La literatura especializada coincide en destacar una serie de atributos comunes que identifican a los Nuevos Movimientos Sociales (NMS), a partir de los cuales se trata de ordenar y comprender las diversas formas de organización y acción que asumen en su expresión empírica.

Los NMS son considerados, en apretada síntesis, actores colectivos con bajo nivel de especificación de roles o jerarquización interna, alto grado de participación de las bases, fuerte integración simbólica con énfasis en la defensa de la identidad y de los estilos de vida, y prioridad de valores sociales o culturales sobre las cuestiones económicas y distributivas en sus discursos. Su base social y sus formas de actuación resultan heterogéneas, pero tienen en común su sentido de confrontación con los poderes (económicos, políticos o culturales) establecidos y el hecho de actuar fuera de los canales institucionalizados de mediación de intereses (Dalton et al., 1992; Touraine, 1995; Mardones, 1996). A ello se agrega la especificidad o unidad temática de los intereses que defienden, como bien destacan Dalton et al. (1992:21) al hacer referencia a los primeros estudios de la sociología alemana que acuñaron el término Neu Sociale Bewegungen.

Estos presentan importantes diferencias con las organizaciones formales (más o menos corporatizadas) de carácter reivindicativo, como las organizaciones profesionales o gremiales, pero también comparten con ellas ciertos rasgos. Entre las diferencias, la más importante tiene que ver con su menor grado de formalización (corporatización) interna y la racionalidad menos instrumental (más orientada a fines que a medios) que inspiran las relaciones con su base social; asimismo, los NMS presentan un mayor grado de heterogeneidad social, que los sindicatos o las organizaciones profesionales o empresariales, cuya base suele estar marcada por rasgos comunes de afinidad laboral o económica. Además, sus preocupaciones y demandas no abarcan la integralidad de cuestiones que atienden el tipo de corporaciones mencionadas. Finalmente, estas últimas formas asociativas, a diferencia de los NMS, guían sus estrategias de acción colectiva preponderantemente a través de los canales institucionales de mediación y negociación de intereses. Entre las semejanzas puede destacarse el hecho de que los NMS, al igual que las organizaciones reivindicativas, desarrollan actividades que tienen naturaleza universalista -entendiendo con ello que benefician tanto al afiliado como al que no lo está-, caracterizándose ambos tipos de asociacionismo por ofertar bienes públicos [1].

No obstante, los casos empíricos en que se manifiestan unos y otros no necesariamente reúnen la totalidad de las características mencionadas, o pueden combinarlas en muy diversos grados de intensidad. En el caso de los NMS, aún aquellos que integran una misma categoría -mujeres, ambientalistas, etc.-, se presentan diferencias significativas en los rasgos de su integración, ideología y estrategias de acción [2].

El surgimiento de los NMS en la Argentina se intensificó en el marco de los cambios económicos, políticos y sociales que tuvieron lugar durante el último cuarto del siglo XX y que han significado la transición a lo que algunos autores denominan un nuevo Régimen Social de Acumulación (Nun, 1987). En ese contexto, surgieron nuevos actores sociales, con características distintivas respecto a los sindicatos y organizaciones gremiales, que durante un largo periodo de tiempo han monopolizado la representación de los intereses en la sociedad argentina. García Delgado (1994) distingue cuatro tipos de estos nuevos movimientos sociales, a saber: movimientos de supervivencia, movimientos de protesta contra el ajuste económico, movimientos de calidad de vida y movimientos religiosos. Si bien existen numerosos aspectos en común entre ellos, reviste particular interés para este trabajo los movimientos de protesta contra el ajuste, dada su pertinencia en relación a un caso de movilización social surgido en el sector rural argentino durante los últimos años, y sobre el que se centrará el análisis.

Este tipo de movimiento social coincide con la definición de los llamados movimientos de defensa o de resistencia (Habermas, 1981), estructurados a partir de la confrontación con las situaciones generadas por el cierre de servicios; declinación de bienes públicos como educación, asistencia y seguridad; pérdidas de empleos, y embargos de patrimonios. Sus bases sociales son integradas principalmente por los denominados nuevos pobres, sectores medios que participaban del sector formal de la economía, pero que sufrieron un profundo y abrupto proceso de deterioro en su situación de estabilidad y renta, si bien con capacidad de organización y acceso a los medios de comunicación de masas para expresar sus protestas y organizar sus reivindicaciones.

Como afirma García Delgado para el caso argentino, “..son las víctimas del ajuste del Plan de Convertivilidad y son, por lo tanto, los que sufren más duramente el problema de la crisis de representación y privación relativa, ya que no son contenidos por el modelo ni material ni simbólicamente como tampoco por el sistema de partidos tradicionales.”(1994: 196).

Esta crisis de representación incluye no sólo a los partidos políticos, sino también a otras organizaciones de la sociedad civil preexistentes, como las profesionales o gremiales, que han perdido eficacia como canales de contención o inclusión en el nuevo contexto, abriendo de este modo el espacio para la aparición de nuevos actores sociales.

Para situar el contexto en el que surgen estas nuevas formas de articulación de intereses en la agricultura argentina, cabe señalar que la etapa que se consolida a partir de la década de 1990 en la Argentina, conjuga la existencia de una especie de Estado post-social, donde el aparato estatal reduce sus atribuciones e intervención en favor del mercado y la sociedad civil, con un régimen de acumulación de libre mercado, un régimen político basado en la democracia liberal, un esquema de mediación de intereses de tipo pluralista, y la preeminencia de valores sustentados en una cultura individualista y competitiva.

En este contexto, el sector agrario ha transitado por un camino que no deja de ser paradójico. Por una parte, ha duplicado la producción y exportación de granos y otros productos agrícolas, así como la venta de insumos, maquinaria y equipamiento, acelerando la modernización tecnológica del sector. Pero, por otra, ha hecho más pobres a los pequeños y medianos agricultores, generando la exclusión de sus grupos más vulnerables y abriendo un panorama social incierto para la mayoría de la población rural argentina (Lattuada, 2000).

Los mecanismos tradicionales de representación y mediación de intereses, tanto políticos como gremiales, se han visto ineficaces o insuficientes para dar una respuesta adecuada al detrimento de las condiciones de vida rural y, en consecuencia, se han desplegado profundas transformaciones en las formas asociativas y en las estrategias de acción colectiva. Las asociaciones profesionales agropecuarias tradicionales se han visto obligadas a involucrarse en procesos de redefinición de su organización y funciones, al tiempo que han surgido otras formas alternativas de acción colectiva, algunas de ellas totalmente novedosas en la historia argentina, como el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (MMAL).

