Introducción

El presente trabajo es un resumen de mi tesis de Licenciatura en Letras, titulada La Patagonia representada. Un registro de los efectos de sentido de las narraciones literarias de la Revista Argentina Austral. La misma fue elaborada durante los años 1995 y 1996, en el marco del Seminario de Literatura Patagónica.

En líneas generales, la tesis consistió en un trabajo de investigación discursivo-literario centrado en las narraciones literarias breves de la Revista Argentina Austral, publicada mensualmente por la Sociedad Anónima y Exportadora de la Patagonia, desde junio de 1929 hasta junio de 1968. Concretamente, la atención fue puesta en el vínculo texto-contexto particular: la relación que vinculaba a estas narraciones con la función que la revista cumplía en el contexto sociopolítico de primera mitad de siglo veinte.

Es válido aclarar que no analicé todas las narraciones literarias breves publicadas en la Revista Argentina Austral, lo que, a causa de la heterogeneidad de los textos, hubiera dificultado en gran medida el desarrollo del trabajo y el cumplimiento de los objetivos propuestos. El corpus de esta investigación estuvo constituido por las narraciones cuyo mundo representado está situado en la Patagonia.

El análisis constó de tres instancias complementarias, que fueron de lo micro (nivel de las narraciones) a lo macro (nivel de la sociedad). La primera instancia, introductoria, consistió en una breve descripción de la Revista Argentina Austral y dio el marco inicial al trabajo.

La segunda, centrada en las narraciones literarias, implicó las siguientes actividades:

a) Aproximación analítica a las narraciones: Tomé por azar una muestra de las narraciones que conformaban el universo y luego realicé un análisis literario básico, estudiando en cada caso el tópico dominante, la isotopía resultante, los motivos, el argumento, la trama, las características de los personajes, la situación espacio-temporal de los mismos y los ideologemas más relevantes (desde la perspectiva asumida aquí).

b) Descripción del mundo representado: Observé los rasgos sobresalientes del contexto social y geográfico construido por el autor y también de la situación temporal de las acciones narradas.

c) Definición de la visión del mundo: Sobre la base de los datos anteriores pude realizar una primera aproximación a la ideología reflejada en los textos.

d) Contrastación: Verifiqué las conclusiones parciales obtenidas, proyectándolas, a partir de algunos ejemplos, sobre el resto de las narraciones que integran el universo.

La tercera instancia consistió en el análisis de las narraciones en el contexto inmediato configurado por el sistema de la Revista Argentina Austral:

a) Clasificación de las partes: Esta actividad se efectuó a partir de la diferenciación formal y de contenidos temáticos de la revista.

b) Definición de la visión del mundo: De la misma manera como se reconstruyó el sistema ideológico dominante en las narraciones (en la instancia anterior), se llevó a cabo una aproximación a la ideología plasmada en cada parte y a la resultante del conjunto, en la revista..

Finalmente, analicé la significación de la Revista Argentina Austral en el contexto histórico y social, centrando la atención en tres aspectos:

a) Producción y circulación: Análisis del origen, el funcionamiento interno, destinatarios y objetivos perseguidos por la difusión de la revista.

b) Contexto: Descripción del contexto histórico y social del país y de la región.

c) Efectos de sentido: Estudio de las funciones de la revista y de las narraciones literarias publicadas en la misma, atendiendo a las relaciones que ésta guardaba con el contexto. En esta última etapa del estudio sinteticé todo lo analizado.

A continuación, expongo las conclusiones obtenidas en cada instancia, ilustrándolas con algunos ejemplos pertinentes.

1. La Revista Argentina Austral

Según lo afirmado por el equipo editorial de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora, su objetivo fue “publicar una revista para utilizarla como propaganda, a distribuirse gratuitamente ante la clientela y cuyo costo se cubriría fácilmente con los avisos de los proveedores”.

En el momento de la aparición de la revista el Directorio de la Sociedad Anónima estaba integrado por: Mauricio Braun (presidente y fundador), Alejandro Menéndez Behety (vicepresidente), Ciriaco Morea (director), Ángel Velaz (director), Francisco Campos Torreblanca (director), Alfonso Menéndez Behety (director), Carlos Menéndez Behety (síndico), Arturo Gómez (síndico), Roberto Gómez (director gerente) y Roque Blaya Dougnac (subgerente general). Este elenco era el resultado de la asociación de los grupos Braun Menéndez y Menéndez Behety, que representaban el sector económico más poderoso de la Patagonia argentina y chilena.

Dentro del lapso de 39 años en el que fue producida y puesta en circulación(1929-1968), su publicación se vio interrumpida durante dos años (desde junio de 1939 hasta julio de 1941).

La tirada inicial fue de 5.000 ejemplares, los que eran distribuidos de manera gratuita principalmente en las sucursales comerciales de la empresa. Se presentaba como una revista de interés general, orientada a la difusión de información referida a la región patagónica: noticias, biografías de determinadas personalidades históricas, características de la geografía local, acontecimientos sociales y notas y artículos referidos a lo que se presentaba como las principales necesidades de la zona. Entre las diferentes partes de la revisa había una sección dedicada a la difusión de textos literarios, poemas y narraciones, que no tenían una ubicación fija dentro de la revista.

Al principio, las narraciones no representaban acciones situadas en la Patagonia, sino, en la mayoría de los casos, en ambientes propios del romanticismo literario europeo. Salvo un cuento incluido en una de las primeras revistas, recién en el año 1933 comenzaron a aparecer con cierta regularidad narraciones que trataron asuntos en los que se reflejaban el paisaje y los actores patagónicos.

2. El mundo representado en las narraciones literarias

El mundo representado de la Patagonia, tal como es expuesto en estas narraciones, se caracteriza principalmente por ser un espacio apto para el desarrollo de aventuras y/o de relaciones amorosas. El enfrentamiento del hombre con la naturaleza constituye un motivo recurrente, que pone en escena, por un lado, el conflicto de la especie humana luchando por su supervivencia y, por otro, la modificación de la naturaleza como consecuencia lógica de este proceso de adaptación al ambiente.

La mayoría de los personajes representan a hombres blancos, en sus diferentes roles dentro de la sociedad. Los personajes indígenas aparecen predominantemente insertos en un contexto de hibridación cultural que pone en relación a este grupo étnico con el colonizador. También es frecuente la presencia de actores no humanos, principalmente animales.

Se advierte también una marcada presencia de personajes masculinos, en contraste con una minoritaria aparición de personajes femeninos, cuya existencia se justifica, en la mayoría de los casos, por estar unidas a un hombre o por estar involucradas en la búsqueda de un vínculo matrimonial. Otro rasgo marcado es el cosmopolitismo, que enfatiza sobre todo la existencia de personajes europeos en la zona.

El espacio representado es eminentemente rural y predominan en él rasgos de hostilidad (aridez de la tierra, clima inclemente, soledad, etc.). En varias narraciones el papel del ambiente es secundario y, en una proporción menor, es presentado como un lugar agradable. Es importante consignar que el espacio incluye tanto el sur argentino como el chileno.

En gran parte de los textos no está explicitada la fecha de realización de las acciones representadas, pudiendo ubicarse las mismas en la etapa de colonización de la región o en una etapa inmediatamente posterior.

Otro rasgo importante de este mundo representado es el criterio de verosimilitud que rige su elaboración. Esto se advierte, incluso en el caso de la reelaboración de leyendas indígenas, donde se trata de provocar cierto efecto de realidad en lectores desconocedores de la cultura y la organización socio-política de las comunidades indígenas.

