¿Qué hace la audiencia con la TV en la era de la globalización? ¿Cómo resemantiza la audiencia de Comodoro Rivadavia estos productos de la globalización?

Enfoque de la perspectiva

Desde el surgimiento de los medios como fenómeno masivo, una de las preocupaciones centrales de los investigadores recaló en la audiencia y los efectos de sus mensajes sobre ella. Esta situación se agudizó en argentina durante la década del 50 con la entrada de la TV en el ámbito cotidiano.

A partir de entonces, varios han sido los ejes centrales del debate que científicos y sociólogos han estudiado para poder desentrañar el impacto que la Televisión produce en la sociedad.

Sin embargo, la pregunta predominante entre los investigadores de la comunicación -bajo el modelo Efectos de los Medios- ha sido: ¿Qué hace la TV con su audiencia?. En este sentido, la intención de los comunicadores ha sido buscar los efectos positivos o desenmascarar el impacto negativo, entre otras cosas.

Pero ¿Qué hace la audiencia con la TV?, en cambio, es la pregunta que se instaló bajo el modelo de “Usos y Gratificaciones”. Este paradigma ha variado radicalmente el eje de la discusión, principalmente porque la preocupación de los investigadores es la de conocer el “uso social” que la audiencia hace de los medios.

Entre estos dos polos bien diferenciados, se han desarrollado una serie de investigaciones que toman en consideración, o las diferencias individuales de los sujetos, su personalidad, sus distintas motivaciones o los condicionamientos sociales del sujeto producto de su posición en la estructura social.

Se ha observado que en la relación medio/ público, es justamente el público quien otorga mayor o menor resistencia a los mensajes persuasivos.

Para el siguiente análisis considero importante investigar la interacción que se produce entre Tv y audiencia. Para ello utilizaré como caso puntual: el programa Gran Hermano bajo la perspectiva de los Estudios Culturales.

El objeto de este ensayo es verificar cómo se resemantiza, en Comodoro Rivadavia, la producción de sentidos que ofrece Gran Hermano.

Para ello se analizará en forma descriptiva el consumo y el grado de exposición del espectador frente a la pantalla.

Como metodología se realizarán entrevistas de tipo cualitativo a una muestra sesgada de la población donde se tendrán en cuenta la edad, el sexo y el lugar que ocupa el espectador dentro del sistema de producción.

Introducción:

Cuando la democracia y la libertad triunfan, retornan paradójicamente, con fuerza recobrada nuevas formas de tiranía con “otros opios” para el pueblo.

En esta era de alienación en los tiempos de la cultura global y los mensajes a escala planetaria, las tecnologías de la comunicación juegan, más que nunca, un papel ideológico de primer orden.

En este sentido resulta propio retomar al sociólogo Eliseo Verón quien afirma que “todos los mensajes son pasibles de contener ideología, que no se manifiesta abiertamente, sino que opera por connotación e impregna todo el campo de la comunicación de masas” (1967)

Gran Hermano es un producto que se constituye rápidamente en el prototipo ideológico de esta cultura global que -por sus particularidades- abarca dos aristas de la globalización: la económica y la cultural. El impacto social que produce este tipo de producto merecería cuantificarse con una investigación más exhaustiva y en profundidad.

Sin embargo, el objeto de estudio que ocupa mi atención en este ensayo, será la forma de apropiación del programa por parte de la audiencia de Comodoro Rivadavia, su necesidad de identificación y la función normativizadora de este tipo de productos.

La cultura como campo de lucha

El contexto cultural en el cual los miembros de la audiencia están insertos cobra significado sólo a partir de los ´70 cuando el inglés Birminghan incorpora esta dimensión cultural a los estudios de recepción.

Dentro de los Estudios Culturales se desarrollaron dos tendencias de investigación diferentes “por un lado, los trabajos sobre la producción de los media en cuanto sistema complejo de prácticas determinantes para la elaboración de la cultura y de la imagen de la realidad social y, por otro, el consumo de la comunicación de masas en cuanto lugar de negociación entre prácticas comunicativas extremadamente diferenciadas” (Mauro Wolf, 1991:123)

La limitación de estos enfoques es probablemente la consideración de abordar al sujeto simplemente desde la perspectiva psicológica o sociológica.

