tal exclusión implica también la exclusión de la ciudadanía, en tanto es “una exclusión política y cultural de la sociedad civil”[10]. Este proceso se desarrolla además en el contexto de una creciente movilidad de los sectores medios y de la clase obrera.

En relación a lo anterior, Lash dice que la subclase se define, entonces, por el acceso al modo de información. Aún así, aclara que la “subclase” se incluye de alguna manera en los canales de información mediante la televisión, como “receptor”[11].

Este breve pasaje por los autores antes citados, nos brinda una mínima revisión por la agenda de problemas actuales por los que se preocupan actualmente las ciencias sociales.

En principio, cabría preguntarse si existe realmente una “indeterminación” en el proceso de construcción de las subjetividades.

Los autores clásicos de la sociología planteaban una “determinación” de las estructuras sociales en la “configuración” de la subjetividad – Durkheim y Marx, por ejemplo – o una ” correspondencia” en autores como Elías y Bourdieu, explicando que el proceso de socialización es una “modelación” de la subjetividad de los individuos.

En Elías, por ejemplo, aparece la necesidad de contextualizar históricamente la constitución de las identidades, ya que la acción de los individuos, posibilita en alguna forma, la concreción de cambios estructurales, sin embargo, las estructuras sociales formadas históricamente condicionaba de alguna manera los procesos de socialización. Es decir, la génesis de las acciones y de un tipo de individuo, se daba al mismo tiempo que la génesis de las estructuras.

En Bourdieu, es interesante rescatar algunos aspectos del concepto de habitus, principalmente cuando advierte y analiza que puede existir “desfases” entre un determinado habitus y las estructuras. En este sentido dice:

el habitus no está necesariamente adaptado ni es necesariamente coherente. Tiene sus grados de integración, que corresponden, en particular, a grados de ‘cristalización’ del status ocupado. Se observa así que a posiciones contradictorias, aptas para ejercer sobre sus ocupantes ‘dobles coerciones’ estructurales, corresponden a menudo habitus desgarrados, dados a la contradicción y la división contra sí mismos, generadora de sufrimiento.[12]

Este aspecto del habitus nos puede indicar que los agentes en Bourdieu pueden desarrollar habitus que no se corresponden a las estructuras institucionales y provocar en ellos una especie de desubicación en relación a su contexto. Por ello agrega:

Los habitus cambian sin cesar en función de las experiencias nuevas. Las disposiciones están sometidas a una especie de revisión permanente, pero que nunca es radical, porque se lleva a cabo a partir de las premisas instituidas en el estado anterior[13].

Así, los cambios se generan en el aspecto estructurante del habitus, pero requiere de pautas institucionales mínimas que lo posibiliten.

Las categorías de “determinación” e “indeterminación” no nos aclara la distancia que habría actualmente entre estructuras sociales y subjetividad, es una antítesis homologable a otra sumamente cuestionable, como la que separa radicalmente individuo y sociedad.

El concepto de socialización se refiere al proceso mediante el cual se el sujeto internaliza enseña un conjunto de conocimientos, habilidades, normas y valores.[14] Las instituciones que sobresalen tradicionalmente en este proceso son la familia y la escuela. Este proceso de internalización supone la constitución de la realidad subjetiva, en especial la constitución de la personalidad individual.

Ahora bien, la constitución de la subjetividad, asociado aquí a los procesos de internalización e individuación, suponen procesos de identificación con “otros”, en una red de relaciones vinculares y afectivas (ya sean positivas o negativas), tal como da a entender en alguna forma, Elías.

La familia nuclear y la educación formal que fue institucionalizada en la primera modernidad, hoy están en crisis, o afectadas por procesos de deslegitimación. El campo cultural tiene una mayor complejidad, y como consecuencia se presentan instituciones alternativas para el desarrollo de los procesos “socializadores” aunque no en el mismo sentido antes explicado, sino como canales por donde circulan grandes caudales de información, como lo son, por ejemplo, las industrias culturales.

De alguna manera, los procesos identitarios tienen hoy otros canales simultáneos y alternativos a las instituciones socializadoras que “tradicionalmente” se encargaron de estos procesos. En este sentido, se vincula a este hecho, la redefinición de los estados – nación, en el actual contexto de globalización. Es así que, se diagnostica un “retroceso” o una “crisis” de los marcos institucionales socializadoras de las generaciones jóvenes. Hoy los jóvenes, se identifican con grupos y valores que circulan por canales “virtuales” por ejemplo, que implican aprendizajes que resultan muchas veces contradictorios con los enseñados en la familia y/o escuela, . En el mismo plano, aparece una suerte de deslegitimación de las generaciones adultas como portadores de un saber, ya que no se “adaptan” a las nuevas tecnologías en los mismos tiempos que lo hacen las generaciones jóvenes, lo que trae como consecuencia su nueva posición como portadores de un saber, aún si la educación formal no se lo proporciona, o lo hace parcialmente. El sistema educativo, por ejemplo en nuestra realidad, se “reestructura” a través de políticas neoliberales, con el fin de incorporar y transmitir los nuevos conocimientos y procedimientos, y busca la formación de un sujeto abierto a los cambios, crítico, reflexivo, interpretativo, etc. Aquí se presenta un problema, en tanto, las generaciones jóvenes se enfrentan a una estructura escolar verticalista y autoritaria – con dificultades para institucionalizar los cambios – y con un agente socializador desactualizado, y “formado en otro marco institucional”.