Estos rasgos mencionados estructuran efectos de sentido portadores de valoraciones implícitas pero a la vez inequívocas:

-inferioridad de la cultura indígena en relación al hombre blanco;

-legitimidad de la soberanía del hombre blanco sobre el territorio patagónico;

-valoración positiva de la ética militar;

-validez de la guerra como método de conquista de la Patagonia;

-valoración positiva de la vejez / subvaloración de la juventud;

-valoración positiva de la solidaridad;

-representación del cosmopolitismo en el ambiente social patagónico (con énfasis casi exclusivo en las corrientes migratorias provenientes de Europa);

-valoración de la vida en la región a pesar de la agresividad del clima y la aridez del suelo;

-subvaloración de la cultura del trabajador rural;

-subvaloración del rol de la mujer.

Si bien, a primera vista, estos juicios de valor pueden parecer contradictorios entre sí (por ejemplo: valoración positiva de la solidaridad vs. validez de la guerra como método de conquista de la Patagonia), conviene no perder de vista que aquí estamos reconstruyendo un sistema ideológico, estructurado a partir de heterogeneidades y recurrencias. La ideología de los sujetos y grupos rara vez (por no decir nunca) es totalmente coherente (van Dijk, 1995), por lo que no sería extraño que, en este contexto socio-histórico, alguien haya adherido a la idea de un progreso orientado hacia el afianzamiento de una sociedad más solidaria y que, a la vez, considere necesario para lograr ese objetivo el exterminio del obstáculo que pudieran representar los indígenas.

El análisis realizado permitió reconocer la existencia de algunos tipos sociales en el mundo representado de las narraciones:

-indígena: salvaje, violento, poseedor de una moral primitiva y subordinado a una religión falaz;

-trabajador rural: “inculto”, trabajador, de vida sacrificada;

-militar: valiente, leal, responsable en el cumplimiento de su deber, leal a la patria;

-colono: culto, trabajador, de vida sacrificada.

Es válido señalar también que la mayoría de los textos van configurando una estructura significativa que manifiesta concepciones propias del positivismo argentino del siglo pasado, expuesto de forma ejemplar en Facundo de Sarmiento.

Ejemplificación

A fin de demostrar el modo como estas valoraciones son plasmadas en las narraciones, es conveniente recurrir a algunos breves ejemplos:

EJEMPLO Nº1: “El bayo”

La nieve cargó recio. Azotaba el huracán del sur y los torbellinos cegaban, trayendo agujas punzantes entre la espuma loca.

Froilán llevó su gente a abrigo del bardal, donde corta su muralla el cerro. El fuego del real, cobijado por piedras, aguantaba apenas y la noche, trágica, amontonaba sombras en las breñas y ululaba en el viento. La nieve amansaba las rocas borrando las aristas y llenando los huecos, helándose al caer. Un frío horrible endurecía pies y manos, haciéndose casi imposible la búsqueda de ramas y raigones. Los hombres y el niño, mudos, ateridos, esperaban a Dios.

La mulada, dando grupas al vendaval, aguantó hasta que el alud cayó sobre ella; enloquecida, ciega, golpeada por las piedras que vinieron de lo alto, se dispersó. En un instante desaparecieron las mulas; las tragó la noche.

La situación de los arrieros se hizo desesperada, y solo un milagro podía salvarlos, aunque el temporal amainara. A pie, con veinte leguas de montaña y nieve, y la desesperanza por compañía, quedó el pequeño grupo.

Pancora, inmóvil, sentí que el hielo subiendo por sus piernas y brazos, lo apretaba hondo; pronto no pudo hablar. Comenzaba el fin. Lo arrimaron a las brasas, tapándolo con cueros. Parecían de talla los arrieros; caía la nieve.

EJEMPLO Nº2: “Dios no está lejos”

Soplaba un viento frío del sur. Arriba, en el piso de enganchador la noche cobraba un tono definitivo en esta etapa cada vez más dura del turno de 8 horas. Contó maquinalmente el tiempo que tardaba la cuchara en bajar. Abajo, la luz de los focos, alcanzaba a entrever un poco desdibujado entre la media sombra del guinche, al maquinista y al otro compañero de tareas. Un olor a gas, penetrante y agrio, ascendía y se incorporaba a su humanidad.

-Noche perra- pensó. Sentía las manos heladas, pringosas de petróleo. El frío se sentía más de noche. Sí. Y sobre todo allá arriba. El aire helado entraba por la nariz, se le pegaba a las orejas, seguía por el cuello y le ponía agujas blandas en los dedos. Pero poco a poco se fue evadiendo de esa dimensión de desamparo, de ese riesgo que noche a noche acometía…

En estos dos fragmentos se expresan dos juicios de valor: a) la valoración de la vida en la región a pesar de la agresividad del clima y la aridez del suelo, y b) la valoración positiva del trabajo. Se trata, en general, del enaltecimiento del trabajo físico, de la acción del hombre modificando la naturaleza.

Es importante tener en cuenta que subyace a estas narraciones un discurso ideológico que articula los diferentes contenidos estéticos. Así, los dos valores mencionados arriba ingresan en la formación ideológico-discursiva de la revista (Pêcheux, 1978; Fairclough, 1995) y se activan en concordancia con otros: a) la legitimidad de la soberanía del hombre blanco sobre el territorio patagónico; b) la validez de la guerra como método de ‘conquista’ de la Patagonia; c) la valoración de la ética militar; y d) la subvaloración de la cultura indígena. De este modo, se va configurando un macro-relato coherente que explica y justifica la versión oficial de la colonización en el sur. Los siguientes ejemplos son pertinentes en este sentido:

EJEMPLO Nº3: “La lechuza”

Ocurrió en tiempo de la conquista del desierto patagónico. En el paraje Fisque Menucó, el inicial propósito de levantar nuevos pueblos se hacía realidad. Los militares de Roca no habían llegado solos. Fuerza humana de distintos matices los acompañaba. Existía el afán verdadero de que un gran mojón civilizador -entre otros tantos- se plantara definitivamente al sur del río Colorado.

El ejército argentino perfilábase ya en otra gran misión, no solamente guerrera sino también cívica.

[…]

Por el otro lado, el ancho y correntoso río con sus barrancas blanco rojizas en el margen sur, ofrecía la seguridad natural a cualquier intento de invasión de las tribus, que no estaban muy lejos.

[…]

Recorridas y avanzadas se extendían hacia el Nahuel Huapi y el centro y el norte del Neuquén. La pre y la cordillera abrían sus misteriosos reductos para recibir a los aborígenes corridos por los remington y la firmeza de incorporar esas tierras a la civilización, a la geografía del país aún desconocido.

EJEMPLO Nº4: “El sueño de Pincén”

Oyó aún el chistido de una lechuza, después cayó en profundo sopor, una rara voluptuosidad fue adormeciéndolo y Pincén el indómito tuvo un sueño fantástico…

[…]

Y el gran general siempre al frente. Impertérrito, sonriente a veces; duro el gesto en otras ocasiones. ¡Hacia el Sur! ¡A conquistar para la Civilización esas tierras abandonadas! ¡A incorporar al gran concierto del Progreso los territorios del Sur de la República!…

¡El Sur Argentino!

Futuro emporio de riqueza. Ya no más tribus bárbaras. ¡Progreso! ¡Progreso! Ciudades que surgían como maniantales escondidos, hombres que trabajaban en los campos, entre los cuales Pincén reconoció a varios de los suyos; un extraño animal, más largo mil veces que una lagartija, que corría por la Pampa arrojando humo por las narices… ¡Progreso! ¡Progreso! ¡Y todo por obra del genio que mandaba a las tropas heroicas! ¡Todo debido al general!…

-Quién es, Oh Gran Espíritu, ese hombre extraordinario?

El espíritu trazó un signo en el vacío y allá a lo lejos, en los confines del Cosmos, apareció grabado con letras ígneas el siguiente nombre:

Julio A. Roca.