Dentro la segunda opción resulta interesante comprender, no tanto los discursos producidos por los media, sino sobre todo el contexto de los sujetos inmersos en su cotidianeidad ya que es allí donde asignan significado a lo percibido.

La globalización y los medios de comunicación

La globalización es un proceso que aún provoca reacciones encontradas. “Competir se ha transformado en la consigna cotidiana transmitida por publicitarios, compañías multinacionales. Sin embargo nadie desconoce que la globalización está necesariamente vinculada al funcionamiento actual del capital en una escala mundial.

Estas nuevas fuerzas de dominación imperialista se basan en el libre mercado cuyos tres motores son “la liberalización, la desrregulación y la privatización” según Ricardo Petrella (5)

Este autor considera que “un nuevo credo recorre el mundo. El dogma es aprender a competir.”

Es en esa competencia donde los medios de comunicación han contribuido a expandir el sistema capitalista y donde la competividad como medio se ha convertido en un fin.

La competencia es un instrumento poderoso y es una dimensión esencial en la vida económica, pero también, una de las primeras causas de movilización y creatividad en el terreno político, en la vida cultural y artística.”

La globalización ha tenido su expresión política en la redefinición del Estado-Nación y ha fomentado asimismo, un modo de vida global (o lo que algunos denominan “estandarización y homogeneización cultural”).

Como reacción a estos procesos que tienden a la homogeneización cultural se han producido en varios países tensiones y contradicciones, vigorizando nacionalismos e incluso identidades étnicas o religiosas.

Cobra sentido aquí retomar desde la Teoría de los Estudios Culturales a Stuart Hall (6) que afirma que es necesario deconstruir el término “popular” en la cultura, porque en la actualidad, el término popular es inmediatamente asociado al consumo en el campo económico o comercial. Sin embargo, a lo largo de la historia tanto el término “cultura como el término “popular” han sufrido distintas y variadas acepciones.

Para el sociólogo Stuart Hall, la cultura popular sólo tiene sentido en tanto y en cuanto sea un espacio de lucha por la asignación de sentidos ya que la lucha política y cultural se da en la capacidad de construir clases e individuos como fuerza popular.

Esas clases o fuerzas populares se separan o dividen por la cultura. Por lo tanto la cultura popular es uno de los escenarios de lucha a favor o en contra de los poderosos.

La cultura popular es también el sitio donde surge y se afianza la hegemonía como capacidad de convencer a los demás.

Canclini (7), sin embargo, considera que la globalización ha contribuido a que la cultura hoy sea híbrida, ya no hay límites claros entre lo propio y lo ajeno.

Paradójicamente llegamos así a otra visión de la cultura en el mundo contemporáneo, nos encontramos con el concepto de multiculturalización. No puede leerse este concepto como algo liviano, sino que su enfoque debe ser visto como una nueva estrategia de la globalización.

Por un lado demuestra que hay una pluralidad de culturas que pueden identificarse por la diferencia, pero a su vez, están relacionadas por lazos sociales y comunicacionales que traspasan las fronteras de los -cada vez más en retirada- Estados Nación, generando así una cultura global basada en la competencia y el consumo a escala planetaria.

Tampoco puede ignorarse que más allá de la ideología del consumo, los cambios en la totalidad del planeta están basados en una vertiginosa aceleración de procesos tecnológicos. Estos avances son muy significativos tanto en los campos de la Información y Telecomunicaciones, como especialmente en el terreno de las comunicaciones, microelectrónica, genética y nuevos materiales. Esta aceleración ha venido fomentando un modo de vida global basado en la “estandarización y homogeneización cultural” y Gran Hermano, el programa de Endemol producciones resulta un buen ejemplo de lo que denomino “estandarización de la diferencia”.

El mecanismo de esta estrategia global es esencialmente el uso de la esfera privada sometida a un proceso de teatralización.