A partir de la utilización de abundante material periodístico, fuentes secundarias y entrevistas a informantes cualificados, se ha ido creando una amplia base de información sobre el MMAL, que se extiende por el lapso de un lustro desde su origen en 1995. El análisis de este material ha posibilitado la realización de un estudio que da cuenta de las condiciones que contribuyeron a la génesis del movimiento, las características de sus integrantes y sus motivaciones para participar, la organización adoptada, los discursos y demandas como expresión de su ideología, así como las estrategias de acción empleadas, y las vinculaciones con otras organizaciones del ámbito político, gremial y de la sociedad civil.

La perspectiva empleada en este análisis no es estática, sino que, por el contrario, se pregunta por el dinámico proceso que ha recorrido el MMAL desde su creación, pasando por su conformación como nuevo movimiento social, hasta su proyección a través de un incipiente proceso de institucionalización, en una nueva organización profesional/gremial agraria. En este análisis se confrontan aspectos de las teorías sobre los Nuevos Movimientos Sociales con el caso empírico del MMAL, poniendo especial atención en un aspecto poco atendido hasta ahora por dicha teoría, cual es la corporatización de los NMS, o, dicho en otras palabras, el proceso de transformación de un movimiento social en una organización formal de naturaleza reivindicativa especializada en el ámbito de la defensa y representación de intereses y en la interlocución con los poderes públicos.

Génesis de un Nuevo Movimiento Social.

El endeudamiento y la expulsión de los sectores medios de la estructura agraria de la provincia de La Pampa, constituían a mediados de los 90 condiciones objetivas para respaldar un acción colectiva que expresara sus demandas, (Lattuada, 2000; Giarraca y Teubal, 1997). Una problemática que en mayor o menor medida también se extendía a otras regiones del país, y que lejos de ser evaluada como coyuntural se percibía como estructural por quienes luego serían integrantes destacados del MMAL. Estos tampoco depositaban expectativas de cambio a partir de la actuación de los canales tradicionales de representación y mediación de intereses, tanto políticos como gremiales, (La Arena, 05.02.99).

En este contexto, a fines de mayo de 1995, la exposición pública que en varias radios locales realizó una mujer – Lucy de Cornelis- sobre la inminencia de un remate de sus bienes [3], fue el desencadenante para un respaldo social espontáneo que, a los pocos días, se canalizaría en la formación de un nuevo movimiento social rural, (La Arena, 04.06.96).

Ante la masiva respuesta social, Lucy de Cornelis decidió convocar a una reunión abierta a comienzos de junio de 1995, para que todos aquellos que quisieran tratar el problema del campo y del endeudamiento pudieran hacerlo. En este acto se decidió formar el movimiento, se constituyó una mesa directiva provisoria, se acordó el primer petitorio donde se exponían las principales demandas y se sugirieron algunas de las posibles acciones a realizar, (La Arena, 04.06.95).

El petitorio fundacional contenía unas pocas demandas concentradas sobre una única y excluyente problemática, el endeudamiento: a) Detener las ejecuciones y los remates en forma inmediata. b) Analizar nuevamente la legitimidad de las deudas, teniendo en cuenta quitas y ajustes de ajustes de acuerdo a la modalidad de cada crédito. c) Refinanciar los montos resultantes a plazos no inferiores a 10 años, incluidos 3 de gracia, y con tasas que no excedan el nivel internacional, analizando cada caso en particular, teniendo en cuenta el tipo de producción y la capacidad de pago. d) Instrumentar ayudas financieras para promover la producción, (La Arena, 04.06.95).

Integración, heterogeneidad y organización.

Una de las características de los NMS consiste, precisamente, en la heterogeneidad de su base social y de las motivaciones de sus miembros a participar, que, unido a la existencia de estructuras escasamente burocráticas, poco jerarquizadas y débilmente centralizadas, posibilitan la expresión de diversas culturas políticas y una variedad de comportamientos y actitudes. Se diferencian en este sentido de las bases sociales de otros tipos de organizaciones -como los sindicatos o las asociaciones empresarias-, adquiriendo la pertenencia de sus miembros una condición fluctuante en función de los cambios del contexto político o de las cambiantes situaciones personales (Dalton et al, 1992).

Desde su fundación, el MMAL respondía a estos rasgos, ya que era esencialmente heterogéneo en lo que se refiere a las características sociales y económicas de sus integrantes, excepto en lo relativo al género y a su impronta de clases medias que resisten el ajuste económico [4]. Entre sus miembros y dirigentes se contaban algunas mujeres agricultoras, pero en su gran mayoría eran mujeres con diversidad de roles: amas de casa, docentes y hasta personal de servicio doméstico; muchas de ellas esposas o familiares directos de agricultores, y aún de profesionales con alguna inversión o pequeña renta en el sector agropecuario. Las mujeres vinculadas a la agricultura no provenían únicamente del estrato de las pequeñas explotaciones, sino también de las medianas y grandes, (La Arena, 24.04.99; Piriz et al. 1999:28, 81). Tampoco sus integrantes reunían en todos los casos la condición de endeudados. Un ejemplo en este sentido fue la situación de Joaquina Moreno, una de sus dirigentes fundadoras, quien se incorporó por solidaridad.

Además, con el correr del tiempo, se acercaron al movimiento sectores urbano para solicitar apoyo en los embargos de sus propiedades y viviendas; asimismo, se unieron grupos del comercio minorista, como el representado por las mujeres de la provincia de Formosa, e intelectuales y profesionales que compartían las reivindicaciones generales contra el modelo de ajuste (La Arena, 12.08.95; 20.05.98).

Entre sus líderes y fundadoras, unas pocas poseen experiencia previa en la acción pública de movimientos vecinales, regionales, políticos o gremiales, no necesariamente ocupando cargos, pero sí desempeñando roles que le han otorgado, como afirman Piriz et al. (1999:29), cierto conocimiento y manejo instrumental de la interacción política.

Dada la heterogeneidad constitutiva de movimientos como el MMAL, las motivaciones que tienen sus miembros para participar dificilmente puedan ser explicadas atendiendo a un único enfoque teórico [5], especialmente si el análisis contempla no sólo la coyuntura del surgimiento, sino la evolución posterior del mismo.