Así, el ejército conquista en nombre del Progreso y la Civilización un territorio cuya posesión no se cuestiona. La expulsión y la matanza de indígenas es presentada entonces como un paso inevitable en el desarrollo histórico, como un acontecimiento decidido en última instancia por la misma Historia.

En este contexto épico surge la figura del trabajador rural, un hombre caracterizado por su esfuerzo físico y por su cultura vulgar. Este personaje representa el sacrificio en pro del futuro, sin alcanzar a ser por ello un digno representante de ese porvenir.

EJEMPLO Nº5: “Confidencia”

Si Sinforiano hubiera frecuentado a los clásicos en lugar de curar sarna a las ovejas durante 50 años consecutivos, es probable que no se poseyera ese grado de confianza con que se me mostró en la mañana del 11 de julio en mi escritorio.

[…]

Al terminar su exposición, Sinforiano me preguntó:

-Después de oír todo esto, ¿a quién debo creer, quién tiene razón, qué debo hacer?

No pude menos que decirle:

-Vuelva pronto a su choza de Pita-Aike, siga curando sarna, no lea diarios, y quizás será feliz.

Finalmente, la figura que corona este proceso colonizador, pintado con trazos heroicos, es el pioneer, el colono, el hombre venido de Europa que merced a su esfuerzo logra llevar adelante una estancia. Su aparición en escena es esbozada tibiamente en las narraciones, como en los ejemplos citados. No se trata de un personaje literario, su vida cotidiana no se ve amenazada de sobresaltos ni tiene ya la posibilidad de realizar grandes hazañas. Su actuación está más ligada a la realidad concreta, a la actualidad referida por el resto de la revista. Se comprende entonces la relación de reforzamiento mutuo entre las dos instancias de la publicación: las narraciones construyen el lugar del estanciero a la vez que éste se constituye en baluarte de la Historia de la Patagonia y en estandarte de un futuro levantado sobre la base de los innumerables sacrificios anónimos, recreados literariamente por los escritores.

3. Las narraciones en el sistema de la Revista Argentina Austral

Esta revista es una publicación de “interés general”, es decir, de temáticas variadas que (aparentemente) cristalizan la conjugación de dos tipos de interés: por un lado, la difusión de las noticias y problemáticas más importantes de la región y, por otro, la publicidad comercial de la firma. Así, en el interior de la revista hay artículos de opinión, notas de actualidad, publicidad de la firma y de otros comercios de la región, secciones literarias, noticias sociales, acompañadas de fotografías de familias, jóvenes y niños, etc.

Ahora bien, en el intento de profundizar en el análisis de la revista, surge la siguiente pregunta: ¿qué intereses orientan la materialización de este discurso, que se presenta como pluralista y neutral?

Con el fin de dar una respuesta, busqué los ejes semánticos que permitieran inferir estos intereses. Tomé como única fuente de datos a la propia revista, tratando de reunir la información dispersa en un todo sistemático y coherente.

En la nota de editorial de la revista Nº120, titulada “Un alto en el camino”, publicada en junio de 1939, se hace referencia a un objetivo más complejo que la mera publicidad comercial de la firma y la difusión de temáticas de “interés general”.

Diez años atrás se agudizó en la Patagonia el malestar ocasionado por el abandono en que la tenían los Poderes Públicos, la acción desorbitada de algunas reparticiones del Estado -especialmente la Dirección General de Tierras-, los prejuicios que impedían encarar en forma práctica y eficaz el fomento de su progreso.

Se palpaba entonces la necesidad de salir a la palestra para combatir la causa del malestar, para hacer conocer la realidad patagónica y disipar difundidos errores que eran explotados con malicia por intereses inconfesables.

Vale la pena tomar este párrafo como punto de partida para comenzar el estudio de los sentidos que constituyen la carga semántica e ideológica de la revista. Aquí están presentes cuatro ejes semánticos básicos:

a) la disputa librada entre el grupo editor de la Revista Argentina Austral y el gobierno;

b) la defensa de un modelo conservador detrás de las banderas de libertad y latifundio;

c) los ideales positivistas de orden y progreso;

d) la oposición norte/sur.

Primer eje semántico: la disputa

En uno de los primeros números, se lee:

La iniciativa del capital privado y del trabajo han hecho más por la colonización en el Sur, que todas las leyes y reglamentaciones gubernativas. Esa acción, propicia en sus resultados desde el punto de vista de los intereses de la nacionalidad, ha sido ruinosa para los protagonistas.

Es necesario que ahora el Estado, por medio de sus instituciones de crédito y de fomento, colabore en el afianzamiento de la obra realizada por iniciativa privada, llevando la ayuda, tan necesaria, de su apoyo, para que el poblador encuentre el medio de librarse a plazo más o menos breves de sus deudas, y para que las instituciones acreedoras puedan recuperar lo que por derecho les corresponde, sin que los quebrantos desmedidos que producen su ruina, sin beneficio para nadie.

La postura que se evidencia es nítida y consiste en el reclamo político-económico de un sector específico, el de los estancieros, cuya referencia se fusiona con la del meta-colectivo singular “el poblador”.

Con la expresión “La iniciativa del capital y el trabajo” se alude a lo mismo que en otra parte aparece explícito a través del colectivo “el latifundista”, quien es definido como quien “explota el suelo, porque su valorización le beneficia”.

A su vez, “las leyes y reglamentaciones gubernativas” guiadas por “los intereses de la nacionalidad” señalan a quienes defienden la supervisión estatal de los territorios, aglutinados bajo la figura del “fisco”, que “explota a los pobladores de su inmensa ‘mano muerta’, con la exigencia de derechos de inspección, canon de arrendamiento y otras gabelas elevadas”.

La disputa entre estos dos actores domina la escena, su “resolución positiva” es el principal interés de la revista (“positiva” para el sector de los estancieros, obviamente):

Éste es el verdadero y fundamental problema del Sud; todo lo demás de que se habla, sin suficiente meditación: ferrocarriles de fomento, puertos, canalización de ríos, irrigación, colonización agrícola, caminos, etc., es secundario y destinado a resolverse por la gravitación de factores naturales, como son el incremento demográfico y el aumento de la producción; lo perentorio, impostergable, de inmediata realización posible, es la venta de la tierra pública a sus ocupantes. Así se conseguirá el arraigo y el aumento de la población, la seguridad en las transacciones, la mejora del suelo, la prosperidad económica y sobre todo la eliminación del drenaje permanente, que determina la crisis crónica que viene aniquilando a la Patagonia.

Los Territorios australes merecen no ser tratados como una factoría. Y los beneficios de la libertad no pueden ser asegurados a sus habitantes mientras no se libere el suelo de la ‘mano muerta’ que lo oprime.

La destrucción del adversario no constituye la meta del actor “estancieros”, sino el poder sobre él. No se propone la disolución del Estado, sino lograr la implementación por parte de éste de dos acciones complementarias: la venta de la tierra a los estancieros y el préstamo del capital para que la compren.

Es claro que en este caso nuevamente se realiza un proceso de enmascaramiento: “la venta de la tierra pública” no involucra a la totalidad de “sus ocupantes”, sino sólo al sector de los latifundistas.

Segundo eje semántico: la defensa de la libertad y del latifundio

La última cita devela nuevas implicaciones discursivas: el aparente interés general de la publicación se fragmenta en intereses primarios e intereses secundarios. Este último tipo de intereses abarca la mayoría de las temáticas abordadas en la revista. La defensa del sistema latifundista se incluye en el primer tipo, y es el que justifica en última instancia su publicación.

Esta defensa se presenta unida a la defensa de la libertad: “los beneficios de la libertad no pueden ser asegurados a sus habitantes mientras no se libere el suelo de la ‘mano muerta’ que lo oprime”. La libertad se sustenta entonces en la propiedad privada.

¿Cómo se legitima entonces el latifundio, ante un Estado que no lo apoya (al menos, no como se supone que debería hacerlo) y ante sectores que lo cuestionan guiados por “intereses inconfesables”?

