El problema de investigación

El problema que me propongo investigar en el presente trabajo es la dinámica de producción de sentido en televisión, a través del estudio de caso de la cobertura periodística de grupos piqueteros, y de su recepción por parte de audiencias con diferentes características socioculturales. La relevancia de este problema de investigación se fundamenta en la importancia de la televisión como uno de los principales productores sociales de sentido, y especialmente de los noticieros y programas periodísticos, que ocupan dentro de este proceso un rol prominente que se ha visto acentuado en el actual contexto, donde el descreimiento y crisis de representatividad de la sociedad han provocado un vertiginoso crecimiento de su protagonismo.

La elección específica de los piqueteros como objeto de los mensajes a estudiar radica en que los programas periodísticos de televisión ocupan un papel central como espacio de visibilidad para estos grupos. Esto se debe a dos razones: en primer lugar, porque los piqueteros, que han quedado fuera del sistema de producción y fuera del sistema de representación, han encontrado en los medios de comunicación un lugar donde expresar sus demandas y su situación. Como sostiene Tenti Fanfani, el espacio público de los medios de comunicación “constituye una manera de «hacerse ver», de romper el aislamiento, el «ninguneo» al que los reduce su situación de exclusión social y territorial [...] Durante el tiempo que dura el corte de ruta, los «excluidos» conquistan una existencia social en el contexto nacional” (Tenti Fanfani, 2000 : 4). En segundo lugar, porque cuando un programa de televisión hace circular de forma masiva un discurso sobre los piqueteros, ello constituye una comunicación de masas -es decir, la producción o reproducción en los medios de masas. Los programas informativo-periodísticos cumplen un papel sumamente importante en la distribución de discursos referidos a las agrupaciones de desocupados. Aparte de alguna observación ocasional y de algún episodio concreto en un lugar público, la mayoría de las personas no tiene un trato cotidiano con piqueteros, las conversaciones acerca de estos últimos, entre la mayoría, se basan mayoritariamente en informaciones mediáticas. Sólo aquellos que tienen un contacto diario con piqueteros, es decir, una minoría, pueden basar su conversación en experiencias personales.

Ahora bien, el análisis del proceso de producción de sentido acerca de grupos piqueteros implica tomar en cuenta tanto el plano de la codificación como el de la decodificación. En ese sentido, la hipótesis de este trabajo es que el sentido de un mensaje no surge del propio mensaje, sino del encuentro entre el sentido propuesto por el codificador y la interpretación que de éste hace el receptor. Siguiendo a Hall (1977; 1994) y Morley (1996), considero que los mensajes televisivos poseen cierres directivos que proponen ciertas interpretaciones sobre otras, pero, al mismo tiempo, son polisémicos, por lo que conservan su capacidad potencial de ser decodificados en un sentido diferente. Los receptores son sujetos insertos en contextos sociales y culturales específicos que influyen en la forma en que interpretan los mensajes de los medios. Todos acarreamos, en el momento de ver televisión, características y esquemas de percepción y valoración diferentes que influyen en la manera en que respondemos a los mensajes de los medios de comunicación; es decir, es un proceso mediado. Martín Barbero (1987) define a las mediaciones como “esa instancia cultural desde donde el público de los medios produce y se apropia del significado y del sentido del proceso comunicativo”. En su trabajo seminal De los medios a las mediaciones, el autor desarrolla el concepto de «mediación cultural» en relación con la participación de los sujetos en movimientos sociales y organizaciones. Este concepto se asocia con las prácticas comunicativas específicas de la audiencia como proceso estructurante. Orozco Gómez rescata el concepto de mediación para el terreno de la televidencia, diferenciando las mediaciones de las «fuentes de mediación» o lugar en el que se originan estos procesos estructurantes. Existe gran cantidad de mediaciones: la edad, el género, el nivel educativo, los grupos sociales de referencias, la pertenencia a instituciones.

La distinción entre los dos momentos de la producción social de sentido -la codificación y la decodificación- me llevó a dividir la presente investigación en dos partes: en primer lugar, estudiaré las estructuras y mecanismos internos de generación de significado de las noticias seleccionadas, para luego centrarme en la investigación de las características de las audiencias receptoras de esos mensajes, y la influencia de mediaciones en los procesos de decodificación.