La perspectiva de la privación relativa de determinadas condiciones de vida que posibilitaban un determinado nivel socioeconómico (Gurr, 1970), aparece como una primera explicación causal y, probablemente, la más comprensiva del conjunto que dio origen al movimiento, expresadas en el endeudamiento y la pérdida de las propiedades que generaban los ingresos de estos sectores medios.

El enfoque de elección racional (Olson, 1965), con la expectativa de obtener beneficios individuales mediante el esfuerzo colectivo, no puede ser dejado de lado, ya que se presentaron casos que, una vez solucionado su problema particular, abandonaron el movimiento, aunque no puede explicar el comportamiento de los que sin estar endeudados se sumaron al mismo por solidaridad [6].

Finalmente, la explicación basada en el concepto de movilización de recursos (Mc. Carthy y Zald, 1977), por el cual una fuerte motivación a participar resulta de la existencia de organizaciones que permiten movilizar una conflictividad social latente que no encuentra satisfacción en las estructuras de representación y mediación existentes, también es plausible. Especialmente, a partir del momento en que esa organización obtiene reconocimiento público al demostrar eficacia en su accionar donde otras fracasaron. Esta motivación probablemente no ha tenido una expresión importante en el origen prácticamente espontáneo que tuvo el MMAL, pero seguramente creció en forma significativa paralelamente al reconocimiento público de un movimiento exitoso en su accionar.

La organización adoptada por MMAL se caracteriza, como en la mayoría de los NMS, por una estructura mínima y una participación de sus integrantes fluctuante, con picos temporales de mayor actividad, (Di Liscia, 1997:76). La organización es laxa y activada por sus líderes fundacionales y un reducido grupo de mujeres: las coordinadoras regionales, (Piriz et al, 1999:28-29). El máximo organismo de conducción del MMAL es la Mesa Directiva Nacional, integrada por las principales referentes -coordinadoras- de las provincias donde el movimiento ha logrado consolidar una mayor organización: La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe, Formosa y Río Negro. No obstante, las principales decisiones y discursos se autorreferencian en un grupo restringido de líderes y, en particular, en la figura de su presidenta, Lucy de Cornelis.

A diferencia de otros NMS, que han decidido en forma explícita mantener estructuras descentralizadas, abiertas, democráticas, poco jerarquizadas y burocratizadas (Dalton et al, 1992:33-34), el MMAL progresivamente intentó distintas acciones orientadas a fortalecer la institucionalización del movimiento, tanto desde el plano jurídico, como económico y organizacional.

La causa del MMAL y su carácter de movimiento social contra el ajuste y el modelo económico, atrajo a grupos de profesionales e intelectuales que se ofrecieron a colaborar asesorando a sus principales dirigentes -ingenieros agrónomos, abogados, etc.-. Su presencia fue tomando mayor notoriedad en la medida en que ciertas cuestiones requerían de un perfil técnico. Estos asesores acompañaban a la presidenta del movimiento a las reuniones con funcionarios y elaboraban proyectos para ser presentados indistintamente ante representantes del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Vaticano o el gobierno italiano, con objeto de obtener recursos que permitiesen financiar al movimiento. La variedad temática de estos proyectos iba desde el desarrollo de un sistema educativo para la televisión rural, hasta la instalación de una fábrica de pastas artesanales. No obstante, en todos los casos, el objetivo iba en una única dirección: generar los recursos necesarios para organizar un núcleo de dirección en la sede central de la provincia de La Pampa, contribuir a la formación y consolidación de los incipientes núcleos existentes en otros puntos geográficos del país, y contar con disponibilidad económica para la movilización de sus integrantes (Piriz et al, 1999:107,115; La Arena, 20.05.98; 10.02.99).

Hasta el momento que se realizó este estudio, la actividad desarrollada por el MMAL estuvo basada principalmente en los escasos recursos de sus miembros y aherentes, que resultaban insuficientes para un movimiento que veía crecer aceleradamente sus posibilidades y expectativas al convertirse en una organización de carácter nacional con articulaciones internacionales.

Es por ello que sus dirigentes se plantearon decididamente resolver este obstáculo que limitaba la proyección del movimiento. Un paso hacia ese horizonte fue la tramitación de la personalidad jurídica de la asociación [7].

Los discursos del MMAL

Uno de los aspectos que genera mayor ambigüedad en la definición del MMAL reside en los múltiples contenidos de su discursos y la evolución que ha seguido el mismo. La impronta que caracteriza los paradigmas de los nuevos movimientos sociales es la preeminencia de las cuestiones culturales y de calidad y/o estilos de vida. Como sostiene Dalton et al. (1992-31), los NMS se diferencian de los grupos de interés y presión característicos del sistema político de los Estados Unidos, cuyas acciones son centradas en la satisfacción de necesidades sociales acotadas y específicas, en el hecho de que la ideología de los NMS los empuja a luchar por cambios sociales fundamentales.

El discurso del MMAL no expresa con tanta claridad la preeminencia de lo cultural sobre lo distributivo. No es que no exista, sino que se encuentra en un segundo plano, en función del contexto de una demanda que resulta puntual y apremiante, y que se define en el plano económico-distributivo, como es la cuestión del endeudamiento.

De acuerdo con la mayoría de los autores que han estudiado el movimiento, el rasgo distintivo del discurso y la conformación del MMAL, ha sido su carácter femenino: mujeres que, ante la quiebra económica y el declive espiritual de los hombres en su función de proveedores de los recursos para la subsistencia familiar, se organizan para dar la última batalla en defensa de la familia, los hijos y el hogar.

Pero su discurso no plantea reivindicaciones de género, ni tampoco de carácter feminista, de cuyo perfil reniegan. En su lugar destaca el rol de las mujeres como esposas y madres de familia, y, en consecuencia, enfatizan en ellas una capacidad que consideran “natural” para la defensa de la familia, los hijos y el hogar [8].

Más destacado que su referencia a la mujer, el discurso de MMAL, utiliza otro eje de autoidentificación basado en su característica de movimiento de resistencia contra el ajuste, como lo han expresado en numerosas declaraciones verbales y documentos impresos (La Arena, 09.02.96).