El suelo es árido en su mayor parte. En otras muchas la vegetación es muy pobre. El factor más importante, en toda la Patagonia, lo constituye, pues, la ganadería. Especialmente la ovina. De la única manera que puede hacerse rendir beneficios a dicha actividad, en el Sur, es explotándola extensivamente. Cuanto menos abundante sea la vegetación del terreno, cuanto más escasee el forraje verde de pastoreo, mayor ha de ser, lógicamente, la cantidad de campo a destinarse para el mantenimiento de las haciendas. Con tanta más razón si los rigores del clima y la conformación topográfica del terreno, concurriendo como factores decisivos del éxito, imponen la necesidad de prescindir de la parte de campo que, en determinada estación del año, se convierte en zona improductiva. Por esas razones es menester disponer de grandes extensiones de campo y se requiere la inversión de fuertes capitales. Solamente el rubro de alambrados, en el activo, está representado por verdaderas fortunas. La subdivisión de la tierra en gran escala y con fines ganaderos es, como se ve, inconveniente en las regiones patagónicas, pues las posibilidades, en esas condiciones, se hacen muy remotas. He aquí porqué se justifica la existencia del latifundio en la Patagonia. Pero, ¿quién es allí el principal terrateniente? El mismo Estado. ¿Por qué? ¿Por conveniencia? Evidentemente, no. Lo es solo por desidia. Por una negligencia que causa muchos daños.

Se impone una amplia reacción oficial. Hay que eliminar los gravámenes. La tierra debe ser propiedad de quienes la explotan. Y sin ninguna traba. Con las mayores facilidades posibles. Pero, no antes de que desaparezcan los enormes obstáculos que se oponen fundamentalmente, en todo sentido, a hacer del lejano Sur la tierra del porvenir que contribuya, como uno de sus más importantes factores, al progreso de la nación.

Las características geográficas de la región exigen el desarrollo de este sistema de producción. La necesidad de “disponer de grandes extensiones de campo” elimina la viabilidad de la existencia de los medianos y pequeños terratenientes. El modelo incluye también la extensión por parte del Estado de los títulos de propiedad. Ante un conjunto de factores naturales, una única respuesta político-económica (y social, se entiende).

Se trata, entonces, de una doble legitimación: la referida, por un lado, al latifundio en sí y, por otro, la que se refiere a la consecuente consolidación de una minoría erigida como sector dominante sobre la base de la posesión de la tierra. Una legitimación proyectada desde un punto fijado en un futuro posible, tras el cumplimiento de una meta colectiva: el ‘progreso de la nación’, es decir, el progreso de todos.

Tercer eje semántico: orden y progreso

El Estado es presentado como el encargado de crear condiciones apropiadas para que la iniciativa privada (con capital aportado por el mismo Estado) haga posible el progreso.

El pensamiento positivista, que sintetiza sus concepciones políticas en la fórmula Orden y Progreso, impregna el discurso de la revista. El Estado debe instaurar y garantizar un orden que supere las barreras levantadas por los rasgos de barbarie propios de la cultura autóctona y por la fragmentación de un territorio sumamente extenso. La iniciativa civilizadora de los sectores dominantes promete encargarse del resto y sacar al país del retraso en que está inmerso.

La concepción de la barbarie que se trasluce en las páginas es muy similar a la que había enunciado D.F. Sarmiento en Facundo, a mediados del siglo anterior. Aquí el bárbaro no es el gaucho (pues no existe), sino el aborigen (el primer poseedor de las tierras). En el artículo “El aborigen en la Patagonia” se lee:

Las luchas políticas que hace cien años ensangrentaban el suelo argentino no eran otra cosa más que la disputa entre la civilización europea de las ciudades y la barbarie indígena de los campos.

Más adelante, en el mismo texto:

El indígena de aquella época era un hombre extremadamente individualista. Ignorante. Sin aspiraciones. Detestaba el trabajo. Pendenciero. Reacio a toda asociación que no fuese la muy circunstancial pulpería. No reconocía más ley que su coraje, ni más justicia que la que se procuraba por su propia mano. Era aventurero. Fuerte. Altivo. Tenía un solo amigo, de quien jamás se separaba, porque él constituía algo así como una parte de su propio ser: el caballo […]. En sus ansias de libertad, las más dilatadas llanuras le parecieron pequeñas […]. En fin, mitad defectos, mitad virtudes. Pero haciendo un balance general, es indudables que las virtudes arrojan saldo a favor. Sarmiento fue el primero en sentirse halagado ante los resultados de este balance. Es que sabía bien él que la civilización, que algún día sería patrimonio común de los argentinos, habría de eliminar los defectos y perfeccionar las virtudes para darnos una nacionalidad vigorosa. Que es, afortunadamente, el ideal hacia el cual nos aproximamos.

No es de extrañar, entonces, que el paradigma de la lucha contra la barbarie sea el General Roca:

El vocablo ‘paz’ se identifica moral y materialmente con Julio A. Roca. Fue llamado en su época ‘El Pacificador’, y la síntesis de su programa de gobierno: ‘Paz y progreso’.

[El General Roca] Encabezando la columna libertadora entró en el desierto y lo conquistó sobre el indio. Desde ese día terminaron los malones y la degradante repartición de honores y raciones a los caciques para asegurar voluntades. El gobierno recobró ante el indio la dignidad perdida.

Aquellos pobladores viven hoy convencidos de que para que los territorios sureños vuelvan a los tiempos pretéritos de su esplendor -hoy tan echados de menos- sería menester, previamente, que volviera Roca.

La demanda de este grupo terrateniente consiste en un reproche dirigido contra el gobierno nacional de turno, cuando las acciones de éste no responden a las expectativas de aquél acerca de la imposición del orden, es decir, de las condiciones que favorezcan el crecimiento particular del sector (por ejemplo, el reproche explicitado en la expresión “mano muerta del fisco”). El registro de la variación en la intensidad de esta demanda, correlacionada con los cambios de gobierno, indica que no va dirigida al ‘Estado’ en general, sino al gobierno, el ‘elenco provisorio’ que lo conduce.

En síntesis, lo opuesto al orden es todo aquello que atente contra el progreso y la civilización, conceptos éstos encarnados en el sector terrateniente.

Cuarto eje semántico: la oposición norte/sur

En la nota de editorial “El Sur necesita esa realidad” se lee:

Estamos habilitados para hablar en nombre de los ideales, las aspiraciones y los intereses de la región austral argentina. Desde hace treinta y seis años estudiamos sus problemas, percibimos los afanes de sus habitantes y exponemos con sostenida fe las soluciones que un criterio objetivo va vindicando. Nada de lo que importa al patagónico nos es ajeno, porque está en el Sur nuestra raíz y nuestro destino es el de aquella vasta porción del suelo patrio.

La marca deíctica indicando la ubicación del enunciador fuera del espacio representado (“aquella vasta porción del suelo patrio”), la Patagonia, es una constante cada vez que se abandona la neutralidad de la enunciación.

El ‘criterio objetivo’ se justifica en el reconocimiento de la existencia de “los ideales, las aspiraciones y los intereses de la región austral argentina”, es decir, de un conjunto homogéneo de expectativas e intereses. Continuando en esta línea discursiva,, el enunciador colectivo que supone la revista se adjudica el rol de simple transmisor en otra parte (Buenos Aires) de una serie de contenidos compartidos por todos los habitantes del sur.