En este sentido, la transformación de la Vida Cotidiana a través de los medios se convierte en eje de este cambio y provoca el diálogo entre la esfera pública y la esfera privada. El producto televisivo se convierte así en otro nuevo exponente del desdibujamiento de límites, tanto por sus condiciones de producción (retoma características específicas de distintos formatos televisivos como el talk show, la telenovela, el informativo, el concurso televisivo, el documental, etc) como por su objetivo vouyerista.

El programa

Por considerarlo oportuno, mencionaré brevemente algunos ejes centrales en los que se basa el Producto:

  • Convivencia: un total de 12 personas, 6 mujeres y 6 hombres deben convivir en una casa.
  • Aislamiento: dichos “actores” deben estar 112 días aislados de la realidad contextual externa a la casa
  • Vigilancia: 26 cámaras, 3 de ellas de infrarrojo y 50 micrófonos distribuidos por toda la casa bajo el control de más de 100 técnicos y productores que se turnan día y noche para garantizar la puesta en escena que es televisada en forma continua.
  • Contención: el programa cuenta con un equipo de psicólogos a disposición del grupo
  • Sistema de exclusión externa: eliminación gradual de los participantes por sistema de nominación interno. (ellos nominan y el público “decide” quien es expulsado)

Tal como se ha expresado en el párrafo anterior, el programa se basa en la filmación ininterrumpida durante tres meses, de un grupo de 12 personas seleccionadas previamente por la producción.

Los requisitos de selección para participar en el programa dependen de las características personales de cada integrante. En el Casting se evalúan los aspectos físicos y psíquicos de cada persona con el objetivo de buscar la variedad de personalidades para enriquecer la convivencia.

Durante ese espacio temporal, los participantes exhiben sus emociones, sus conflictos, sus cuerpos y su intimidad, mientras que el espectador, también es invitado a ser partícipe de este juego vouyerista.

El individuo establece un “pacto” por el cual, su conducta, sus reacciones personales y su vida cotidiana son “alquilados” por equipos de producción televisiva en beneficio mediático.

Mientras que el objetivo de los improvisados actores es ganar un premio que asciende a $ 120.000, el objetivo mediático es deslegitimar la vida cotidiana, y convertirla a la maquinaria del espectáculo público en función de lo que podría denominarse un “experimento” mediático que intenta captar y mostrar la realidad desde la microhistoria personal.

Televerdad

Gran Hermano se enmarca, por sus características, en el género de “televerdad o reallity show”. Este género – en palabras de Lorenzo Vilches – expresa y representa el cambio que se ha operado entre la forma de hacer televisión y el nuevo modelo de espectador.

A pesar de que la evolución de este género parece aún incierta, encierra riesgos considerables

En la actualidad, resulta innegable el éxito que este programa ha alcanzado entre públicos populares y crecientes, por esa razón el género se ha ido expandiendo rápidamente en diversos países del mundo.

El gran nivel de consumo es uno de los atractivos por los cuales son las televisoras comerciales las que preferentemente explotan este tipo de productos desde distintos enfoques que van desde la espectacularidad hasta el sensacionalismo.

El reality show no es importante como fenómeno aislado, de hecho sus múltiples definiciones, infortainment (información+entretenimiento), televerdad, real life, etc. denuncian una fórmula ecléctica de géneros diversos que representan, sobre todo, el cambio de institución televisiva en relación con el nuevo protagonismo de la gente común.

La expansión de este género comercial abarca tanto los talk shows, como los reallity shows y los estudiosos del género coinciden en señalar que tanto en el continente europeo como en el americano, la televerdad busca rescatar a la gente común para la televisión.(Vilches, 1995, Alvarez Berciano, 1995) pero es también un rescate a nivel global de la “diferencia”. Al tiempo que se rescata la gente común para la televisión, se produce un rescate de la oralidad y los dialectos culturales.

En estos espacios el objetivo no es sólo mostrar la realidad en cuanto a experiencias de vida, sino contar una buena historia creíble. “La televisión que desde su origen ha estado al servicio de un poder moral y estético dictado desde arriba, se encuentra con la obligación de arreglárselas para hacer escuchar las biografías de aquellos que la miran” (Vilches, 1995)

En este sentido, la televisión se hace noticiario de la realidad y encuentra sus orígenes tanto en la información como en el entretenimiento, aludiendo a las diversas posibilidades de participación del ciudadano medio en la televisión.