Por otra parte, en el contexto de la recesión económica asociada a la reestructuración del capitalismo, en donde el mercado de trabajo se achica, aparece como ‘sensación’ objetiva y subjetiva, la incertidumbre. La dificultades para encontrar un trabajo estable en el marco de la flexibilización laboral y en presencia de un alto índice de desocupación, disminuyen considerablemente las expectativas futuras de las generaciones jóvenes y adultas. El nuevo marco socioeconómico, se institucionaliza a la par que aparece una competencia feroz por un puesto de trabajo, en el que se requieren conocimientos y habilidades diversas, encontrando un marco propicio, el desarrollo del individualismo, característico de la época. Aparece, entonces, un tipo de subjetividad asociada a la ambivalencia e incertidumbre, que por otra parte necesita hacer prevalecer sus intereses ante la pérdida de instituciones que antes lo contenía.

La teoría de la modernización reflexiva nos proporciona un diagnóstico de los problemas propios de fines de siglo XX en los países altamente desarrollados. Sin embargo, y refiriéndonos a la realidad latinoamericana, es necesario aclarar sus especificidades. Tal como planteamos en los párrafos precedentes, las sociedades latinoamericanas sufren algunos de los problemas propios del capitalismo tardío, pero en su calidad de dependientes. Muchas de las situaciones conflictivas planteadas tales como, la falta de participación real de los jóvenes, la falta de proyectos futuros, la sensación de incertidumbre y ambivalencia, el “miedo a la libertad”, no tienen las mismas causas ni las mismas características en nuestra realidad. Tal es así que ameritaría realizar estudios más profundos acerca del impacto que tuvieron los sucesivos gobiernos autoritarios, así como las crisis económicas en nuestra calidad de sociedades dependientes, como fenómenos asociados a nuestra particularísima globalización cultural.

Es por ello que se hace dificultoso hablar de la autodeterminación de la agencia, sin tener en cuenta los cambios sociales e históricos que de alguna forma han dado lugar a estas nuevas subjetividades. Sin dudas estamos en una época de transición ( no sabemos bien hacia donde) que genera este proceso de incertidumbre, pero sin dudas, no se puede obviar los cambios estructurales que caracteriza a la sociedad capitalista que genera a su vez la necesidad de sujetos más flexibles. Es necesario, sin embargo, pensar este proceso más dialécticamente, en el sentido de que un sujeto más “libre” de las estructuras institucionales, sin dudas, puede generar y también cambios impredecibles.

Notas:

[1] op. cit, pág.11 [volver]

[2] op.cit, pág. 12 [volver]

[3] Beck, Ulrich. Hijos de la Libertad. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 1999. Pág. 10 [volver]

[4] Beck, Ulrich. Las Consecuencias Perversas de la Modernidad. Anthropos, cap. 6, pág. 212 [volver]

[5] Beck, Giddens, Lash. Modernidad Reflexiva. Alianza Editorial. Pág. 144 [volver]

[6] op.cit, pág.148 [volver]

[7] op.cit, pág. 149 [volver]

[8] op. cit, pág. 151 [volver]

[9] Cabe aclarar, que no se hace referencia a desigualdad de capacidades, sino a la posibilidad real de accerder a la información y poder interpretarla. [volver]

[10] Op.cit, pág. 164 [volver]

[11] Op.cit, pág. 167 [volver]

[12] Bourdieu, Pierre. Meditaciones Pascalianas. Editorial Anagrama. Barcelona, 1997. Pág. 210 [volver]

[13] Op.cit, pág. 211[volver]

[14] Aquí, rescato como un aporte valioso los análisis de Peter Berger y Thomas Luckmann, en “La Construcción Social de la Realidad”. [volver]

Bibliografía

Beck, U. – Giddens, A. y Lash, S. Modernización reflexiva. Política, tradición y estética en el orden social moderno. Alianza Universidad. Madrid, 1997.

Beck, U. (comp.) Hijos de la libertad FCE. México, 1999

- Las consecuencias perversas de la modernidad. Modernidad, contingencia y riesgo. Josetxo Berian (comp.)

Berger, P, Luckmann, T. La construcción social de la realidad.

Bourdieu, P. Meditaciones pascalianas. Gedisa. Bs.As.1997

- Razones Prácticas. Anagrama. Barcelona, 1997

Elias, N. El proceso de la civilización. FCE. México, 1979

Puiggrós, A. Qué pasó en la educación argentina. Kapeluz. Buenos Aires, 1999

Svampa, M. Identidades Astilladas. Buenos Aires, 1998

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