El MMAL pasó de un discurso inicialmente circunscrito al tema del endeudamiento, a otro que incorporaba progresivamente una perspectiva integral de los problemas de los agricultores, sin que aquel primer eje reivindicativo fuera abandonado [9]. Giarraca y Teubal (1997: 116,117) confirman esta derivación del discurso, pero lo interpretan en el marco de la defensa de los estilos de vida, un rasgo típico de los NMS. Por el contrario, el trabajo que aquí presentamos plantea que la integralidad del discurso es un rasgo de la transformación institucional del movimiento hacia su corporatización de orden gremial/reinvindicativo [10].

El MMAL emplea de forma predominante referentes que remiten a valores tradicionales, como la defensa de la familia y de la tierra, a ciertas determinaciones religiosas que podrían interpretarse como mesiánicas, así como a concepciones nacionalista y populista, con menciones recurrentes al pueblo, la patria y la soberanía, en la delimitación de sus posibles conflictos y alianzas sociales [11].

Ciertos aspectos del discurso que plantean contradicciones con una valoración progresista y en cierto modo romántica del movimiento, han sido poco analizados, aunque fueron mencionados tangencialmente en un debate reciente (Giarraca y Teubal, 1999; Piriz et al, 2000).

La apelación a la confrontación con lo extranjero, en defensa de la patria y de la soberanía, resulta frecuente en el discurso de las dirigentes del MMAL, a pesar de que el mayor endeudamiento de sus adherentes resulta, objetivamente, con la banca pública nacional o provincial, y de que quienes adquieren sus campos e instrumentos de labranza en los embargos han sido, en la mayoría de los casos, otros productores, profesionales, vecinos o residentes locales (La Arena, 26.08.95; 25.09.96; 17.11.98).

En esta línea del discurso, la identificación inmediata de las causas del problema desembocaban en indicar a los organismos financieros internacionales como responsables por la imposición de un modelo económico que favorecía a la especulación y castigaba a la producción y al consumo [12], (La Arena, 20.11.97).

En este sentido, pueden encontrarse en el discurso del MMAL elementos del discurso fundamentalista agrario analizado por Eduardo Moyano (1994) para caracterizar a algunas organizaciones europeas, como la Coordination Rurale francesa. Este se basa en el reclamo de un retorno a una concepción nacionalista de la política agraria y la reivindicación de los valores tradicionales de la gente de campo. Es una respuesta a la crisis de identidad que afecta a estos sectores medios rurales, generada por la expansión de la economía de mercado, la retirada del Estado protector, la falta de legitimidad de las direcciones sindicales tradicionales y la debilidad de las políticas nacionales para hacer frente a la mundialización y el poder de los capitales multinacionales.

Por otra parte, son frecuentes en el discurso de la presidente del MMAL, de confesión evangelista, y de otros miembros fundadores, de confesión católica, referencias a la voluntad divina en la resolución de algunos de los problemas a los que se han visto enfrentados sus miembros, y aún en el origen mismo del movimiento [13]. No resulta extraño, entonces, que en el entorno de las visitas que Cornelis realiza a localidades del interior del país, se observen actitudes de cierta veneración sagrada por algunos de los presentes.

Esta mezcla de valores y contradicciones latentes es constitutivo de los NMS y no una particuaridad del MMAL, es producto de su integración social heterogénea y cuya expresión suelen ser discursos que presentan fisuras en su coherencia y acciones que no son unidireccionales (Mardones, 1996:31).

Acción Antagónica y Comunicativa.

Desde su inicio, el MMAL ha basado gran parte de su cohesión interna y expresión pública en la “acción”, entendiendo por ello la movilización de sus integrantes y simpatizantes para generar o impedir determinados actos o eventos. En este sentido, como la mayoría de los NMS, la manifestación principal de su existencia se encuentra en la acción, en términos de Melucci (1994) hablan a través de sus acciones, una acción directa que contrasta con el modelo neocorporativista de mediación de intereses tan característico de las democracias contemporáneas (Dalton et al, 1992:22)

Lucy de Cornelis destaca este eje aglutinador del MMAL: “Ellos tienen todas las armas, pero nosotras tenemos el poder de la lucha. Entonces en la medida en que nosotras estemos puras, el mensaje que les doy a las mujeres es que luchemos por una causa común” (Piriz et al, 1999:64).

En la medida que el movimiento fue creciendo, se hizo evidente la heterogeneidad de sus integrantes y las particularidades locales, y tuvieron expresión posiciones más conservadoras y menos combativas. Esta actitud ha sido, por ejemplo, la de las mujeres del movimiento en la localidad de Olavarría, acorde con su pertenencia a una burguesía rural identificada tradicionalmente con la imagen y los valores culturales del hombre de campo, quienes no deseaban quedar asociadas a una permanente actitud de lucha o rebelión, (Piriz et al., 1999:30).

No obstante, su estrategia principal se ha caracterizado por dos herramientas que se encuentran en el origen al movimiento: la movilización solidaria basada en un núcleo o eje antagonista, y una intensa acción comunicativa centrada en los medios de comunicación de masas [14]. Precisamente, dos características que son constitutivas de los NMS. Por una parte, éstos se identifican en la acción, y específicamente en el carácter antagónico de la misma, desplazando a un segundo plano las relaciones de intercambio o las estrategias de cálculo racional en su motivación. Por otra, esta acción no se basa en determinada forma de organización o en el control de recursos materiales, sino en un antagonismo cuyo significado es centralmente comunicativo, brindando, a través de cierta representación y exposición en los medios de comunicación, sus mensajes y códigos al resto de la sociedad (Melucci, 1994:120,136). Esta estrategia nacida de la espontaneidad fue, rápidamente, racionalizada e incorporada por el MMAL como base de su estrategia de acción, (La Arena, 21.06.95).

Pueden distinguirse dos tipos de movilizaciones realizadas por el MMAL. Aquellas cuya convocatoria reviste carácter nacional, para compartir actos con otras organizaciones políticas o gremiales, o especialmente, en una fecha alrededor del 8 de marzo, día internacional de la mujer, en la que el movimiento hace su mayor acto y concentración anual. Y aquellas que han dado el sello distintivo al movimiento: movilizaciones locales, más frecuentes y reducidas en número de concurrentes, en torno a los lugares donde se realizan los actos de ejecución judicial, a las que asisten con el objeto de impedir el remate de los campos y bienes de los productores. En éstas, las mujeres cantan el himno nacional o realizan oraciones a viva voz, distribuyen volantes, y emplean diversas tácticas para evitar las ofertas de compra, tales como increpar a los rematadores o fotografiar a los oferentes. El resultado de estas acciones suele ser aleatorio. Puede que se impida la realización del acto, que se asegure que los propios dueños de los bienes rematados se constituyan en la única opción de recompra posible, o que una vez realizada la manifestación de los presentes se concrete de igual modo el remate [15]. En el caso de las suspensiones de los remates, muy pocas veces se ha logrado una renegociación con la justicia y las entidades acreedoras; en la mayoría de los casos el bloqueo coyuntural del acto judicial no agota el proceso, el cual se reanuda poco tiempo después en un lugar diferente, donde se toman las precauciones por parte de las autoridades judiciales para su efectiva ejecución.