La nota editorial del mes de octubre de 1930, en ocasión de la caída del gobierno de Yrigoyen, dice:

Diarios importantes de esta Capital, y esta misma Revista, han librado en distintas ocasiones enérgicas y razonadas campañas para despertar la atención de los Gobiernos anteriores acerca de los problemas vitales de la Patagonia; en ellas se han abordado las cuestiones de interés público que más afectan a aquellos territorios: justicia, policía, caminos, tierra fiscal, y muchas otras de reconocida importancia que constituyen con las enunciadas todo un programa de acción, en los que a los territorios del Sur se refiere, para un Gobierno como el actual, nacido de horas históricas y que aspira a llevar a todos los ámbitos del país los beneficios de una administración ordenada y sólida.

La importancia de esta cita radica en la explicitación del destinatario último de la publicación: los sucesivos gobiernos nacionales. La deixis espacial ubica la enunciación en Buenos Aires (“esta Capital”), donde se hacen escuchar los unánimes reclamos provenientes de los “territorios del Sur”. Ubicado en el norte, el enunciador colectivo transmite razonadamente al gobierno central los problemas y las demandas del sur. A su vez, también se presenta como mera correa de transmisión en sentido opuesto, interpretando para los “territorios del Sur” las acciones emprendidas por los diferentes gobiernos:

El pensamiento del Gobierno Provisorio de ir a la reforma de la Ley de Tierras -que tuvo principio de ejecución al ser enviado el respectivo proyecto a estudio y dictamen de la Junta Consultiva Nacional- halló el eco más simpático y despertó un lógico interés entre los pobladores del Sur, cuyas entidades representativas expusieron ideas básicas y aspiraciones justas ante las autoridades pertinentes.

Delegados de las Sociedades Rurales de la Patagonia trajeron sus inquietudes y fundamentaron sus puntos de vista con ánimo de prestar a los gobernantes un concurso leal y positivo, inspirados por el permanente anhelo de contribuir al progreso económico-social de aquellas regiones […].

¡No se abriguen temores acerca del ulterior destino que pueda darse a los nuevos títulos de propiedad! Hay que liberarse de ideas que no concuerdan con nuestra tradición positiva y de preconceptos que no resisten a un sincero y madurado examen. Hemos dicho para qué los pobladores sureños quieren la propiedad de su lote […] no se producen, ni siquiera se perfilan, los efectos en que tantas veces se ha hecho hincapié y que se han agitado como un fantasma, que como todo un fantasma puede impresionar pero no convencer y menos llevar a una determinación.

ARGENTINA AUSTRAL, que siempre ha tratado el problema de la tierra pública con amplitud y propósito constructivo, dedica este número a la información y comentario del decreto-ley 14.577. Para el debido conocimiento de los pobladores del Sur, reproduce el texto oficial de la nueva Ley de Tierras y ofrece una síntesis de las expresiones con que se la ha recibido. Se hace intérprete, así, de la expectativa que originara el anuncio de esa importante determinación oficial y de los sentimientos que determinara su adopción. Además, con la idea de favorecer el juicio más cabal, se complace en la publicación de trabajos que responden al primer intento de lograr una exégesis de aquel acto de gobierno.

Con ello, ARGENTINA AUSTRAL entiende servir los intereses permanentes del poblador patagónico, en defensa de cuyos derechos y sostén de su verdad siempre ha actuado, en acción intensa e invariable.

El abuso del recurso de la cita se justifica plenamente, creo, porque permite extraer varias conclusiones provisorias acerca de las acciones discursivas del enunciador colectivo:

-éste objetiva las representaciones subjetivas (sentimientos, expectativas e intereses) que se forman (todos) los habitantes de la región a partir de las acciones del gobierno nacional;

-sintetiza la heterogeneidad de sectores y clases sociales bajo la figura de “el poblador” o “los pobladores”;

-toma como “entidades representativas” de la región a “las Sociedades Rurales de la Patagonia”;

-interpreta y explica la relación entre las acciones del gobierno nacional y las necesidades de la región;

-dirige estas interpretaciones y explicaciones a “los pobladores” y al gobierno, algunas veces alternativamente y otras veces en forma simultánea;

-reconoce la existencia de sectores que no se incluyen dentro de “los intereses permanentes del poblador patagónico” (responden a “intereses inconfesables”) y rebate los argumentos de éstos;

-defiende los intereses del sur, ubicándose en el norte;

-se adjudica un rol mediador entre los dos espacios.

Estos cuatro ejes señalados no agotan todos los sentidos que se estructuran en el discurso de la revista, pero sirven como criterios para reconocer, de un modo más o menos global, los contenidos que circulan en su interior. Tampoco el orden de los mismos pretende reflejar algún tipo de jerarquía.

Es válido reorganizar estos contenidos a través de las categorías de prodestinatario, contradestinatario y paradestinatario, aportadas por E. Verón (1987).

En el primer caso incluye, por supuesto, a los integrantes del sector de los latifundistas de la región que no pertenecen al enunciador colectivo, es decir, que no participan directamente de la producción de la revista. Comparten un interés de clase. Son los “pobladores del Sur” por excelencia.

Los contradestinatarios son aquellos sectores que supuestamente difunden “errores” y “prejuicios” que impedirían “el fomento del progreso”, guiados “por intereses inconfesables”.

Los gobiernos son tratados como prodestinatario, contradestinatario o paradestinatario, según sean las respuestas que dén a las demandas del sector terrateniente. Así, por ejemplo, los gobiernos de Yrigoyen y Perón son ubicados en el lugar del adversario; en cambio, los gobiernos militares y cívico-militares instaurados mediante los correspondientes golpes de Estado son ubicados en el lugar del paradestinatario y/o prodestinatario.

Esta tendencia golpista queda claramente expuesta en estas tres citas. La primera corresponde al número publicado luego del derrocamiento de Yrigoyen, la segunda al número aparecido luego del derrocamiento de Perón, la tercera al número publicado un año después de la anterior:

La revolución que estalló el 6 de Septiembre en esta Capital, acaudillada por el Teniente General José F. Uriburu, ha sido, más que un movimiento de violencia propio de ánimos exaltados, una procesión cívica demostrativa de la cultura tradicional de nuestro pueblo […].

El Gobierno Provicional, formado por personalidades de relieve y de autoridad, ha sido recibido con entusiasmo por el pueblo, sin que, como ha sucedido en otras naciones, en idénticos casos, el recelo ni la duda hayan puesto barrera alguna a los actos del Gobierno surgido de la revolución; por el contrario, la Nación toda ha demostrado desde el primer momento acompañarlo con el calor de la más franca simpatía y fe que da la seguridad de que serán satisfechas las aspiraciones que dieron alientos al movimiento revolucionario.

[…]

Ajena por completo a toda agrupación política, porque sólo nos preocupamos de los intereses generales de los territorios del Sur, ARGENTINA AUSTRAL, le presenta sus saludos al Gobierno Provincial y espera de él, como lo espera todo el país, que realice una obra constructiva, de tranquilidad y de progreso.

Como promesa de una conciliación interna definitiva, sólida y fecunda, el país ha celebrado con alborozo la terminación del evento revolucionario que durante algunos días lo mantuvo en zozobra y angustiado. Reunida la ciudadanía en concentración sin precedentes, coherente y compacta, en el gran escenario histórico de la Plaza de Mayo, y en las plazas de todos los pueblos del interior, vibró exultante de emoción y orgullo al proclamarse con acendrada inspiración patriótica que en la República no hay, tras la dolorosa brega fraterna, resabios de vencedores ni vencidos, venturosa síntesis de tolerancia, amor y respeto que se extendió más allá del ámbito de la Nación.

El futuro de la Patagonia ha sido despejado. En un año ha hecho el Gobierno Provisional la obra reparadora que vanamente se reclamara en varias décadas anteriores. La desmoralización y el escepticismo no anidan ya en el espíritu de sus habitantes.

¿Qué hizo el Gobierno Provisional para ganar los elogios del grupo editor? Levantó el régimen de aduanas implantado por Yrigoyen y aprobó el decreto-ley 14.577 (denominado “Ley de Tierras”), que otorgaba los títulos de propiedad a los latifundistas.