Ahora bien, es por demás evidente que, dentro del público televisivo, existen diversas audiencias. Considero que la clase media como construcción indefinida y, a la vez, muy precisa, representa el destinatario por antonomasia del discurso de los informativos. Fundamento esta afirmación en el hecho de que, si bien los programas periodísticos pueden apuntar a públicos diferentes, existe un componente de «sentido común» afín a todos ellos, en tanto formas «sensatas» de entender los diferentes cuestiones sociales. Esta imagen del telespectador «sensato», capaz de identificarse con los contenidos del programa queda resumida en la figura del ciudadano «civilizado y racional» que comparte los supuestos de sentido común de la emisión (el «argentino medio»). En los sucesos de la primera mitad del año 2002, en los que se centrará este trabajo, se buscó, por un lado, establecer un simetrización entre la situación del piquetero y la clase media porteña -y de allí la consigna «piquete y cacerola, la lucha es una sola»-; por el otro lado, de antagonizar las situaciones: se impuso una separación clara entre los piqueteros y la clase media que desea «circular, trabajar y producir», mientras los piqueteros la interrumpe. Considero que esta representación de la clase media como entidad homogénea, ya sea como televidente o como actor social, es sólo una construcción mediática. Por lo tanto, el análisis y comparación de las decodificaciones de audiencias que en un primer momento pueden caracterizarse siguiendo esta idea de «clase media» puede resultar relevante para comprender la influencia de los códigos culturales en los procesos de producción de sentido.

Análisis de los mensajes

La primera parte de este trabajo está dedicada, como dije anteriormente, al estudio de los mensajes televisivos. Para ello elaboré un corpus conformado por noticias e informes sobre piqueteros de programas de periodismo político y noticieros de televisión de canales de aire de la Ciudad de Buenos Aires, emitidos durante la primera mitad del 2002. Procuré asegurar la mayor multiplicidad posible de miradas, incluyendo programas que a priori pensé que podían presentar discrepancias entre sí.

Una vez conformado el corpus, procedí al análisis de cada programa. Esto se realizó a través de dos herramientas: el análisis semiótico y el análisis crítico del discurso. El análisis semiótico buscó analizar los programas seleccionados en tanto estructuras complejas de texto e imagen, para identificar su modo de destinación o presentación. El análisis crítico del discurso, en cambio, posibilitó identificar las representaciones de los piqueteros de cada programa, revelando los cierres directivos y los sentidos implícitos del mensaje (la «lectura dominante» de Hall).

Análisis de los textos

Mis datos revelaron que los sucesos cubiertos en los programas del corpus, que en teoría son singulares para cada informe, también permiten una mayor actividad de abstracción y de generalización. Mediante la aplicación de macrorreglas (ver van Dijk, 1983), es posible identificar cada tema particular como perteneciente a un tema global. Por ejemplo, se encuentran temas del tipo «los piqueteros destrozan avenida durante protesta», que, a un nivel más alto de abstracción pueden generalizarse como «los piqueteros son violentos». Así pues, a partir de las macroestructuras que dominan la descripción de temas relativos a piqueteros, derivé cuatro temas generales: a) los piqueteros son peligrosos; b) los piqueteros son víctimas; c) los piqueteros causan molestias; d) los piqueteros sufren problemas.

Estos temas aparecen en forma diferente y con distinta frecuencia en las noticias analizadas. La identificación de estas distinciones, junto con la aplicación de otras herramientas del análisis crítico del discurso, me ha llevado a construir una tipología de discursos acerca de los piqueteros. La tipología incluye lo que denomino el discurso demonizante, el discurso victimizante, y finalmente, el discurso paternalista.

El discurso demonizante es aquel que se construye en torno a una visión esencialmente negativa de las agrupaciones piqueteras, identificándolas como una amenaza. El discurso victimizador, en cambio, se centra en los problemas experimentados por las agrupaciones de piqueteros para construir una representación de víctima. El discurso paternalista, por último, se articula alrededor de una pretensión de objetividad que construye a los piqueteros como personas a las que se debe asistir, dado su carácter problemático. La impersonalidad y la abstracción son sus características más importantes, ya que constituyen las herramientas para legitimizar las representaciones de los piqueteros como personas que causan molestias sin por ello manifestarse en forma explícita en su contra. El aspecto definitorio de la representación paternalista se define a partir de dos mecanismos: la producción de objetividad a través de mecanismos como la nominalización o la desagentivación, y el ocultamiento del mensaje, que se traduce en ambigüedad.