Tal vez aquí valga la pena señalar que en este sentido la televisión con sus estrategias de producción busca satisfacer -en un programa como el de Gran Hermano-”el anhelo del hombre moderno a ser reproducido”

Recordemos que Benjamin pensaba que la virtud del cine estaba en el Arte de la Percepción, ya que había logrado conjugar la actitud crítica del hombre con la actitud fruitiva, o sea, su deseo de ser reproducido.

La participación del espectador se lleva a cabo mediante diversas modalidades, que van desde lo “chavacano” hasta la denuncia, pasando por la narración, la dramatización de casos de la vida real o la integración mediante el sistema de voto televisivo.

Como anteriormente adelantara, incluir la participación del ciudadano común en la televisión también es una de las estrategias utilizadas por la producción de Gran Hermano. Esta se logra por medio del sistema de votación donde la decisión del público es “soberana”.

En Comodoro Rivadavia, las personas entrevistadas que accedían a ver el programa por medio del servicio de cable “Atelco”, en todos los casos reconocieron que nunca habían votado, pero que coincidían con la elección del ganador.

El consumidor de tipo “duro” que tenía DirecTV, en tanto, reconoce haber “votado en más de una oportunidad para sacar a alguien de la casa” y también coinciden -en forma absoluta- con la elección del ganador.

Otro de los fenómenos que se explicita en Argentina con la puesta en escena de este producto, es la actuación en consonancia de medios que retoman escenas conflictivas del programa o incorporan “la casa” en forma directa en sus programaciones habituales, como es el caso del programa de Maru Botana, Versus o Fugitivos.

También se observa que programas como Video Match, conducido por Marcelo Tinelli o Peor es nada de Jorge Ginzburg, han resignificado el producto desde la ironía, creando un nuevo Gran Hermano cuya base se centra en parodiar las características propias de personalidades de la política.

En el caso de la investigación empírica desarrollada en este ensayo, se determinó una diferencia entre los que poseían la señal de cable Atelco y los que miraban el programa habitualmente por DirecTV. Los primeros, se confesaban adeptos -también- a mirar los programas que retomaban en forma directa en su espacio el producto.

“Tengo cable y miraba 3 veces al día el programa. En Maru Botana, y las otras dos veces cuando pasaban el resumen del día” (Testimonio 5).

Quienes tenían DirecTV, aseguraban que en el momento que desean ver qué está pasando en la casa no necesitaban recurrir a otras programaciones para mirar Gran Hermano ya que directamente accedían a mirarlo a toda hora.

En estos casos el tipo de consumo del programa es “duro” ya que ellos dicen estar con el televisor encendido todo el día directamente con la señal de Gran Hermano y que a determinadas horarios cambiaban “sólo para ver noticieros o hacer zapping cuando no pasa nada interesante en la casa”.

Retorno al valor de uso

La cultura del consumo

García Canclini asegura que “el consumo es el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos”.

En este sentido el consumo puede ser visto como un momento del ciclo de producción y reproducción social.

Sin embargo, desde una perspectiva crítica, podría decirse que el consumo es el lugar en el que se completa el proceso iniciado al generar los productos (donde se realiza la expansión del capital y se reproduce la fuerza de trabajo) por lo tanto no serían las necesidades o los gustos individuales los que determinarían el consumo, sino que éste depende de las grandes estructuras de administración del capital y de cómo se planifica la distribución de los bienes.

Al organizar la forma de distribución de recursos, el sistema económico “piensa” en cómo reproducir la fuerza de trabajo y aumentar las ganancias de los productores. Por lo tanto, resulta innegable que, tanto las ofertas de bienes, como la inducción publicitaria de su compra no son actos arbitrarios.

Castells ofrece otro punto de vista desde donde mirar esta categoría, asegura que el consumo “es un sitio donde los conflictos entre clases, originados por la desigual participación en la estructura productiva se continúan a propósito de la distribución y apropiación de los bienes.

El consumo es un escenario de disputas por aquello que la sociedad produce y por las maneras de usarlo”.