El otro gran componente de la estrategia del MMAL, su permanente exposición ante los medios de comunicación masiva [16], ha posibilitado instalar en la sociedad la problemática de su actuación, otorgado un reconocimiento nacional e internacional a la organización, y habilitado el acceso a los despachos de distintos funcionarios de gobierno.

Esto ha sido posible tanto por ser una estrategia racionalmente evaluada e instrumentada por sus miembros, como por la generación de cierta fascinación en los medios de prensa, y en la sociedad en general, dadas las particulares características de gestación del movimiento -precisamente a partir de la convocatoria desde una radio-, sus métodos de acción y, especialmente, su integración de género. La amplia receptividad que tuvo el movimiento en la sociedad argentina se expresó en las distinciones concedidas por organizaciones tan disímiles como partidos políticos, instituciones cooperativas, y revistas de moda, (La Arena, 12.12.98).

Las acciones del MMAL han sido eficaces en la instalación de su problemática en los medios de opinión pública captando la atención del conjunto de la sociedad. Esto permitió trascender el ámbito local y rural, siendo requerida su participación en forma directa o a través de su experiencia para actuar sobre remates de inmuebles urbanos. En cierto modo, el MMAL ha creado un sistema o herramienta de gestión, un know how, para casos terminales en la relación individuos-entidades financieras, susceptible de ser transferido a otros actores sociales, (Clarín, 16.02.99; La Capital, 06.06.01).

Piriz et al. (1999:49) sostienen que las acciones del MMAL se identifican con las protestas de sectores populares, al plantear reivindicaciones básicas y desesperadas de inclusión en la sociedad, a través de actos como los cortes de rutas.

Sin embargo, el MMAL ha demostrado combinar estas acciones que caracterizan a los movimientos sociales contra el ajuste, con estrategias más complejas, que incluyen el cabildeo o lobby político [17], y el intento de participación en estructuras de representación de intereses tradicionales, como los partidos políticos, u ocupar un espacio dentro de la representación gremial sectorial, como podrá comprobarse a continuación.

En síntesis, el MMAL ha desplegado una actividad típica de los NMS, un estilo innovador basado en la movilización antagónica y la amplificación de sus demandas a través de los medios de comunicación de masas, desde fuera del sistema tradicional de representación y mediación política y gremial. Pero esta estrategia, lejos de constituir una herramienta para mantenerse al margen del sistema (Melucci, 1980; Offe, 1985; Dalton et al., 1992), se transformó, en el mediano plazo, en la llave para intentar abrir las puertas que lo incorporaren al mismo a través de la participación de sus miembros en el sistema de partidos, o del reconocimiento como interlocutores válidos de los agricultores en diferentes espacios de la administración pública.

La interacción del MMAL con el sistema institucionalizado de mediación de intereses.

Una de las características que define a los NMS es la búsqueda de espacios y prácticas para promover sus demandas fuera de las institucionalizadas, en particular del sistema de partidos políticos tradicionales, a través de los cuales no se sienten representados ni los conciben como articuladores o mediadores de sus intereses.

La función de los mismos en el sistema político no cuenta con consenso en las interpretaciones del debate académico. Unos los conciben como una nueva cultura política, a partir de la ampliación de la sociedad civil y el ejercicio de una política no institucional (Offe, 1985; Inglehart, 1992; Touraine, 1995), llegando incluso a afirmarse que constituyen la tercera gran transformación democrática (Giddens, 1981). Otros, por el contrario, sólo ven en ellos una renovada forma de los grupos de presión que enfatizan cuestiones morales y/o culturales (Eder, 1993); o más aún, la expresión de una crisis o fracaso de las instituciones tradicionales de las democracias para mediar y resolver los conflictos sociales, (Crozier et al, 1975).

No obstante, en cualquier caso, los NMS intentan ocupar un espacio intermedio de la vida social, en los que confluyen necesidades individuales en búsqueda de respuesta e impulsos de innovación política, a partir de los cuales la resolución de los conflictos sociales ya no puede quedar limitada sólo a los actores políticos tradicionales, incluidas las corporaciones gremiales o profesionales, (Melucci, 1994:121).

El discurso de los principales referentes nacionales del MMAL confirma y generaliza esta percepción. Cornelis sostiene que el movimiento “..ha sentado la base e una protesta absolutamente espontánea, pura y apolítica..”, “..los políticos están alejados de la gente, están fuera de la realidad. No terminan un mandato, para tomar otro y usar a la gente; no tienen credibilidad..” (La Arena, 04.06.96; Piriz et al., 1999:63).

Pero, la estrategia de acción del MMAL ha sido más pragmática que su discurso. En esta cuestión, a diferencia de lo sostenido por Melucci (1980), el MMAL ha demostrado que el intercambio y la negociación entre partidos políticos y NMS puede ser ejercido, y que estos últimos tienen un bien preciado que ofrecer. En contextos de baja valoración social de los políticos, los representantes de la sociedad civil calificados de genuinos y legítimos, como los de los NMS, son poseedores de un caudal electoral que trasciende el hecho de la reducida capacidad de los mismos para controlar de forma directa sus recursos electorales.

La vinculación del MMAL con la política recorrió una doble vía: la de los políticos de la oposición, que vieron en el crecimiento de este movimiento de protesta una expresión significativa para enfrentarse a la política gubernamental, tanto nacional como provincial; y la del MMAL, para quienes el respaldo de sectores políticos le posibilitaba el acceso a determinados espacios de poder -el Congreso Nacional por ejemplo-, mayor respaldo y difusión pública de sus demandas, y financiamiento para algunas de sus actividades (La Arena, 05.06 y 16.09.95; 09.02 y 10.11.96; 10.02 y 09.05.99).