La elaboración de una tipología de discursos sobre los piqueteros posibilitó caracterizar los sentidos codificados en los programas del corpus. Es importante tener en cuenta que los distintos programas no responden a un tipo determinado, sino que se distribuyen en un continuo conformado por los tres tipos discursivos.

En los programas más cercanos al discurso paternalista predomina un modo de destinación abierto que, por sus mismas características, permite que el discurso paternalista despliegue los mecanismos de objetividad y ocultamiento, al incluir una serie de factores que actúan al nivel del contacto con el televidente. En el modo de destinación abierto, la interpelación del conductor a la audiencia se da a través de un dispositivo que descansa en el «no-saber», en un conductor que se entera de los hechos con nosotros: se trata de un enunciador que toma distancia de la noticia. Pero, al mismo tiempo, que toma distancia del mismo enunciador, ya que el conductor simplemente está «hablándonos en nombre del programa». No asume el discurso como propio: cuando el conductor habla, en realidad está hablando el programa. Esta desagentivación permite la impersonalidad propia del discurso paternalista, que produce la objetividad que lo legitima. La noticia se transforma en una crónica «imparcial» de los sucesos noticiados y el sentido del mensaje queda en segundo plano, oculto. De esta manera, el discurso paternalista y su modo de destinación abierto se construye «desideologizado».

Los programas más cercanos al discurso demonizante o al victimizador, al contrario de lo que ocurre con el discurso paternalista, tienden a evitar toda ambigüedad y asumen una posición mucho más rígida o detallada de los piqueteros. En estos programas predomina el modo de destinación cerrado, que plantea una relación distinta con el televidente respecto del modo abierto. En primer lugar, porque la interpelación a la audiencia no se da a través de la igualdad frente a la información, sino a través de la complicidad ideológica que se expresa en una misma mirada de los hechos que se notician. En segundo, porque existe un diferencial «saber» que fundamenta la figura del conductor, lo que se traduce en el uso de un discurso asertivo y pedagógico, que se enuncia como proposiciones objetivas acerca de algo o alguien. Esto define una estructura televisiva particular, con el conductor presente en todas las dimensiones del discurso, hasta volverse equivalente: el programa termina siendo él (presentador-omnipresente). Se trata de un modo directivo, que restringe el sentido mucho más de lo que sucede en el discurso paternalista, mucho más difuso.

En términos cuantitativos, dentro del corpus predomina una visión paternalista de los piqueteros, caracterizada por un componente altamente ambiguo y estereotípico, que demuestra que cualquier intento de definir a los medios como opositores activos o, viceversa, como defensores manifiestos de los piqueteros es una visión limitada de la realidad. De hecho, es la ambivalencia la principal característica de la mayoría de los mensajes sobre piqueteros analizados. El discurso de los medios no es monolítico, ni mucho menos. Para llegar a la mayor cantidad de público los medios deben mantener su carácter ambiguo. Esto último también demuestra que en la televisión hay una producción social de sentido e ideología y marca la importancia de relacionar el estudio de los medios con la construcción social de la realidad. Sin embargo, me parece importante resaltar nuevamente que la producción de sentido de los medios no puede entenderse unilateralmente, ya que, en los procesos de recepción, las personas incorporan sus propios códigos culturales, produciendo lecturas que muchas veces resignifican los mensajes. La segunda parte de este trabajo busca justamente dar cuenta de este proceso.

Estudio de la recepción

El objetivo de esta sección es investigar empíricamente formas precisas de interpretación de los mensajes de televisión analizados. Para ello, confronté personas de diversas características culturales con los programas, mediante proyecciones en video del material. Al mismo tiempo, para demostrar la vacuidad del concepto de clase media como televidente homogéneo, tomé audiencias que compartían una serie de variables que, en términos de producción y consumo, podían ser clasificadas de esta manera.

Dado que mi intención era tratar de recrear una situación normal de recepción, decidí tomar parejas y realizar las proyecciones en sus hogares particulares. La decisión de estudiar sólo parejas estuvo motivada por mi deseo de entrevistar a las personas dentro de su contexto «natural» de televidencia -el hogar-, y por el hecho de que me pareció una manera aceptable de restringir el universo de estudio sin afectar los resultados de la investigación.