De lo expresado anteriormente, subyace la idea de catalogar al consumo como un espacio de justificación y territorio de decisiones, donde se produce un espacio de interacción en el que los productores y emisores no sólo deben seducir a los destinatarios sino justificarse racionalmente.

Por otra parte, Pierre Bordieu y Jean Baudrillard coinciden que “en las sociedades contemporáneas buena parte de la racionalidad de las relaciones sociales se construye, más que en la lucha por los medios de producción, en los medios de distinción”.

En estos estudios pareciera que el consumo sólo sirve para dividir. Pero si los miembros de una sociedad no compartieran los sentidos de los bienes, si sólo fueran comprensibles para una elite o una minoría que los usa, no servirían como instrumentos de diferenciación.

En la ciudad de Comodoro Rivadavia, se evidenció entre consumidores blandos, duros y esporádicos, una distinción de tipo generacional.

Los consumidores duros del programa, manifestaron que Gran Hermano además de entretener educaba mientras que los consumidores ocasionales mayores de 50 años decían que el programa no aportaba nada interesante.

Ante la pregunta “Crees que este programa entretiene, educa o propicia algún tipo de aprendizaje? Las respuestas más representativas fueron:

” Si, yo creo que para mucha gente grande que lo vió, si. En el sentido de que muchos padres vieron muchas cosas que antes les daban vergüenza y ahora que lo vieron en la tele están más abiertos con sus hijos (…) Creo que educa porque abre un poco la mente de la gente grande para que se de cuenta de las cosas, porque hay mucha gente grande que no quiere ver la realidad” (Testimonio 5)

En contraposición, la gente de distinta edad generacional opinó:

“ni entretiene ni educa…para mi no tiene nada de cultura, nada. (…) Mi opinión es deplorable, no me gustaba nada, nada el programa. Soy liberal pero no tanto” (Testimonio 4)

Los testimonios rescatados para marcar la diferencia son los 4 y 5, entre ambos hay una brecha generacional de 21 años y pueden ser consultados en el anexo del trabajo.

La realidad mediada

“La historia cotidiana puede ser más espectacular que las costosas inversiones en soap operadoras y todo ciudadano puede ser rey por una noche con tal que sepa contar bien su historia”

Lorenzo Vilches

El espectador tiene una necesidad ontológica de conocer la realidad más allá de lo que puede experimentar directamente en su vida cotidiana. La estructura psíquica del sujeto, de acuerdo al modelo de estratificación de Anthony Giddens, se basa en tres pilares fundamentales: “seguridad básica”, “conciencia práctica” y “conciencia discursiva”.

Entre ambas conciencias, la práctica y la discursiva, el individuo tiene una barrera que se constituye por las experiencias que configuran el sistema de seguridad básica. En definitiva, el sujeto acude inconscientemente a la conciencia práctica para “poner cosas en palabras”.

En este sentido, el programa Gran Hermano, busca marcar reflejar experiencias ajenas y mostrar el comportamiento individual de 12 personas con características distintivas.

El objeto es el de alimentar el inconsciente de la conciencia práctica para naturalizar la espectacularización de la esfera privada y generar la idea de identificación de la masa de espectadores, de manera tal que las experiencias comunes del espectador pasen a un segundo plano legitimando lo que la televisión muestra como una realidad paradigmática.

Poner cosas en palabras equivale a decir otorgar una “visión de mundo”. El reality show cuenta una verdad, la de sus protagonistas. “La verdad se dice o se cree, pasa a ser una cuestión de lenguaje más que de ontología” afirma Lorenzo Vilches.

En los reality, la verdad se produce durante la historia que cuenta una persona en el programa. Se produce por el ejercicio efectivo de la palabra y de la imagen a través de procedimientos por los cuales se afirma o se niega lo dicho. Es una cuestión subjetiva, no hay mediador de la verdad porque ésta no se delega. La verdad del reality show expone al sujeto a los efectos del real (declarar, buscar, delatar, exhibirse).