Esta funcionalidad de la política a los intereses del movimiento crece y se constituye en una estrategia explícita cuando los dirigentes del MMAL deciden promover la participación de sus miembros en cargos políticos para las elecciones de 1997, (La Arena 14.07 y 07.09.97). El éxito de la misma no se reflejó en forma inmediata, pero en el corto plazo demostró su efectividad [18].

La relación del MMAL con las organizaciones profesionales del empresariado rural ha tenido un recorrido similar a la desplegada con los partidos políticos. Desde el MMAL, por una parte, se cuestionaba la representatividad y la eficacia de aquellos en la resolución de sus demandas, legitimando de ese modo el surgimiento y espacio social que intentaba ocupar. Pero, por otro lado, reclamaba su reconocimiento como pares, aspiraba a actuar en igualdad de condiciones ante los poderes públicos, y articulaba sus acciones en estrategias conjuntas.

Esta relación compleja, ecléctica y hasta cierto grado contradictoria, ha tenido expresión en las posiciones adoptadas por distintas dirigentes e integrantes del MMAL, aún en una misma coyuntura. Mientras unas consideraban que “la dirigencia gremial no sirve “, otros sostenían que “la Federación Agraria hace un tipo de actividad gremial, que es un ejemplo que hay que seguir” y que “la propuesta nuestra es fortalecer el gremialismo“; mientras que una tercera posición proponía la realización de actividades conjuntas con otras sociedades rurales locales y la mediación de la entidad de segundo grado que las nucleaba ante el gobernador provincial [19].

Desde las organizaciones tradicionales de los agricultores, esa relación fue tortuosa desde el inicio, alternando receptividad y apoyo a una experiencia que contaba con un alto nivel de respaldo y movilización social, y precauciones y diferenciación, en la medida en que el movimiento intentaba transformarse en un referente nacional: primero, sobre demandas específicas, y, luego, sobre cuestiones integrales relativas a los agricultores, con aspiraciones que apuntaban a competir por un mismo colectivo social.

En el ámbito local, la aparición del MMAL generó reacciones diversas entre las asociaciones profesionales/gremiales preexistentes. El síndrome de competencia institucional estuvo presente desde el comienzo y fue expresado con toda claridad por el presidente de la Asociación Gremial de Agropecuaria de Ingeniero Luiggi: “..las mujeres del campo han equivocado el camino para hacer conocer sus reclamos, obviando utilizar las instituciones rurales..”, (La Arena, 06.07.95). La respuesta de la presidenta del MMAL no se hizo esperar, destacando la autonomía de las mujeres respecto de cualquier entidad gremial o partido político y su objetivo de constituirse en un interlocutor directo del gobierno, (La Arena, 06.07.95).

Por su parte, las organizaciones nacionales del empresariado rural, especialmente aquellas cuyas clientelas se encontraban en el mismo segmento socioeconómico de los pequeños y medianos productores, como la Federación Agraria Argentina (FAA), la Confederación Intercooperariva Agropecuaria Cooperativa Ltda. (CONINAGRO) y, en menor medida, las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) plantearon una relación dual, aceptando la participación de representantes del MMAL en actos y acciones de protesta (La Arena, 24.04.99), pero a su vez, bloqueando la posibilidad de ocupar espacios de representación de los productores ante el gobierno, aún en aquellas temáticas específicas y fundacionales del movimiento.

En la medida que el movimiento tuvo un mayor respaldo público, se potenciaron las aspiraciones de convertirse en una organización gremial reconocida como interlocutor válido por el gobierno, en el mismo nivel de las cuatro entidades gremiales históricas, y su reclamo fue expuesto en todos los escenarios donde los dirigentes del movimiento participaron, (La Arena, 17.12.98; Piriz et al., 1999:64).

A partir de ese momento, el cuestionamiento sobre la falta de representación de la dirigencia tradicional y, en consecuencia, la legitimidad del MMAL para exigir un lugar en el mapa del gremialismo rural nacional, fue planteada por sus dirigentes en las tribunas compartidas con las entidades aludidas. En un acto conjunto con los líderes de las organizaciones profesionales empresarias tradicionales del agro, Lucy de Cornelis proclamó la ausencia de representantes válidos entre la dirigencia gremial: “No aparecimos para robarles espacio a los hombres, sino para cubrir espacios vacíos. Cuando querían rematarnos los campos y salíamos a defender a la familia rural, nunca veíamos la cara de los dirigentes de nuestro sector“, (La Nación, 19.02.99).

No obstante, el MMAL mantenía con la Federación Agraria Argentina varios puntos de articulación, aunque los mismos no fueron obstáculo para la expresión del síndrome de competencia institucional. El más importante de esos nexos era la estrecha vinculación establecida con una corriente interna de FAA denominada “Chacareros Federados“, opositora a la conducción oficial de la tradicional entidad gremial, y caracterizada por su confrontación activa y permanente contra el modelo económico. Esa alianza fue sellada con la designación de una activa militante de Chacareros Federados en la vicepresidencia de la Mesa Directiva Nacional del MMAL, (La Arena, 06.06.97; 09.02.99; 18.02.99).

En cambio, las relaciones del MMAL con la conducción oficial de la FAA no han sido demasiado fluidas, ni promovidas por las partes, especialmente por la FAA, dada la alianza de las mujeres con la oposición interna y su disputa por la representación sectorial. La respuesta institucional ha sido el desarrollo de una estrategia orientada a organizar un movimiento de mujeres alternativo denominado Mujeres Federadas, que se puso en marcha hacia fines de 1997.

En su estrategia de alianzas en el campo gremial rural, el MMAL estableció una estrecha relación con el Frente Agropecuario Nacional (FAN). Esta entidad fue organizada originalmente por la FAA para coordinar acciones en alianza con otras entidades gremiales menores del interior del país entre finales de la década del 70 y comienzos de los 80. Nunca tuvo una estructura organizativa propia y los adherentes cambiaban entre sus fluctuantes períodos de actividad pública. Esta dinámica ha dependido de la voluntad de dirigentes aislados, quienes, en distintas coyunturas, reflotan el sello institucional y promueven una mayor o menor exposición pública del mismo. En la actualidad se encuentran vinculadas al FAN como “entidades amigas” pero no asociadas, organizaciones sumamente dispares en cuanto a temáticas, ámbitos de acción y niveles de agregación de intereses. Desde 1999, la participación del MMAL se convirtió en orgánica dentro del FAN, siendo designada Lucy de Cornelis miembro de la comisión directiva del frente, (La Arena, 09.05.99; www.frenteagropecuario.com.ar).