La muestra fue elaborada teniendo en cuenta que la segmentación definitiva se daría durante la recepción, y no a priori. Coincido con Orozco Gómez cuando afirma que la audiencia de televisión no existe en términos absolutos, sino en relación a la televisión. Por lo tanto, la segmentación prelimar constituyó principalmente una «puerta de entrada», basada en dos variables: la edad y el nivel educativo. La edad influye en la relación que se establece con la televisión como medio. En mi caso, he recuperado la distinción elaborada por Roxana Cabello (1997) entre los «los sorprendidos de la televisión» -personas entre cincuenta y sesenta años que han incluido a la televisión dentro de su dinámica cotidiana con posterioridad a su socialización primaria- y los «hijos de la televisión» -personas menores a treinta años, que se han criado con la televisión ya totalmente integrada a la dinámica cotidiana-, y he incluido sujetos de ambas franjas etarias. Respecto al nivel educativo, tomé personas cuyo nivel de estudios se correspondiera con alguna de las tres categorías de la educación formal: primario, secundario y universitario, asegurándome la presencia de los tres niveles educativos dentro de la muestra.

A pesar de esta segmentación preliminar, la muestra definitiva se conformó a medida de que avanzaba el análisis y respondió a las particulares interacciones comunicativas de cada pareja con los mensajes. Esto se debe a que, más que buscar profundas identidades o la esencia cultural de cada audiencia, la aspiración de este trabajo es explorar las relaciones e interacciones de las personas con la televisión. La identidad de las personas en tanto audiencia de televisión se da en términos relacionables, no esenciales. Los criterios finales de segmentación fueron: las estrategias de recepción -que se refieren a las estrategias de interacción entre audiencia y la televisión, las acciones y reflexiones generadas por ella y relacionadas con el medio-, el compromiso con el discurso educacional -es decir, el modo de presentación empleado por cada individuo relacionado con el mayor o menor deseo de distinción en la decodificación a partir de la posesión de capital cultural-, las representaciones previas de los piqueteros de cada audiencia y la edad. De esta manera, quedaron delimitadas las audiencias entre los sujetos de la muestra.

Análisis

El análisis de las decodificaciones muestra, en primer lugar, que los entrevistados rechazan o aceptan los mensajes según se corresponden o no su propia concepción de los piqueteros. Las representaciones previas definen la identificación con los mensajes, y en ese sentido, vemos que durante la decodificación actúan ideas y concepciones propias de los televidentes. Un segundo aspecto que se desprende del análisis es que audiencias con diferentes visiones de los piqueteros pueden llegar a decodificar el mismo mensaje en forma diametralmente opuesta. Esto se da principalmente cuando se trata de programas paternalistas, cuyos mecanismos discursivos, caracterizados por el ocultamiento del mensaje y la producción de la objetividad, crean un marco que resulta igualmente aceptable para distintas audiencias. En ese punto, podemos afirmar que las personas, más que internalizar directamente los contenidos de los mensajes, proyectan sentidos propios en los mismos. En consecuencia, en la recepción de los programas victimizador y demonizador, más directivos, las representaciones de los televidentes definen la aceptación, mientras que en los programas paternalistas, más ambiguos y abiertos, las representaciones también pueden llevar a una resignificación del mensaje. Lo importante de todo esto es que el televidente se revela como un actor fundamental que llega al texto provisto de preconceptos que influyen directamente en su lectura.

Las estrategias de recepción representan otro factor que define las decodificaciones. Estas estrategias surgen a partir de la mediación de la edad y el compromiso con el discurso educacional en el proceso de recepción. La mediación de la edad se manifiesta en la diferente relación con la televisión establecida por jóvenes y por adultos. Los jóvenes poseen un vínculo más «natural» con el medio televisivo, ya que, desde su socialización primaria, la televisión está totalmente integrada a la dinámica familiar. Los adultos, por el contrario, mantienen una cierta distancia, expresada en una menor incorporación del televisor dentro de la cotidianeidad doméstica y la rutina diaria. El acto de ver televisión se encuentra mucho más formalizado en estas personas, mientras que en los jóvenes está automatizado.