Es importante tener en cuenta que es en esta formación ideológico-discursiva que se insertan las narraciones literarias, las que, al igual que las demás secciones, son leídas e interpretadas a partir del contexto comunicativo que supone la misma revista. En otras palabras, los márgenes de ésta no se agotan en los límites de 23cm por 32cm de la página ni en las cuarenta o más páginas que la componen, sino que se extienden y diluyen hacia y desde esferas institucionales más amplias, complejas y en apariencia más abstractas que el aquí y ahora de la lectura. Sería ingenuo suponer, por ejemplo, que el sentido de un artículo que solicita el apoyo del gobierno a los estancieros no interactúe con el sentido de una narración, contenida en la misma revista, que trate de las penurias que atraviesan los colonos para sobrevivir en la región.

Así, se puede intentar recomponer una imagen posible de la patagonia representada en el contexto inmediato de la revista, siendo sus principales rasgos:

-Abandono: La región ocupa un lugar periférico respecto del norte y del gobierno nacional.

-Desorden: Relacionado con el abandono, el enunciador colectivo acusa, con mayor o menor énfasis, hasta el año ’55, al gobierno de la falta de orden y se propone (aunque hable en general de “los pobladores del Sur”) como agente canalizador del mismo.

-Progreso/civilización: A partir de la concesión de la propiedad de las tierras fiscales, como por obra de un proceso natural, el apoyo a la iniciativa privada es presentado como la vía más importante de progreso, así como la función del Estado es concebida principalmente como el aporte a la región de todo aquello que escape a las posibilidades y que no limite la actividad de aquélla (desarrollo de industrias y planes de viviendas, optimización de las vías de comunicación, mejoramiento del sistema educativo, etc.).

Estas conclusiones parciales son el resultado del análisis interno de la revista, es decir, del registro de sentidos heterogéneos y contradictorios en el mismo discurso. Los actores e instituciones que consigno aquí son los mencionados y caracterizados, implícita e explícitamente, por el enunciador colectivo.

En esta perspectiva histórica, las narraciones literarias reflejan la valorización positiva de la oligarquía terrateniente, sector social representado por el enunciador colectivo, de los procesos de conquista y colonización, de la función ordenadora cumplida por los militares, de la inmigración europea como factor de civilización, del trabajo y la solidaridad. La cultura indígena es subvalorada, presentándose como un obstáculo para el progreso. El énfasis puesto en la dureza de las condiciones de supervivencia en el marco de una naturaleza hostil realza la importancia de la presencia de los colonizadores en la Patagonia, “los mejores hombres con que cuenta hoy día”.

Es el espacio en proceso de colonización (ordenación) el que aparece como más apto para el desarrollo del acontecimiento extraordinario. El sur constituye un ámbito propicio para la aventura en tanto el marco natural y la baja densidad poblacional condicionan las interrelaciones personales, diferenciándolas de las interrelaciones típicas en el norte (sobre todo en Capital Federal).

4. La Revista Argentina Austral en el contexto histórico-social

La región patagónica se extiende entre los 38 y 44 grados de latitud sur, y posee una superficie de 786.000 km2 (alrededor del 28% del total del país) y comprende las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Puede ser caracterizada, en términos generales, como un zona árida-semiárida, con lluvias escasa (de 100 a 300mm anuales), vientos moderados a fuertes predominantes del oeste, que soplan en forma constante durante gran parte del año, y suelos con baja cobertura vegetal de escaso valor forrajero. Estas características propician el perfil argopecuario hacia una explotación ganadera de tipo extensivo, principalmente ovina. En menor proporción, en zonas cordilleranas y en algunos valles, el clima húmedo y las lluvias más frecuentes permiten la cría y reproducción de ganado vacuno y de agricultura intensiva. Su inserción en el modelo económico, político y social de la nación se produce recién en este siglo, mediante un proceso que define rasgos esenciales de su organización social.

Considero conveniente iniciar la descripción del macro-contexto en que circuló la revista con una cita del trabajo de G. Beato La constitución de grupos sociales dominantes en Chubut:

Hacia fines del siglo pasado la inserción de Argentina en el contexto de la economía mundial cobró nuevas características a través del área recientemente incorporada que ofrecía mayores ventajas comparativas: la Pampa Húmeda. Esto trajo aparejado en el orden interno una reestructuración a nivel regional de acuerdo con la capacidad de adaptación y respuesta de cada zona en particular. Juntamente con el proceso formativo del estado nacional se fue ocupando también el espacio patagónico al sur de Río Negro, continuando así la expropiación de tierras al indígena. La incorporación de grandes extensiones de tierras al proceso económico, el uso del crédito a través de instituciones bancarias y de casas comerciales, las inversiones de capital en obras portuarias, ferrocarriles y frigoríficos, el asentamiento de inmigraciones organizadas o formales y otras espontáneas, contribuyeron a la rápida formación de una peculiar estructura social y económica.

Esta “peculiar estructura social y económica” estaba constituida por un entramado de clases (sectores y fracciones de clases), estamentos y partidos (en términos weberianos), en el que la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia jugaba un rol importante, pues era una institución comercial y financiera de uno de los grupos latifundistas más prominentes de la región.

Puede señalarse como fecha de consolidación de esta empresa el año 1908, cuando se llevó a cabo un “Pacto de Fusión” entre las familias Menéndez y Braun-Blanchard, que se reafirmó posteriormente con el casamiento de Mauricio Braun con Josefina Menéndez Behety. Esta última era hija de José Menéndez, un asturiano que inició su fortuna como tenedor de libros de Etchart y Cía. A propósito, Beato afirma:

En 1874 la firma Etchart y Cía. necesitaba cobrarle a un deudor moroso en el sur patagónico. La tarea le fue encomendada a José Menéndez, quien cumplió la misión. El deudor, Piedrabuena, en 1869 se instaló en Punta Arenas, Chile, con un almacén de suministros navales en una parcela de tierra que le fue dada en concesión. Poseía también otro establecimiento en la Isla Pavón donde se dedicaba al trueque con los indígenas. Finalmente en 1876 el negocio de Punta Arenas pasó a control de la firma Etchart y Cía. y tanto las mercaderías como la concesión fueron transferidas a la misma, designando a cargo del establecimiento a José Menéndez. Éste se instaló allí con su familia a la vez que representó a la Argentina en carácter de cónsul en dicha localidad chilena.

De aquí en más comenzó a ampliar sus actividades. En 1879 se inició en la ganadería al ‘apoderarse’ de 500 ovejas que un poblador había traído de Malvinas y de un predio ubicado junto a la Bahía San Gregorio.

Algo más de una década después trajo la primera embarcación a vapor de su propiedad, el ‘Amadeo’, y para 1902 la matrícula de Punta Arenas contaba con 120 naves que totalizaban 12.000 toneladas. Tres años más tarde adquirió la mina de carbón de Loreto en Magallanes, mientras paralelamente su actividad comercial creció a través de sucursales y ámbitos geográficos de la provincia de Santa Cruz, Río Gallegos (1894) y Puerto Santa Cruz (1902), y en Chubut, en Comodoro Rivadavia, por medio de la compra de una carpa comercial a Belarmino Menéndez (1906).

Mauricio Braun provenía de una familia rusa judía que había conformado una sociedad con un francés, Blanchard, sociedad que también se extendía hacia ambos lados de la frontera patagónica, compitiendo con Menéndez.

Antes de la fusión estas casas comerciales tenían sucursales en distintas zonas del área patagónica. Al unirse, cada socio incorporó las de su propiedad, lo que implicó un mayor control sobre la región sur de Argentina y Chile. José Menéndez aportó las sucursales anteriormente mencionadas, mientras que la casa Braun-Blanchard hacía lo propio con las sucursales de Río Gallegos, Puerto San Julián y Puerto Santa Cruz de la provincia de Santa Cruz, Trelew de la provincia del Chubut y Ñorquinco de Río Negro.

La Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia “tuvo como gestor oficial al General Roca (presidente argentino en dos oportunidades, 1880-1886 y 1898-1904), quien en 1889 visitó a José Menéndez y prometió su apoyo en el futuro para aquellos que iniciaran acciones en la Patagonia Argentina”.

Ahora bien, ¿qué se está afirmando aquí al decir que esta revista pertenece a un grupo latifundista?

Elsa M. Barbería propone la siguiente discriminación de establecimientos agropecuarios:

a) latifundios o grandes establecimientos: aquellos cuya extensión va más allá de las 30.000 hectáreas;

b) medianos establecimientos: aquellos cuya extensión oscila entre las 15.000 y 30.000 hectáreas;

c) pequeños establecimientos: aquellos cuya superficie es menor de 15.000 hectáreas.

Solamente las estancias que Mauricio Braun poseía junto a su hermana Sara en la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego bastan para ubicar a esta familia dentro de la primera categoría, ya que a principios de siglo sumaban alrededor de 1.376.160 hectáreas.

La gran mayoría de los estancieros eran inmigrantes europeos a quienes el gobierno había otorgado amplias franjas territoriales de ocupantes o de arrendatarios.

Los establecimientos medianos desarrollaron también una actividad comercial de alcance local, mientras los grandes productores canalizaron la producción de la región a nivel nacional, en Buenos Aires. Beato reconoce en su estudio de la organización social chubutense dos grandes grupos (teniendo uno de ellos incidencia regional, el representado por La Anónima) y describe del siguiente modo su operación económica:

Existían dos grupos de comerciantes, las grandes casas comerciales y las pequeñas y medianas casas comerciales, que operaron de forma independiente o relacionadas entre sí (vía mercaderías, producción y dinero). Ambos se relacionaron con el pequeño productor al abastecerlo de los insumos necesarios para recomenzar su ciclo productivo y acopiaron la producción que le era pagada una vez vendida en el mercado. El capital comercial, representado en las grandes casas comerciales que son a su vez los grandes productores, Lahusen y La Anónima, marcaron las pautas del circuito de comercialización y financiación de la producción. La banca institucionalizada y los prestamistas particulares complementaron el papel desempeñado por las casas comerciales mayores. Estas últimas lo realizaron como una actividad en su proceso de diversificación económica, en función de la comercialización de la producción. Las grandes firmas, a través de su sed central en Buenos Aires y sus agencias en el extranjero, canalizaron hacia el mercado nacional e internacional la producción patagónica.

Estos sectores terratenientes crecieron y se consolidaron sustentados por gobiernos de corte conservador, que apostaron al desarrollo de un aparato productivo agroexportador que posibilitara la inserción de Argentina en el ‘concierto internacional de las naciones civilizadas’. Este tipo de modelo económico necesitó para su desarrollo de relaciones interinstitiucionales e interpersonales particulares, distintas de las requeridas por un modelo industrial. La posibilidad de pasar del primero al segundo implicó la determinación inexorable de un reordenamiento de prioridades en el otorgamiento de los préstamos fiscales, un cambio legislativo, el flujo migratorio del ámbito rural al urbano, además de los consecuentes cambios sociales, culturales y políticos (fortalecimiento de los sindicatos, surgimiento de la clase media e introducción de la misma en la arena política, etc.). Esta tensión atravesó la historia política del país durante gran parte del siglo XX y se tradujo en la disputa por el control del Estado. La lucha tuvo como principales adversarios del sector terrateniente al gobierno yrigoyenista y al peronismo del ’45 al ’55, que desplegaron una política económica orientada hacia el modelo industrial y una política social orientada hacia las clases medias y bajas. En la región, debían enfrentar también a sectores comunistas y anarquistas.

Así, la Sociedad Rural Argentina, a la que se sumaron las regionales, actuó históricamente como la expresión partidaria (en el sentido weberiano) de los intereses de la clase. La familia Menéndez-Braun se insertó decisivamente en esta institución porteña en 1947, a través de Carlos A. Menéndez Behety, quien asumió el cargo de Director de ‘Anales’ en su Comisión Directiva.

José G. Vazeilles, en su estudio sobre las vinculaciones entre el sector oligárquico y los gobiernos militares, afirma irónicamente: “No hará falta seguramente transcribir las alborozadas loas que la prensa y los voceros oligárquicos han lanzado a los cuatro vientos en meses como setiembre de 1930 y 1955 o marzo de 1976”. Arriba se transcribieron tres citas que ratifican la opinión de este autor.

Osvaldo Bayer da cuenta, haciendo uso de su característica mordacidad, de las diferencias entre el gobierno yrigoyenista y los sectores latifundistas del sur:

Los buenos tiempos de la guerra han terminado para los latifundistas de la Patagonia, cuando el dinero fluía a manos llenas y vender lana era más seguro que la carne o el trigo. Todo esto trajo, por supuesto, la desocupación, la baja de los salarios, la crisis, el desaliento en el comercio local y en los pequeños productores, y la alarma en los estancieros. Éstos habían lanzado su pedido de auxilio a Yrigoyen, aunque el presidente le resultara muy poco simpático. En efecto, el presidente radical había osado ir por dos veces consecutivas contra los ‘sagrados intereses’ de los verdaderos dueños de la Patagonia. Había reimplantado las aduanas en el lejano sur para controlar las importaciones y exportaciones, y había ordenado ordenado remensurar los campos. Esto último significó que muchas estancias se ‘achicaran’ considerablemente ya que se habían tomado mucho más de los que les correspondía.

Estas dos medidas ponían coto a una serie de prerrogativas y derechos adquiridos ‘per se’ y que a los ojos de muchos aparecían como abusivos, pero que por otro lado creaban un clima de autodefensa de los grandes propietarios que los llevó a unirse y a resistir todo lo que tuviera olor a fisco y funcionario gubernamental, por un lado, y a organización obrera, por otro.

Estas dos acciones del gobierno radical sucedieron con anterioridad a la aparición de la revista y es lógico que hayan determinado la mala predisposición de este sector frente al gobierno. La expresión “los verdaderos dueños de la Patagonia” no está haciendo referencia sólo al dominio económico, sino también al político. La incidencia de una esfera en la otra se revela inequívocamente en la figura de Edelmiro A. Correa Falcón, por ejemplo, quien fue designado por el gobierno central en el cargo de gobernador interino de Santa Cruz (1919-21). Falcón, yrigoyenista y carente de vínculos personales en la región (anteriormente se había desempeñado como Comisario Inspector de la Policía de Chaco), al poco tiempo de llegar fue nombrado secretario gerente de la Sociedad Rural local.

Pero también acontecieron previamente otros dos hechos, estrechamente vinculados entre sí, que impulsaron a La Anónima a publicar la revista. Por un lado, los rumores despertados por el aplastamiento de la huelga y el posterior fusilamiento de los peones en Santa Cruz, en 1921. Por otro, la publicación, en 1928, del libro de José María Borrero La Patagonia Trágica. Esta obra difunde a nivel masivo la denominada ‘leyenda negra de los estancieros, a la que solapadamente se refiere el enunciador colectivo cuando habla de “… la necesidad de salir a la palestra para combatir la causa del malestar, para hacer conocer la realidad patagónica y disipar difundidos errores que eran explotados con malicia por intereses inconfesables”.