La estrategia del MMAL en la esfera privada contempló, también, vinculaciones con distintos movimientos y asociaciones gremiales no rurales, en particular con aquellos enrolados en el llamado “campo popular”, desde los piqueteros de General Mosconi hasta el Movimiento el Barzón de los endeudados de México, pasando por los maestros de la carpa blanca, la Central de los Trabajadores Argentinos, y varios movimientos de mujeres de países latinoamericanos. Todos ellos tienen un denominador común mas allá de la especificidad de sus reclamos y la particularidad de sus bases sociales: la resistencia de sectores sociales vulnerables a las condiciones impuestas por un nuevo régimen social de acumulación. Una estrategia que para el MMAL significó afianzar su reconocimiento a nivel nacional e internacional, (La Arena, 27.06.96; 16 y 23.04.97; 18.07.98).

Conclusiones

Existe coincidencia en que una de las principales características que define al MMAL es su integración por sectores medios en proceso de empobrecimiento (Di Liscia, 1997; Giarraca y Teubal, 1997:98; Piriz et. al., 1999:45). En cambio, la determinación del movimiento por su perfil de género resulta una cuestión menos consensuada en el debate.

Unos destacan su carácter de NMS, cuya esencia tiene más que ver con la reivindicación cultural de las mujeres y de su rol en la sociedad, que con cuestiones de la agricultura o de la localidad (Giarraca y Teubal, 997:99, 116, 118). Otros autores (Piriz et al, 1999:44) sostienen que este movimiento tiene intereses y demandas femeninas, pero las mismas confluyen y se encuentran subordinadas a las de clase y a una realidad regional sectorial. Finalmente, una tercera posición plantea, precisamente, la dificultad de definir el perfil del movimiento, ubicándolo como un tipo de movimiento popular, orientado a satisfacer las necesidades de las familias, con énfasis en los roles tradicionales de las mujeres y, especialmente, en el carácter distintivo de la maternidad (Di Liscia, 1997).

El análisis realizado permite afirmar que el MMAL encuentra en su integración de género mecanismos de autorreferencia e identidad, funcionales para su existencia, pero su problemática y demandas nunca fueron circunscriptas o referidas a las problemáticas de género, y mucho menos feministas. A diferencia de otros movimientos de mujeres, en el MMAL no se plantea la contradicción entre la inclusión de las mujeres en el orden social y los costos sociales de sus roles de madre, esposa o amante. El referente mujer es el elemento o condición estable en términos de Melucci (1977:136), que proporciona un punto de referencia para reconstruir una identidad dividida entre las múltiples afiliaciones, roles y experiencias sociales de sus integrantes. Esta particularidad de un movimiento integrado por mujeres, pero que no se referencia en problemáticas de género, es el velo que ha dificultado muchas de las interpretaciones previas respecto de su definición.

El MMAL se constituye a partir de una acción espontánea, que cristaliza rápidamente en la conformación de un nuevo movimiento social, de carácter regional/nacional, con una definición de género por su integración, pero de defensa contra el ajuste económico por su problemática, cuya acción se caracteriza por la movilización solidaria sostenida en un núcleo o eje antagonista y una intensa acción comunicativa basada en los medios de comunicación de masas. Su antagonismo no se concentra sólo en la exigencia de una nueva distribución de recursos, como lo sería el refinanciamiento de las deudas, sino hacia la lógica del sistema económico y del sistema de representación y mediación de intereses gremiales y políticos existente.

La evaluación que los dirigentes del MMAL han realizado sobre los resultados de su corta pero activa trayectoria del movimiento es muy positiva. Se obtuvieron nuevos planes de refinanciación de los bancos oficiales, la suspensión de ejecuciones judiciales por parte del Banco de la Nación Argentina, y la paralización de 280 remates de campos [20]. A ello se agregaban el espectacular crecimiento que había tenido el movimiento, las numerosas asambleas realizadas en corto tiempo, el grado de toma de conciencia generado en muchas mujeres sobre la problemática rural y la necesidad de su participación, y las multitudinarias marchas realizadas en la ciudad de Buenos Aires el día internacional de la mujer, así como las vinculaciones establecidas con autoridades y organizaciones nacionales y extranjeras, (La Arena, 04.06.96; 12.12.98; 26.02.99; La Nación, 10.02.00).

Con estos planes, la demanda fundacional del MMAL había sido, en buena medida, satisfecha. Pero la evolución y trascendencia que había alcanzado el movimiento planteaba, a esta altura de su evolución institucional, una proyección que trascendía largamente las metas primigenias.

El interrogante a desvelar es si esa proyección resulta como consecuencia de su consolidación como NMS, y no como grupo de interés o presión que se agota con la satisfacción de la demanda específica planteada; o, por el contrario, constituye un paso hacia su cristalización institucional como nueva organización reivindicativa de carácter gremial en el ámbito rural.

Melucci (1994:138) sostiene que el éxito de estos movimientos los transforma en grupos de presión, segmenta sus áreas, burocratiza algunos integrantes y dispersa a otros, pero esta profesionalización del mismo no anula su razón de ser, su núcleo antagonista. En qué medida este paso institucional en los NMS desemboca en un cambio de su esencia como tal, es una pregunta que aún no tiene una respuesta generalizada por la teoría, y que debe construirse a partir de la exploración de numerosos referentes empíricos, atendiendo a la transformación de sus rasgos más distintivos.

La vertiginosa evolución del MMAL, desde un movimiento espontáneo de carácter local, que se organiza primariamente con algunas características de los NMS y que, en el corto plazo, sufre un metamorfosis hacia una organización reivindicativa de carácter gremial/profesional agraria -que aún no a termiado de cristalizar-, puede arrojar algunas luces sobre ese proceso.

La primera señal se encuentra en los esfuerzos realizados por alcanzar una creciente organización e institucionalización con bases jurídicas, estructuras operativas, recursos humanos y económicos, que posibiliten la creciente y diversa actividad desplegada. El MMAL procuró avanzar en tres direcciones para lograrlo. En la incorporación de profesionales, intelectuales y técnicos que se identificaron con la causa del movimiento y vieron en el mismo una forma de canalizar sus conocimientos y vocación política, colaborando en el asesoramiento y la formalización de propuestas y proyectos. En la gestión de fuentes de recursos económicos ante distintas organizaciones, gobiernos y entes de financiamiento internacional, con el objeto de consolidar la estructura y organización del movimiento. Y, finalmente, a partir de la obtención de su personalidad jurídica, en la construcción de las bases legales para el crecimiento de una estructura institucional más compleja y burocrática.