El compromiso con el discurso educacional, por otro lado, lleva a los entrevistados a utilizar diferentes pautas de lectura e interpretación. Así, se elaboran criterios de valoración e identificación respecto de los modos de destinación de los programas. Las personas con bajo compromiso tienden a identificarse con el discurso paternalista a razón de su carácter más abierto y ambivalente, y también en virtud de su rechazo hacia los modos de destinación de los discursos victimizador y demonizante, que son interpretados como demasiado impositivos o directivos. Las personas con alto compromiso, en cambio, valoran aspectos como el análisis, el debate y la reflexión, por lo que se identifican con los modos de destinación de los discursos victimizadores o demonizantes -la cobertura de los piqueteros por parte de los programas paternalistas es vista como «de bajo nivel». No obstante, dado que estos modos de destinación son más directivos y explícitos, la identificación también está claramente asociada a la complicidad ideológica con los programas, lo que involucra las representaciones de piqueteros de cada audiencia y aquellas proyectadas por los discursos.

La edad y el compromiso con el discurso educacional constituyen una dimensión central del proceso de recepción, ya que determinan las posibilidades prácticas de que esos mensajes lleguen a influir efectivamente en las audiencias. Estas variables definen modos de consumo de los contenidos periodísticos, que implican un distinto acercamiento a los programas, determinando formas diversas de exposición a los contenidos periodísticos y configurando una primera instancia de selección respecto a las posibilidades de estos mensajes de influir en las personas. La diversa relevancia personal que pueden tener define la exposición o no a su influencia. En el caso de los jóvenes, su visión de la televisión como entretenimiento explica su escaso interés en los mensajes y el hecho de que los temas tratados en general resulten intrascendentes. Para estas personas, los programas periodísticos y la temática de los piqueteros son completamente ajenos a sus inquietudes y preferencias. En cierto sentido, se puede decir que esta audiencia es «inmune» a la influencia de los mensajes por el hecho de que difícilmente los incluyen en sus rutinas televisivas.

Los adultos -y en especial, los adultos con alto compromiso con el discurso educacional- demuestran poseer un mayor conocimiento y predisposición hacia los programas proyectados y la temática de los piqueteros. Es posible afirmar que están más expuestos a su influencia, ya que son más proclives a ver estos programas en su rutina cotidiana. No obstante, este mayor interés también los lleva a rechazar ciertos mensajes, a través de «filtros» en la decodificación. Estos filtros surgen de representaciones previas y una mayor familiaridad con el discurso periodístico, y limitan claramente la influencia de los mensajes filtrados o bloqueados. Así, el mayor interés significa mayor exposición a los mensajes, pero de sólo de aquellos programas con los que previamente existe afinidad. En general nadie mira programas con los que está deliberadamente en desacuerdo o encuentra desagradables.

Lo que se deduce de todo lo anterior es que las estrategias de recepción no influyen tanto en la decodificación concreta de los mensajes sino en la posibilidad de que esos mismos programas lleguen a ser vistos por la audiencia.

Así, podemos definir dos dimensiones visibles en el proceso de recepción. En primer lugar, podemos hablar de una dimensión de decodificación. Esta dimensión está mediada por dos procesos: en primer lugar, la relación que establece el receptor entre las representaciones de los piqueteros de cada programa y sus propias representaciones, lo que va a definir a la manera en que el mensaje es interpretado. En segundo lugar, el vínculo entre modo de destinación y nivel de compromiso educacional. Esto último determina el grado de identificación del televidente con cada uno de los diferentes discursos.

La segunda dimensión que encontramos dentro del proceso de recepción es la dimensión de recepción, que se refiere a las posibilidades concretas de que los mensajes lleguen a influenciar a la personas. En este punto, las distintas estrategias de recepción que surgen a partir de la edad y el compromiso con el discurso educacional van a definir qué tipo de programas se miran y la capacidad de que influyan en la audiencia.

Es importante señalar, no obstante, que esta distinción es puramente analítica, ya que durante el proceso de producción de sentido, todos los factores señalados actúan en forma interrelacionada y como un todo.

Conclusiones

La principal conclusión que se desprende de este trabajo es que el sentido de un mensaje no se construye solamente en el momento de la codificación o en el de la decodificación, sino que surge al cruzarse los cierres directivos del mensaje -que incitan a ciertas lecturas sobre otras- con las mediaciones y representaciones previas de los receptores de dicho mensaje. De esto se deriva, a su vez, que el sentido dado en la codificación no es necesariamente el que interpreta la audiencia y que audiencias con diferentes características pueden producir lecturas distintas de un mismo mensaje. Es por ello que se puede afirmar que un mensaje no admite infinitas lecturas, pero tampoco puede ser interpretado de una sola manera; se da una negociación del significado del mensaje entre el sentido codificado y su interpretación por parte de los sujetos.