La posición contraria afirma que el carácter convencional de la verdad se basa en el lenguaje y no en los efectos, por lo que un programa de televisión que muestra imágenes violentas no produce violencia en forma automática. Precisamente porque la televisión trata de una dimensión simbólica, no de realidad. Según esta afirmación la televisión sólo puede analizarse como productora del efecto realidad, como una forma estética, un estilo, un dispositivo de narración.

El efecto realidad en el discurso televisivo del programa, en forma mayoritaria no fue creíble en la muestra analizada ya que en las entrevistas realizadas se dieron dos respuestas muy distintas, a saber:

a) Los consumidores “duros” manifestaban que los chicos de la casa “no mentían” sino que se mostraban con sus propias personalidades.

b) Los consumidores “blandos” manifestaban que los chicos de la casa “algunas veces actuaban y otras veces no”

c) Los consumidores ocasionales o “furtivos” no creían en absoluto las verdades que se decían en la casa “en el programa todo era completamente ficticio, ellos actuaban en todo momento, no se olvidaban de las cámaras para nada”

En la mayoría de los casos los entrevistados evidenciaron creerles a los integrantes de la casa cuando éstos manifestaban experiencias pasadas, sin embargo dudaban respecto a las personalidades que mostraban ante cámaras.

La verdad y la actuación del sujeto aparecen con recobrada fuerza entre las percepciones que los espectadores tienen de los participantes del programa

La televisión mitificadora

La interactividad de la televisión actual no reside tanto en el dialogo “real” con ese espectador empírico (Eco, 1979) que se introduce en todos los magazines televisivos, sino por la posibilidad de que la recepción nos brinde una forma de acercarnos al “otro”. Vale decir al abandonado, al huérfano, al maltratado, al enfermo, para que ocupemos “empáticamente” su lugar.

Es aquí donde nace el concepto de la reiterada celebración de los mitos de la solidaridad y la participación social convertida en una verdadera celebración ritual.

Roger Silverstone (1988:24) considera, desde el enfoque cultural, que la búsqueda del mito en la sociedad contemporánea se debe a la necesidad de encontrar vías de expresión de nuestras preocupaciones básicas, nuestros valores comunes y nuestras ansiedades profundas, mientras que el carácter ritual de la recepción televisiva se fundamenta en la necesidad de expresar pública y colectivamente nuestros intentos de resolver todos esos problemas.

Para este autor los textos televisivos constituyen “el lugar contemporáneo de la cultura mítica que transforma los mitos en creencia.”

Al convertirse en el principal transmisor y constructor de “modelos sociales”, los patrones culturales y comunicativos de la televisión han ido adquiriendo un carácter emblemático, cuya autolegitimación se sostiene fundamentalmente sobre la visibilidad de sus mensajes.

La equivalencia entre mito y televisión que establece Silverstone se funda en la semejanza entre los procesos comunicativos que ambos instauran.

Al igual que el mito, la televisión constituye la reflexión de una cultura oral sobre sí misma y, como aquél, posee un carácter “regresivo”, porque es capaz de enfrentar a los emisores y a los receptores con sentimientos elementales (Silverstone, 1988:37).

De acuerdo a este autor, el mito y la televisión comparten tres dimensiones comunes:

a) se centran en eventos socialmente representativos

b) preservan formas tradicionales de contar historias

c) construyen un entorno espacio/temporal diferenciado (1988:29)

Si bien estas características son aplicables a toda programación televisiva, es la televerdad el género que más literalmente convierte el espectáculo de la palabra televisiva en una verdadera celebración ritual, mediante la que la sociedad intenta exorcizar sus fantasmas al evocarlos.

Al relatar sus vivencias pasadas los “personajes de la casa” develan experiencias que pueden servir de ejemplos para convencer al espectador que él es uno más del público.

“La mediación televisiva instaura una suerte de estado de derecho de la comunicación fundado en reglas, convenciones y normas que definen la naturaleza contractual y convencional del reality show. El problema sólo es interesante en la medida en que el reality show basa su propio éxito en la correspondencia de las personas y hechos con la verdad” afirma Lorenzo Vilches.