Borrero denuncia las condiciones de explotación a las que se veían sometidos los trabajadores, el enriquecimiento ilícito de las Sociedades Anónimas y principalmente la matanza de indígenas como método de apropiación y control de las tierras. Finaliza el libro anunciando la publicación de una segunda parte, titulada Orgía de sangre, en la que

…tras una descripción detallada de los movimientos obreros ocurridos en la Patagonia y terminados con las horrorosas matanzas de 1921, se deslindarán responsabilidades, señalando con pruebas indubitables a los verdaderos autores morales y materiales de tales matanzas, quienes con fines inconfesables ponen todo su empeño en arrojar sombras siniestras sobre un eminente y austero exmandatario de la Nación y sobre la memoria de un pundonoroso militar argentino, primera víctima propiciatoria de los Sucesos de Santa Cruz…

Como se ve, además de la existencia de intereses referidos a la difusión de aspectos de la patagonia desconocidos en gran parte del país y de intereses comerciales, también hay fuertes intereses políticos, económicos y culturales, tan ideológicos como los otros, que se conjugan en la producción de la revista.

En este análisis se rescataron algunos hilos del complejo entramado que fue el contexto histórico y social en que circuló la revista. Indudablemente podrían haberse enfatizado otros rasgos, haberse hecho lecturas que develen otras facetas del fenómeno abordado. Mi objetivo principal fue demostrar que las narraciones literarias aportan y reciben sentidos específicos en los sucesivos contextos englobantes, es decir: que no hay textos ‘inocentes’ (tampoco los literarios).

5. Conclusiones generales

Las narraciones literarias configuran un discurso que, en términos generales, presenta a la Patagonia como un espacio caracterizado por un clima hostil y un territorio desolado y agreste. Los personajes que desfilan en este escenario son indígenas, militares, colonos (pioneers), trabajadores rurales, pescadores, habitantes de ciudades y pueblos, policías, etc. Los mismos constituyen representaciones tipificadas que sintetizan una determinada visión del mundo, que podría sintetizarse del siguiente modo: en el principio, los indígenas ocupaban el desierto y tuvo entonces el ejército que cumplir la misión histórica de conquistarlo en beneficio de la civilización; así pudieron instalarse los colonos y, merced a su iniciativa privada, el progreso finalmente llegó a la región: fue alrededor de las estancias que se levantaron las aldeas, que posteriormente se convirtieron en pueblos y ciudades.

Cuando se toma distancia de las narraciones para hilvanarlas con una mirada que trascienda el aparente aislamiento de cada texto, del conjunto de fragmentos surge una totalidad: una imagen bastante nítida de la Patagonia. En ésta, por ejemplo, las cualidades del indígena son negativas no sólo por el mero “capricho literario” de un autor, sino también por la existencia de un substrato ideológico compartido por quienes participan en la producción de la revista. En este caso, la concepción del indígena como un ser ‘primitivo’ cuya desaparición es necesaria para el progreso de la nación está directamente relacionada con el pensamiento positivista propio, primero, de la generación del ’80 y, luego, de los sectores conservadores de la sociedad. No es de extrañar entonces que en todas las narraciones aparezcan los roles femeninos subordinados a los masculinos o que, excepto un caso, en ninguna narración se cuestione la legitimidad de la propiedad que el hombre blanco se adjudica sobre las tierras (cuestionamiento que alcanzaría a los rasgos sobresalientes del sistema social).

El mundo representado propone la Patagonia como un escenario apropiado para el acontecimiento de sucesos extraordinarios, primordialmente aventuras y romances. El hombre lucha por sobrevivir en un medio que se le revela hostil y este conflicto puede ser el eje de la acción o solamente un rasgo del ámbito, pero constituye, junto con la mención de las vastas distancias, una tendencia marcada. La mayoría de los personajes son hombres blancos, registrándose entre ellos una proporción considerable de europeos. Los indígenas son presentados como seres primitivos y violentos. La presencia del hombre blanco es abrumadoramente mayor que la de la mujer. La mayor parte de las acciones transcurren en un ambiente rural en proceso de ordenamiento, que se abre así como una instancia aún abierta para lo incongruente. En síntesis, una Patagonia lejana y poblada por hombres sufridos.

La Revista Argentina Austral, en tanto revista en sí misma, constituye un producto simbólico con implicaciones ideológicas. Su aparición está determinada principalmente por tres tipos de interés: un interés comercial, un interés informativo y uno político. Este último determina a los otros dos.

A través de mecanismos discursivos que enmascaran la identidad (auto-referencia) del enunciador colectivo, éste puede formular los contenidos según sus intereses de clase sin llegar a ‘quebrar’ la ilusión del ‘interés general’. Así varía estratégicamente la valoración que realiza tanto de las acciones del gobierno como de las necesidades de la región, ubicándose en un rol mediador entre el gobierno/el norte (el enunciador se reconoce en Capital Federal) y “los pobladores”/el sur (sus propiedades están en la Patagonia). La apariencia del interés general se mantiene sobre la base de la heterogeneidad temática: junto a las punzantes notas de editorial y algunos artículos de colaboradores, se incluyen páginas de aparente contenido “neutral”, dedicadas al rescate de ciertos puntos geográficos, historias de ciudades, notas sociales, informaciones generales, etc.

El discurso de Argentina Austral materializa la visión del mundo de uno de los mayores grupos de la oligarquía terrateniente del sur y, como tal, su representación de la realidad está orientada por un interés de consolidación y crecimiento que colisiona los intereses de otros sectores. Es un órgano de ‘campaña’ en una lucha que se vuelve explícita, por ejemplo, en la enunciación de críticas a los gobiernos de Yrigoyen y de Perón, que luego se transforman sistemáticamente en elogios una vez que las fuerzas armadas toman el poder. Esta diferencia de actitud se explica por la respuestas a las demandas efectuadas por el sector: mientras los primeros ‘desatienden’ al campo, en su intento de desarrollar la mediana industria nacional, las dictaduras militares acceden a sus demandas, convencidas de la ‘necesidad’ de apoyar al sector agropecuario.

La Patagonia representada en el discurso literario se complementa con la representada en el resto de la revista. Esta articulación es propiciada, en primer lugar, por los encargados de su producción y, en segundo lugar, por la lectura de los diferentes receptores, que vuelven homogéneo el contenido global: la mirada de éstos recorre horizontalmente las diferentes partes de algo que, por contar con el mismo soporte físico, se percibe sensorialmente como un objeto único; pero, además, no se trata de un receptor ‘esquizoide’ que ‘olvida’ la imagen de la Patagonia ‘construida’ por la nota de editorial o algún otro artículo, generalmente situados en las primeras páginas, al momento de leer una narración. Aquella imagen funciona como ‘marco de lectura’, el espacio geográfico, temporal y social en el que se lleva a cabo esta lectura particular. Por ejemplo, la estancia que está definida anteriormente como el puntal de la civilización en la región se convierte luego en el escenario literario de los sucesivos narrativos.

En fin, no es el objetivo del trabajo analizar las posibles estrategias de lectura sino la configuración de sentido en la revista (o, mejor dicho, una configuración de sentido posible, construida a partir de elementos internos).

En otras palabras, el análisis atravesó las capas más superficiales de las narraciones hasta poder dar cuenta de su estructura significativa, es decir, del significado de estos textos en tanto acciones individuales y colectivas constituyentes de una respuesta global de la alianza entre el sector dominante y el campo intelectual (Bourdieu, 1988, 1990, 1991) ante situaciones específicas de la realidad social.

Dentro del tapiz, las narraciones jugaban el papel de unos inofensivos bordados. Sin embargo, al reconstruir la formación ideológico-discursiva que definió las condiciones de posibilidad de la publicación, puede concluirse que la revista fue un órgano de propaganda y de presión política que, enmascarando su verdadera función detrás de un aparente interés general, estaba al servicio de los intereses de los grupos latifundistas.

Los efectos de sentido de las narraciones se fusionaban y reforzaban los efectos de sentido fomentados por los textos más claramente ideológicos que las acompañaban. Nada era gratuito en este juego, en el que se disputaba el destino de la región. Ni la literatura…

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