El estudio del corpus mostró que los mismos sucesos se representan en forma diferente en los distintos programas. Estas diferencias se relacionan con posturas ideológicas que, a su vez, se ven reflejadas en el discurso. El hecho de que en la televisión se de una producción de sentido e ideología acerca de grupos piqueteros tampoco significa que los medios tengan una posición monolítica. Por el contrario, los programas tienden a asumir un discurso paternalista, notoriamente ambiguo, que les permita llegar a la mayor cantidad de público posible. Es absurdo, por tanto, afirmar que los medios se oponen o apoyan a los piqueteros. La situación es mucho más compleja.

El proceso de recepción marcó la presencia de diferencias en las interpretaciones de cada audiencia. Estas diferencias se relacionan principalmente con las representaciones previas de los piqueteros de cada audiencia. Las representaciones sociales sobre piqueteros actúan como referencia para deconstruir y resignificar el sentido de los mensajes. Los entrevistados, en general, rechazan los programas cuyas representaciones de los piqueteros se interpretan como contradictorias con su propia concepción de estos grupos. Esto demuestra que los mensajes no actúan sobre audiencias pasivas que incorporan lo dicho por los medios sin analizarlo: los sujetos poseen ideas y prejuicios que actúan como «filtros» en sus decodificaciones. En ese sentido, el discurso paternalista, al ser más ambiguo y estar más asociado a un modo de destinación abierto, permite una mayor proyección de las propias representaciones de la audiencia. Los mecanismos de ambivalencia e impersonalidad del discurso permiten que éste sea igualmente aceptable para audiencias diferentes, que lo decodifican como coherente con su postura personal acerca de los piqueteros. Esta mayor capacidad de identificación de los mensajes abiertos no implica que sean más influenyentes sobre la audiencia, porque, justamente, la identificación se da a costa de una resignificación del sentido y un menor control sobre los receptores del mensaje.

Los discursos victimizador y demonizante, al ser más directos, implican en la audiencia la asunción de una postura frente al mensaje: se lo acepta o rechaza, porque es menor la posibilidad de proyectar sentido. Al mismo tiempo, al admitir una menor resignificación, tampoco son totalmente efectivos a la hora de transmitir el sentido codificado, ya que si no concuerdan con las ideas y preconceptos de la audiencia, es probable que sean rechazados inmediatamente.

La edad como mediación marca la relación del sujeto con la televisión. Los jóvenes la han integrado en mayor medida a su propia dinámica cotidiana, mientras que los adultos mantienen cierta distancia. La naturaleza de la relación establecida con el televisor, sumada al nivel de compromiso con el discurso educacional, conforman las estrategias de recepción de cada audiencia. Estas estrategias no son una variable importante dentro del proceso efectivo de decodificación de cada mensaje. Sin embargo, sí son importantes dentro del proceso global de recepción porque definen modos de consumo de los programas periodísticos. Así, aquellas personas que no consumen programas periodísticos tienden a encontrarlos intrascendentes, y la influencia efectiva de los mensajes es escasa. Las personas que incluyen este tipo de programas en sus rutinas televisivas y muestran interés por los temas cubiertos tienen una mayor exposición a los mensajes, pero, dado que conocen los códigos implícitos de los programas periodísticos, han desarrollado mayores filtros en la decodificación, por lo que probablemente vean aquellos con los que coinciden y eviten los que no se corresponden con su ideología. Así, la influencia efectiva no es tan importante, y se limita a reforzar las ideas que el sujeto tiene de antemano acerca de los piqueteros.

En consecuencia, queda demostrado que la imagen tradicional de los medios como adoctrinadores de un público pasivo -el famoso paradigma hipodérmico de Laswell- no se sostiene. En todo caso, la influencia de los mensajes se encuentra atada a la probabilidad de ser vistos, y nadie ve algo que no le interesa o está deliberadamente en contra de sus ideología. Y aquellos programas más ambiguos, en general tienden a ser resignificados por la audiencia, volviéndolos más afines a sus ideas, por lo que su capacidad de influencia está también muy limitada.