En segundo lugar sus problemáticas y demandas se hicieron más amplias e integrales respecto de los intereses de los productores rurales, como lo demuestra la evolución de su discurso, y su accionar, sin haber perdido su núcleo antagonista, progresivamente fue encauzado a través de los sistemas institucionalizados de mediación de intereses, tanto políticos como gremiales. En este proceso de profesionalización o corporatización, el MMAL fue desdibujando sus rasgos más destacados de NMS: la especificidad de su demanda y un accionar basado preponderantemente en la movilización antagónica.

Notas

[1] Para un análisis de las organizaciones de naturaleza reivindicativa en el sector agrario, y muy especialmente del sindicalismo agrario, véase Moyano (1988). [volver]

[2] Un buen ejemplo en este sentido son las diferencias existentes entre los movimientos feministas de Gran Bretaña, Suecia y Estados Unidos que pone de relieve el análisis realizado por Gelb (1992). [volver]

[3] Resulta destacable el hecho de que a pesar de ser presentado en la sociedad como la ejecución de bienes de productores rurales, la orden judicial de remate que se comunicó a la familia Cornelis no afectaba los bienes rurales de la familia -la tierra o los instrumentos de producción-, sino las propiedades urbanas -casa y oficinas del estudio contable- y un auto. No obstante, las condiciones de receptividad social lo tradujeron inmediatamente en un movimiento rural, (La Arena, 06.12.95; 18.09.96; 07.10.96). [volver]

[4] Tres grupos sociales principales suelen aportar el grueso de los integrantes de los NMS. Profesionales que contribuyen con inteligencia técnica y comunicativa. Sectores marginados del sistema económico, como jóvenes sin posibilidades laborales, mujeres amas de casa, y ancianos y jubilados, quienes disponen de tiempo libre para actuar. Miembros de la clase media afectados por los nuevos parámetros de funcionamiento de la economía, como pequeños propietarios rurales y comerciantes. Este carácter multiclasista e intergeneracional suele constituir, también, una fuente de contradicciones latentes, (Mardones, 1996). [volver]

[5] Para un desarrollo comparativo breve pero ilustrativo de los distintos marcos teóricos que buscan explicar las motivaciones de participación en los NMS véase Dalton et al. (1992:23-30). [volver]

[6] Véase en este sentido las declaraciones de dirigentes del movimiento denunciando las típicas actitudes del “colado” o “gorrón” de la acción colectiva en miembros del movimiento (La Arena, 03.02.96; 14.07.97; Piriz et al., 1999:63). [volver]

[7] Cornelis declaró en este sentido: “Ya tenemos la personería jurídica y haremos la respectiva inscripción para poder acceder a recursos que nos facilitará el Banco Mundial, algo que ya estamos gestionando, y lograr así descomprimir la tarea, que hasta ahora la realizamos a pulmón” (La Arena, 28.05.97). [volver]

[8] Ver las declaraciones de Lucy de Cornelis en Piriz et al. (1999: 64 a 66) y La Arena (20.05.98). [volver]

[9] La agenda incorporó cuestiones atinentes a temas fiscales, obras sociales, regalías de semillas, medioambiente y recursos naturales, rentabilidad, precios internacionales, costos de peajes y gas-oil, reconversión y comercialización agraria, etc. (La Arena, 22.09.95; 10.05.96; 16.03, 09.09 y 15.10.97; 17 y 18.01.98; 03 y 08.03.99). [volver]

[10] Como advierte Di Liscia: “El discurso de las mujeres ya no se dirige centralmente a “arreglar” con los bancos. Está matizado con cuestiones estructurales: la desocupación, las multinacionales, las políticas neoliberales. El crecimiento en su nivel de análisis es evidente”. (1997:78). [volver]

[11] Entre las numerosas declaraciones que dan cuenta de estos temas pueden consultarse las de las dirigentes Cristina Sabattini y Lucy de Cornelis registradas por Piriz et al. (1999: 61, 64, 65). [volver]

[12] Aunque estos argumentos no fueron obstáculo para gestionar ante esos mismos organismos, una financiación de proyectos con el objeto de obtener recursos para sus actividades, (La Arena, 28.05.97). [volver]

[13] Ver las declaraciones registradas en el diario La Arena, (26.09.96; 12.12.98) y en Piriz et al. (1999:14 y 63). [volver]

[14] Un reflejo de su gran carisma mediático son las ofertas que el movimiento tiene para reflejar en libros y películas su breve pero activa historia. [volver]

[15] Los resultados del seguimiento de veinte acciones concretas muestran una distribución de porcentajes similares para los tres tipos de situaciones mencionadas. [volver]

[16] El registro realizado sobre el diario La Arena, de Santa Rosa, La Pampa, para el período comprendido entre 1995 y 1999, indica un promedio de una nota semanal dedicada a la actividad del MMAL. A ello se agregan las coberturas más esporádicas de otros medios informativos locales y nacionales. [volver]

[17] Además de los dos tipos de acciones principales mencionados, el MMAL ha desplegado una intensa actividad de entrevistas y reuniones con el objeto de gestionar sus demandas, en ministerios y secretarías de estado nacionales y provinciales, gobernadores, bancos oficiales, y legislaturas, entre otras esferas públicas, (La Nación, 08.03.97; Chacra, 08.95). [volver]

[18] El caso más destacado fue el de Joaquina Moreno, productora rural y miembro fundadora del movimiento, elegida representante a la Asamblea Constituyente de la provincia de La Pampa en 1999 por la Alianza UCR-FreGen, (La Arena, 05.02.99); y más tarde candidata a diputada nacional por la Agrupación para una República de Iguales (ARI) en setiembre del 2001. [volver]

[19] Como lo reflejan las expresiones vertidas por distintas integrantes del movimiento en la reunión de la Mesa Agropecuaria de Olavarría en 1996, registradas por Piriz et al. (1999: 67, 95, 96). [volver]

[20] Estas cifras no han podido ser confirmadas, el registro que se ha elaborado para este trabajo en base a la información periodística indica un número significativamente inferior de acciones [volver]

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