La intención de la producción de presentar al programa como “la vida en directo” es un significante que oculta la realidad, por ello se constituye en un slogan mítico que – por su efecto omnipresente- invita al espectador a ser interpelado en una conversación simulada o real (Bettettini, 1984).

Gran Hermano enlaza la conversación, lo interpersonal con el espectáculo de los medios nacidos de la modernidad. La mitificación de la palabra televisiva determina, para Dominique Mehl, el paso de una televisión mensajera, orientada a informar y formar a su público, a una televisión relacional, que con tal de satisfacer al espectador acaba incorporándolo de modo real en el espacio televisivo.

“En mi trabajo se hablaba de lo que pasaba, pero sobre todo cuando pasaban cosas que llamaban la atención. Como por ejemplo cuando Tamara encaró a Santiago o la Colo avanzó a Gustavo, esas cosas se comentaban porque no son cosas que cualquier mujer común se atreva a hacer” respondió uno de los entrevistados que trabaja en una remisería.

El impacto que produce en el espectador la historia de vida o una determinada actitud se debe a la carencia de los grandes relatos, que caracteriza a una buena parte de la narrativa de fin de milenio. El espectador encuentra en el minimalismo de esas vidas anónimas que transitan por la pantalla y en las miríadas de sentimientos que provocan en sus emociones la reacción adecuada para sustituir los procesos catárticos de identificación con los héroes tradicionales de la ficción por una corriente de empatía que canaliza la excitación de la recepción hacia la compasión.

En las entrevistas realizadas los denominados “consumidores duros” reconocían en todos los casos identificarse con la personalidad de alguno de los “actores de la casa”.

Los consumidores blandos en cambio manifestaban que les gustaba el programa pero decían no sentirse identificados totalmente con ninguno. A pesar de ello rescataban algunos rasgos comunes entre su personalidad y algunos integrantes del Gran Hermano, por ejemplo “soy divertida como la Colo”, “tranquilo como Gustavo”, o “frontal como Martín”.

El pensador francés Luc Boltanski atribuye la fuerza de la representación mediática al progresivo debilitamiento de una “realidad” inaccesible casi siempre al espectador (Boltanski, 1993:257) mientras que el psicoanálisis freudiano entiende que la función primordial del mito es ayudar al sujeto a encontrar el sentido de su propia identidad, puesto que contiene los valores fundamentales de la sociedad que el individuo registra en su memoria y utiliza como guía de situaciones semejantes (May, 1991:63)

La vida en directo

A partir de su slogan, el programa busca instalar la idea de realidad en el espectador. En términos lacanianos podría analizarse el significante como “lo que representa al sujeto para otro significante”.

La fórmula del éxito del programa busca integrar al espectador por reflejo desde su identidad o por oposición a la personalidad del actuante.

La presencia empática del espectador respecto a los personajes del programa se busca por presencia o ausencia de la diferencialidad.

O sea un significante, para otro significante representa el vacío de su inscripción y la presencia del otro término, el opuesto, llena este vacío de la ausencia del primero.

De allí que el espectador se involucre con las acciones, decisiones y discurso de los actores, que a su vez son actuantes improvisados que salen de la gente.

A pesar de que el programa se muestra a sí mismo como un fiel representante de la vida cotidiana en Comodoro Rivadavia, ningún espectador piensa que esto es totalmente verdadero.

Ante la pregunta ¿crees que es la vida en directo como dice el eslogan? Las respuestas más destacadas en las que hubo coincidencia fueron:

“No, porque todos jugaban y ninguno se mostraba como realmente es”

“No. La vida no es así”

“No, para mi la vida común no es así. En el programa todo era completamente ficticio”

Sólo uno de los consumidores duros manifestó que “yo creo que parte de los que estaban adentro sí eran como son en su vida diaria”

Reflexiones finales

En el proceso de recepción, la audiencia no asume necesariamente un papel de receptor pasivo. La actividad de la audiencia se lleva a cabo de diferentes maneras porque mentalmente los televidentes frente al televisor se “enrolan” en una secuencia interactiva que implica diversos grados de involucramiento y procesamiento del contenido televisivo.