Así, vemos que los procesos de recepción televisiva están mediados por diferentes procesos estructurantes de la relación entre el mensaje y la audiencia. Estas mediaciones se relacionan con características de los sujetos que conforman la audiencia, y que van más allá de meras determinaciones socioeconómicas. Al mismo tiempo, cada mediación se relaciona con las demás, configurando entre todas las decodificaciones. Por ello, cada mediación no puede estudiarse en forma aislada y abstraída de la situación específica de recepción.

Finalmente, quisiera remarcar el carácter eminente social de la producción de sentido en televisión. Este proceso, se da tanto en la codificación como la decodificación de los mensajes. Por tanto, su estudio debe ocuparse de ambos aspectos: los cierres directivos del mensaje, que incitan a ciertas lecturas sobre otras, y las mediaciones y procesos estructurantes culturales y sociales que intervienen en la forma en que las audiencias receptoras de dicho mensaje interpretan y resignifican el mismo mensaje. Su sentido surge del encuentro entre ambos momentos.

Bibliografía

Auyero, J. (2000) “El juez, la reina y el policía. Etnografía, narrativa, y los sentidos de la protesta,” Apuntes de Investigación del CECYP, nº 6, Buenos Aires, Centro de Estudios en Cultura y Política.

Cabello, R. (1997), “¿Multicultural electrónica? Televisión por cable: diagnóstico socio-cultural sobre la influencia de sus usos”, III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación «Comunicación: Campos de investigación y prácticas», Mendoza, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNCuyo.

Desiderio, R. (1997), “La televisión como nuevo espacio de representatividad”, III Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación «Comunicación: Campos de investigación y prácticas», Mendoza, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales UNCuyo.

Fiske, J. (1986), Television: polisemy and popularity, Critical Studies in Mass Comunication, nº 3, citado en Morley, D. (1996), Televisión, audiencias y estudios culturales, Buenos Aires, Amorrortu

Hall, S. (1977), “Codificar y decodificar”, en Delfino, S. (comp.) (1993), La mirada oblicua, Buenos Aires, La Marca.

Hall, S. (1994), “Estudios culturales: dos paradigmas”, Causas y Azares, nº 1, Buenos Aires.

Hartley, J. (1982), Understanding news, Londres, Routledg, citado en Peace, M. The Construction of Reality in Television News, Daniel Chandler’s Media and Communication Studies Site [en línea]. Disponible en: .

Jensen, K. y Jankowski, N. (comps.) (1993), Metododologías cualitativas de investigación en comunicación de masas, Barcelona, Bosch.

Katz, E y Lazarsfeld, P. F. (1979), La influencia personal. El individuo en el proceso de comunicación de masas, Barcelona, Hispano Europea.

Lazarsfeld, P. F., Berelson B. y Gaudet, H. (1968), El pueblo elige. Cómo decide el pueblo en una campaña electoral, Buenos Aires, Ediciones 3.

Martín Barbero, J. (1987), De los medios a las mediaciones.

Comunicación, cultura y hegemonía, Barcelona, Gustavo Gilli.

Morley, D. (1996), Televisión, audiencias y estudios culturales, Buenos Aires, Amorrortu.

Orozco Gómez, G. (1996), Televisión y audiencias: Un enfoque cualitativo, Madrid, Ediciones de la Torre/ Univ. Iberoamericana.

Penna, M. (1992), O que faz ser nordestito. Identidades sociais, interesses e o escandalo, São Paulo, Erundina Cortez Editora.

Tenti Fanfani, E. (2000), “Exclusión social y acción colectiva en la Argentina de hoy”, Punto de Vista, nº 67, Buenos Aires.

van Dijk, T. (1983), La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinario, Barcelona, Paidós.

van Dijk, T. (1990), La noticia como discurso. Comprensión, estructura y producto de la información, Barcelona, Paidós.

Verón, E. (1985), El análisis del «contrato de lectura». Un nuevo método para los estudios del posicionamiento de los soportes de los media, Visión Libros (textos en formato digital) [en línea]. Disponible en: .

Verón, E. (2001), El cuerpo de las imágenes, Buenos Aires, Norma.

Voloshinov, V. (1973), El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Buenos Aires, Nueva Visión.

Licencia Creative Commons
Este contenido, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution 4.0 International Licencia.