Esta secuencia tiene diferentes ritmos y etapas que van desde la atención, la comprensión, la selección, la valoración de lo percibido y su almacenamiento e integración con informaciones anteriores. La etapa final de este proceso es la apropiación y la producción de sentido. Estas actividades, implican un proceso fundamentalmente sociocultural (Jensen, 1978).

En la Ciudad de Comodoro Rivadavia, dentro del espectro analizado perteneciente a un estrato social de clase media a baja, los jóvenes reconocen consumir el programa porque está de moda y entretiene, mientras que los adultos mayores de 50 años rechazan consumir el programa y manifiestan una opinión totalmente negativa a incluirlo en su sistema electivo.

Estas tendencias marcarían una actitud claramente valorativa sobre el sentido que cada individuo tiene de su propia práctica de recepción.

Otro aspecto a rescatar sobre el consumo televisivo de Gran Hermano es que en todos los casos, independientemente de su edad, cada espectador entrevistado reconoce que no es la vida en directo como anuncia el programa, sino que es un juego donde los integrantes “tratan de mostrarse tal cual son en la vida cotidiana”. Por lo tanto, a pesar de que hay una estrategia mitificadora por parte de la producción para instalar al programa como un exponente de la vida cotidiana transmitida en directo, ni los consumidores más “duros” consideran que esto sea verdadero. Por el contrario, el texto discursivo lejos de convencer al espectador, genera incluso rechazo en la audiencia zappinera, lo que evidenciaría nuevamente la actividad del espectador sobre lo percibido.

La razón principal es que la secuencia de actividades mentales conlleva una especie de asociaciones de contenido, entre la información transmitida por el programa seleccionado y la información previamente asimilada en la mente del televidente. O sea, la audiencia no se enfrenta a la pantalla vacía de ideas, emociones historia o expectativas.

El proceso de conocimiento está estimulado no sólo por aquello que genéticamente el sujeto es capaz de conocer, sino también por aquello que socioculturalmente se considera relevante para ser conocido.

Por lo general, los entrevistados que consumen el programa, han reconocido que en sus círculos laborales o contexto directo se habla de los hechos o situaciones que les produce algún tipo de impacto y genera algún tipo de posesionamiento a favor o en contra de la acción.

El programa es valorado por la audiencia como ejemplo altamente normativizador donde finalmente el premio lo gana quien sea poseedor de una mayor cantidad de virtudes humanas.

Tal es así que tanto los consumidores duros como blandos coincidieron con la elección del ganador del programa, independientemente de que hayan o no tenido acceso a la votación.

Merecía ganar porque “es una buena persona y con principios, es humilde y respetuoso”; “la gente eligió al más sincero y al más sufrido”; “era el más directo”; “tenía valores morales”.

En este sentido se evidencia un cierto grado de involucramiento del espectador con los actuantes del programa tamizados por la industria cultural. Los estereotipos son retomados por la audiencia con un mayor o menor grado de identificación. Esta veta de análisis fue expuesta por Benjamin quien enunciaba que el éxito del cine se basa en “el anhelo del hombre moderno a ser reproducido”

Recordemos que Benjamin consideraba que la virtud del cine estaba en haber percibido este deseo y por medio de su producción había logrado conjugar la actitud crítica del hombre con su actitud fruitiva, o sea, su deseo de ser reproducido.

De esta forma, el programa expone a los clásicos estereotipos hollywoodienses y exige que la gente común se transforme y adapte a la dinámica necesaria para convertirse en un producto del espectáculo.

Retomando a Ignacio Ramonet “la televisión, hay que saberlo, no es una máquina para producir información sino para reproducir los acontecimientos. El objetivo no es hacernos comprender una situación, sino asistir a un acontecimiento”.

El acontecimiento que estas nuevas estrategias de comunicación buscan reproducir en las sociedades contemporáneas es el triunfo de la globalización mediante la estrategia de la multicultulización y la reproducción de las distinciones.

En cada país y sociedad donde se trabajó en base a la teatralización de la esfera privada, la instantaneidad y la fragmentación, el programa ha obtenido el éxito esperado y a escala planetaria se lo ha reconocido como una “alternativa a la industria cultural Hollywoodiense” debido a su origen holandés.

Bibliografía

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